Siete Hermanas Deslumbrantes ( Jade Emir Luna ) -
Capítulo 1
Capítulo 1 El Devorador de Cielos regresa
Distrito de Jade en julio era abrasador. Entre la multitud, un joven delgado contemplaba en silencio la ciudad, que le resultaba familiar y, a la vez, algo desconocida. —Han pasado quince años… Por fin he vuelto. Me pregunto cómo estarán las chicas —murmuró el joven en voz baja. Emir Luna era huérfano y creció en un orfanato. Ahí, siete chicas, que no estaban emparentadas con él por sangre, lo querían como de la familia.
Su juego favorito de niños era jugar a las casitas con Emir. Incluso prometieron casarse con él en el futuro. Emir solo tenía entonces cinco años. Con su linda voz, les dijo que sus promesas tenían que ser auténticas porque ya no tenían tres años. Las siete chicas se lo prometieron. Desde entonces, el joven Emir esperaba crecer con rapidez, hasta que un incendio destruyó su vida. Esas chicas podrían haber escapado, pero habían vuelto corriendo al edificio para buscarlo, y quedaron atrapadas entre las llamas. El joven Emir, muerto de miedo, empezó a berrear. La mayor de las niñas lo abrazó y le dijo que no tuviera miedo. Las llamas seguían ardiendo. Los ocho niños se acurrucaron juntos, pero pronto se desmayaron por el humo. Cuando el joven Emir volvió a abrir los ojos, las llamas seguían ahí.
Lo que era diferente era que había un fraile anciano de pie ante él en el fuego, con la ropa por completo intacta. El joven Emir se quedó atónito. Pensó que estaba alucinando hasta que el anciano fraile le dijo: —Puedo salvar a las chicas, pero tienes que servirme como aprendiz. Aquellas palabras le salvaron la vida, y Emir accedió a ellas de inmediato. Por aquel entonces, no se daba cuenta de que la historia de su vida se reescribiría por ese motivo. Tras abandonar el orfanato, el anciano fraile llevó a Emir a un monasterio y le enseñó habilidades médicas, artes marciales y magia. Incluso hizo que se entrenara en un arte divino sin nombre. Eso duró diez años. Cuando Emir cumplió quince años y pensó que por fin podría regresar a Distrito de Jade, el anciano fraile lo envió a la zona de guerra de la frontera. Eso duró cinco años. Durante esos años, una organización llamada Devorador de Cielos, ascendió al poder en medio de las sangrientas batallas.
Con el Devorador de Cielos y sus treinta y seis Generales del Cielo en el poder vigilando las cuatro regiones, nadie se atrevió a poner un dedo sobre Cananea a partir de entonces. Mientras tanto, su líder, el Señor del Imperio, había regresado de forma discreta a la tierra donde pasó su infancia: Distrito de Jade. Emir reflexionaba sobre su pasado, sus recuerdos pasaban por su mente como si estuviera soñando. De verdad, si no hubiera pasado por todos esos incidentes, si lo hubiera escuchado de otra persona, los habría considerado dementes. El Orfanato Resplandor seguía existiendo, pero Emir tenía sentimientos complicados al respecto. El incendio de hace quince años puso al orfanato en el punto de mira, y personas de buen corazón hicieron generosas donaciones para reconstruirlo. El destartalado edificio de hormigón era ahora mucho más alto y contaba con mejores instalaciones que antes. Pero, ya no era el lugar que Emir conocía. Aun así, cuando su mirada se posó en las inocentes sonrisas de los niños, la extrañeza de todo aquello se disipó. Sintió como si estuviera viendo una versión más joven de sí mismo y de las chicas. Todo seguía igual, y el orfanato seguía siendo el lugar maravilloso que solía ser. Emir no tardó en encontrar a uno de los empleados del lugar y le contó el motivo de su visita. Al poco rato, una mujer con lentes de leer se acercó a Emir y empezó a estudiarlo, confundida. —Soy directora del Orfanato Resplandor. ¿Puedo saber a quién busca? —¿Usted es la directora? Emir se quedó helado. El director que recordaba se apellidaba Olivares y era un hombre mayor. En definitiva, no era la mujer que tenía delante. La anciana asintió. —Soy la directora desde hace más de diez años. ¿No ha venido a verme?
—Estoy aquí para ver al señor Olivares. —¡Oh, estás buscando al antiguo director! Hace tiempo que se jubiló. La directora dejó de sospechar de Emir cuando se dio cuenta de que estaba ahí para buscar al director anterior. De hecho, se volvió más amistosa. Pero, Emir frunció el ceño. «¿El señor Olivares se retiró? Y parece que se retiró hace más de diez años. ¿Fue por ese incendio?». Emir se apresuró a preguntar: —Entonces, ¿tiene la dirección del señor Olivares? —¡Sí, sí! Deme un momento. Se lo escribiré. La mujer se volvió para entrar en una habitación. Poco después regresó con una nota que contenía la dirección del anterior director y se la entregó a Emir. —¡Gracias! Siguiendo la dirección, Emir llegó a una casa. Un anciano canoso estaba encorvado, barriendo el patio. Emir lo reconoció al instante como el anterior director, Germán Olivares. «Hace quince años que no veo al señor Olivares. Parece que ha envejecido muchísimo». Una oleada de tristeza invadió a Emir, que corrió hacia él. Pero, lo que vio a continuación hizo que la rabia corriera por sus venas. Mientras Germán barría el suelo, un joven con una camisa floreada lo empujó de repente y le espetó: —Sé que esas mujeres te envían dinero todos los meses, vagabundo de ataúd. ¿Dónde está? Escúpelo. «¡Esto es un robo a plena luz del día!». Emir estaba furioso. Se abalanzó sobre el joven y le agarró por el cuello. —¿Cómo te atreves a intentar robarle el dinero a un anciano? ¿Acaso eres humano?
¡Bestia! El joven no esperaba que alguien arremetiera contra él. Un atisbo de pánico recorrió su rostro, pero pronto volvió a calmarse. —Suéltame. Esto es un asunto de familia. ¿Qué tiene que ver contigo? —¿Asunto de familia? Fue el turno de Emir de confundirse mientras se volvía para mirar a Germán. Una mirada melancólica se manifestó en el rostro de éste, que suspiró. —No está mintiendo, chico. No es un ladrón. Es Gavino Garrido, mi hijo adoptivo. «¿Gavino Garrido? ¡Oh, es Gavino!». Emir tuvo que mirar de fijo al otro joven durante un rato antes de recordar por fin quién era. «No me extraña que me resulte familiar. Es Gavino, el que solía acosarme y era golpeado por las chicas. ¿Por qué lo adoptó el señor Olivares?». Por un momento, Emir se quedó aturdido. Gavino aprovechó la oportunidad para zafarse de él. Tosió de forma violenta durante un rato antes de conseguir recomponerse. —B*stardo, no seas entrometido. Ya que sabes que es un asunto familiar, ¡lárgate! Gavino lanzó una mirada fulminante a Emir antes de volverse para gritar de nuevo a Germán. —Canoso, deberías darme buena comida, ropa y dinero para entretenimiento si me acogiste. ¿Por qué me adoptaste si no puedes darme las mejores cosas de la vida?
¿Dónde está el dinero que te dieron esas mujeres? Dámelo. ¿Qué intentas al esconderlo? ¿Intentas llevártelo a la tumba contigo? No te quedan muchos años de vida, y necesitas que haga los arreglos para tu funeral. ¿A quién le vas a dar el dinero si no es a mí? Maldito viejo descerebrado. Cuanto más hablaba Gavino, más se pasaba de la raya. El cuerpo de Germán temblaba, pero mantuvo la cabeza baja mientras soportaba las maldiciones de Gavino… Hasta que no aguantó más. Levantó la mano y le dio una bofetada. ¡Paf! —¡Esta bofetada es por tu insolencia y tu boca sucia! —¡Paf!—: ¡Esto es por tu ingratitud! ¡Eres una vergüenza para la humanidad! —¡Paf!—: ¡Y esto es por tu estupidez e ignorancia!
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