Capítulo 1699

En aquel entonces.

Esther estaba sentada en el coche de Leonardo del cual le llevaría de regreso a la casa de la familia Gómez, apoyada contra la ventana y sumida en sus pensamientos…

Leonardo giró la cabeza hacia su hermana, “¿Cómo está Adrián?”

Esther respondió agotada: “Está bien, no tiene nada grave“.

El hombre asintió, “¿Cuándo piensas hacerlo?”

Esther entrecerró los ojos, “¡Pronto!”

Brayan había arrastrado a Jimena de vuelta a la habitación del hospital de su padre. En un principio, Jimena y Esther iban a salir del hospital juntas, ¿pero cómo?, si Brayan con su berrinche la avergonzó en el vestibulo del hospital.

No podía soportar esa humillación, así que volvió con él.

Fue muy incómodo.

El Sr. Leandro ya estaba de recostado de nuevo en su cama, cuando al ver que los dos habían vuelto juntos, se apresuró a sentarse y sonrió a su futura nuera.

Jimena nunca había hecho algo tan ridículo, pero ya que había regresado con el mocoso, tenía que encontrar una explicación razonable, le explicó al anciano: “Sr. Ibarra, escuché que está muy interesado en lo que le pasa a Esther. Brayan dijo que hoy no estaba de buen humor y que solo quería escuchar noticias sobre Esther y como Esther y yo crecimos juntas, puede preguntarme lo que desee saber, tal vez pueda ayudarle a aliviar sus preocupaciones“.

Lo siento, jefa, pero es demasiado incómodo no hablar de ti

Al escuchar a Jimena decir esto, los ojos de Leandro, que estaban llenos de debilidad debido a la pérdida de sangre, se iluminaron. “¿Oh? ¿Así que tú y Esther son amigas de la infancia?”

Jimena asintió ligeramente, “Así es“.

Leandro levantó la cabeza rápidamente y ordenó a su hijo, “Brayan, no vas a buscar una silla para tu novia?”

Brayan quería ir a traer una silla, jél tampoco soportaba que su esposa estuviera de pie!

¡Pero no había sillas en la habitación!

Miró a su alrededor y finalmente decidió mover el sofá de la sala VIP del hospital.

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“Jimena, siéntate aquí. ¡Así puedo sentarme contigo, jeje!

Jimena miró el sofá doble que había sido empujado hasta el borde de la cama y movió la boca, pero no tuvo más remedio que sentarse.

Tan pronto como se sentó, Brayan se acurrucó junto a ella, aprovechando la oportunidad para abrazarla por la cintura.

Jimena no era una persona conservadora, pero en frente sus mayores, ella nunca fue tan liberal. Con rostro sombrío, apartó a Brayan de un golpe.

Brayan gimió de dolor, pero sin miedo volvió a abrazarla. “¡Jimena, no te avergüences, mi padre es una de mente abierta! ¡En su juventud, era más salvaje que nosotros!”

Leandro no dijo nada.

¿Qué clase de hijo eres? ¿Quién habla así de su propio padre?

Jimena se quedó sin palabras.

¡Oh! ¡Este chico probablemente piensa que está halagando a su padre!

Los dos ignoraron a Brayan. Leandro preguntó a Jimena de manera amable y cortés, “Hija, cuéntame, ¿cómo conociste a Esther? De pequeña, ¿pasó muchas dificultades?”

Al recordar las dificultades que la jefa había pasado de pequeña, incluso Jimena no pudo evitar fruncir el ceño. Su mirada hacia el irresponsable padre biológico de la jefa se torno poco amable. Asintió y dijo, “Si, las dificultades que pasó de pequeña son inimaginables para usted, Sr. Ibarra“.

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