Capítulo 9

Al ver el rostro apuesto del hombre acercándose, Eliana apartó rápidamente la mirada.

Con una ligera sonrisa, el hombre se dirigió hacia el sofá. Una vez sentado, sirvió una copa de vino tinto y, de manera despreocupada, agitó la copa mientras observaba a esa joven tan asustada.

—No te preocupes, no me gusta presionar a la gente.

Al escuchar esas palabras, Eliana soltó un gran suspiro de alivio sin querer. Pero, al siguiente segundo, resonó la voz maliciosa:

—Tu posición no es solo la de una asistenta de Hilario, ¿verdad?

Eliana vaciló unos segundos y finalmente asintió:

—Sí. Soy la esposa de Hilario.

Roberto se quedó momentáneamente sorprendido sosteniendo la copa de vino, y sus emociones en el fondo de sus ojos eran bastante complicadas.

Había considerado que esta mujer era la amante de Hilario, pero no esperaba que fuera su legítima esposa.

—Él incluso deja salir a su esposa a acompañar a otros hombres. Qué persona más “generosa”, ¿verdad? —comentó Roberto con sarcasmo, sus palabras fueron aún más hirientes que una espada afilada.

Eliana no dijo nada y no pudo negar este hecho.

Al verla así, Roberto pudo deducir que esta mujer probablemente era la esposa menos favorecida de Hilario, por lo que se vio obligada a hacer esas cosas.

—Vuelve a casa. Me gustan las mujeres hermosas, pero no las que tienen cara de luto.

Sin embargo, Eliana no sintió mejor por su amable decisión de dejarla salir. Bajó la cabeza y dijo en voz baja:

—Señor, por favor, acepte la colaboración con el Grupo Lucero.

Si él no aceptaba, el Grupo Lucero no obtendría ese trato. Al mismo tiempo, el Grupo Dolores también estaría acabado…

—Si acepto tu colaboración, ¿qué ganaré yo?

Roberto no era tonto. No iba a regalarle una cooperación a otras personas, ni mucho menos no había subido a la cama de esa mujer.

Eliana apretó con más fuerza los puños. En realidad, Roberto había dicho la verdad porque realmente no tenía nada valioso para hacer el intercambio. Sus demandas no eran tan consideradas para él.

La mujer se dio la vuelta llena de decepción, luciendo impotente y triste.

Al ver la escena, Roberto frunció muy levemente el ceño y la detuvo:

—Espera. Puedo firmar el contrato.

Al oír esto, Eliana se giró rápidamente, una expresión de sorpresa iluminó su pálida y hermosa cara. Exclamó:

—¿Estás dispuesto a firmar el contrato? ¿Estás dispuesto a firmar el contrato?

Al ver la alegría en su rostro, el estado de ánimo de Roberto también mejoró un poco.

—Soy un caballero y no quiero ver a ninguna señorita decepcionada, pero tengo una petición antes de hacerlo.

—¿Qué petición? —preguntó Eliana ansiosa con brillo en sus ojos.

En los ojos oscuros de Roberto apareció un atisbo de burla, mientras que sus largos dedos tocaron suavemente la mesa.

—Tengo antojo de unos bocadillos del norte de la ciudad y de una rosa amarilla del este.

—De acuerdo, ¡iré a comprarlos de inmediato! —aceptó Eliana alegre.

No le importaba cuán lejos estuvieran, Eliana salió de la habitación de inmediato.

Sin embargo, no esperaba que las tareas les costaran varias horas. Cuando regresó al hotel, no encontró ni un rastro de Roberto en la habitación.

Eliana creía que fue engañada. De repente, notó un documento sobre la mesa. Era un contrato firmado.

Eliana sostenía el contrato, sintiendo lo valioso de este contrato.

***

Cuando regresó a casa, ya eran las tres de la madrugada.

Con un cuerpo agotado, entró en la habitación. Al encender la luz, se encontró con un rostro extremadamente sombrío.

Hilario tenía una expresión fría y emitía un aura gélida en todo su cuerpo. La brusca disminución de la temperatura hizo que Eliana temblara involuntariamente. Dijo:

—Ya tengo el contrato de colaboración firmado. ¿Cuándo cumplirás tu promesa?

—Seguro que has pagado un alto precio por obtener ese contrato, ¿verdad? —preguntó Hilario dirigiendo una mirada profunda y complicada a la mujer que estaba cerca.

Eliana, exhausta, se quitó el abrigo sin fuerzas y respondió con indiferencia:

—Hmm.

Era cierto porque había corrido de un lado a otro entre el este y el oeste de la ciudad para conseguir lo que Roberto quería.

De repente, el hombre se levantó, emanando una intensidad helada, y se le acercó. Eliana percibió el peligro y retrocedió instintivamente un paso hacia atrás.

—¿Hiciste amor con él?

La interrogación la asustó. Antes de que pudiera reaccionar, Hilario agarró su mano y la arrastró hacia el baño sin darle opción a protestar.

Eliana fue obligada a dar unos pasos antes de gritar con miedo:

—¡Hilario, qué demonios pretendes hacer!

Solo recibió un silencio como su respuesta, junto con la ira que irradiaba del hombre.

Una vez en el baño, él abrió la ducha y la empapó de agua fría sin darle oportunidad de escapar. El agua fría la cubrió de inmediato, empapando su cabello y su ropa, dejándola hecha un desastre.

—Ya eres tan sucia y ¿todavía tiene la cara de regresar aquí?

—No… ¡no he pasado nada con Roberto!

Gritó Eliana mientras negaba con la cabeza constantemente, intentando a liberarse de su agarre. Sin embargo, su lucha aumentaba aún más la furia del hombre.

—Eliana Dolores, ¿no puedes vivir sin los hombres…? —interrogó Hilario.

—No… Em… Ah…

El agua helada se deslizaba despiadadamente por las pálidas mejillas de Eliana, mientras que se vio obligada a tragar todas sus explicaciones. Lo único que le quedaba era la interrogante aguda de Hilario y el frío penetrante…

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