Capítulo 164: Flirteo

-Algunos compañeros de la universidad están en Coralia, y al enterarse de mi llegada, han alquilado un crucero para darme la bienvenida. Ahora les presentaré a ustedes -dijo Lucia mientras arrastraba a Valentina hacia un lujoso yate.

A pesar de ser temprano, el ambiente en el yate ya estaba animado. La aparición de Lucia captó la atención inmediata de varios invitados.

-Lucia, te he estado invitando desde hace días y siempre estás ocupada. Hoy finalmente logramos coincidir.

Expresó Damián Hamilton, un joven perteneciente a una rama secundaria de la poderosa familial Hamilton, los magnates más influyentes de Coralia. Damián era conocido por su estilo de vida despreocupado, rodeado siempre de hijos de empresarios igualmente aficionados a la diversión.

La fiesta estaba llena de amigos de amigos. Entre la multitud, Valentina divisó a una persona en particular: Carmen, quien también se percató de su presencia.

-Vaya, si es nuestra señorita Lancaster.

Comentó Carmen, recién salida de una breve detención. Su padre, en un intento de enseñarle una lección, había cortado sus fondos, dejándola sin recursos. Si no fuera por Valentina…

-¿Así que se conocen? -preguntó Damián, curioso.

La mayoría de los presentes, ajenos a los negocios familiares, no reconocían a Valentina como la nieta adoptiva del lider del Grupo Valenzuela de Guadalajara.

-Claro que la conozco -respondió Carmen con una sonrisa sarcástica, dispuesta a disfrutar de cualquier vergüenza que pudiera causarle a Valentina-. Esta señorita Lancaster es más atrevida que cualquiera de nosotros aqui. ¿Saben quién es su marido?

El misterio en su sonrisa despertó el interés de todos, excepto de Lucía, quien frunció el ceño preocupada por si Carmen mencionaba a «don Mendoza. Pero la siguiente frase de Carmen relajó a Lucia…

-Trabaja en el bar Noche Estelar como… digamos, un caballero de compañía… jajaja.

Se burló Carmen, insinuando claramente que el esposo de Valentina era un gigoló. El comentario provocó una ola de risas y murmullos entre los invitados.

-Lucía, ¿cómo trajiste a alguien así? ¿Un gigoló es de tu agrado? Eso no es de nuestro nivel dijo Damián, burlándose, mientras miraba a Valentina con descaro. Su interés era evidente-.

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Señorita, supongo que tú y tu esposo no tienen problemas en divertirse por separado, ¿verdad?

La insinuación era clara. Valentina sintió una oleada de disgusto, no solo por el desprecio hacia ella, sino también por el menosprecio hacia su marido.

Las risas segulan resonando alrededor:

-¿Qué crees que la hizo casarse con un gigoló?

-¿Será que le encantaba su «talento» y no quería pagar?

-Yo creo que es… jajaja

Esos sonidos estridentes, como si Valentina fuera el chiste del día para ellos. Valentina miró a Lucía, quien no parecia tener intención de hacerles callar. De repente, Valentina esbozó una

sonrisa y se enfrentó a Damián.

-¿De verdad quieres saber?

Damián se quedó sorprendido, sin esperar esa pregunta.

-Claro, claro que quiero saber–dijo Damián, más interesado que nunca.

Valentina le hizo una seña con el dedo.

-Ven aqui.

Damián arqueó una ceja, echó un vistazo a los demás y se golpeó el pecho con aire de triunfo, como si presumiera a todos: juna belleza lo invita, qué suerte la suya!

En ese momento, los compinches de Damián empezaron a alentar:

-¡Señor Hamilton… Señor Hamilton… jajaja, Señor Hamilton… jajaja…!

Todos los ojos estaban puestos en Valentina y Damián, emocionados por presenciar la buena suerte del Señor Hamilton. Valentina sonreía discretamente. Cuando Damián llegó frente a ella,

preguntó.

-¿Y bien, preciosa, cómo piensas decirmelo?

-¿Cómo decirtelo? Déjame pensar… -dijo Valentina, mientras posaba su mano en el pecho de

Damián.

A través de la delgada tela, solo se sentía su blanda corpulencia, muy inferior a la de su esposo. Pero el contacto de Valentina hizo que Damián se estremeciera de deseo. Justo cuando disfrutaba de su fortuna, la sonrisa en el rostro de Valentina desapareció. Antes de que Damián pudiera reaccionar, Valentina lo agarró bruscamente del cuello, lo jaló hacia ella y luego le dio

una fuerte patada en sus partes Intimas.

-¡Ugh!-se escuchó un gemido de dolor.

Valentina sabia que su fuerza sería suficiente para hacerle sufrir un buen rato. Aflojó su agarre en el cuello de Damián, quien se dobló de dolor, retorciéndose en el suelo. El alboroto a su alrededor ceso de inmediato. Solo se escuchaban los lamentos de Damián.

Todos miraban a Damián y luego a Valentina, sin atreverse a hablar. Lucia tampoco esperaba que Valentina reaccionara asi. Ella habla planeado Intervenir en caso de que Valentina tuviera

problemas con Damián, pero la situación actual…

-¡Perra asquerosa!

Damián, pálido del dolor, gruñó entre dientes, furioso con Valentina.

-¿Qué esperan? ¡Átenla y tirenla al mar para que alimente a los peces!

Damián miró a sus amigos con expectativa. Carmen fue el primero en reaccionar, instando a los

demás.

-¡El señor Hamilton ha hablado, vamos!

De inmediato, los hombres presentes se dirigieron hacia Valentina. Ella estaba en guardia. Justo

cuando estaba lista para defenderse, Lucía, que había permanecido callada, intervino:

-Señor Hamilton, antes de tirarla al mar, tendrás que preguntarle a mi abuelo si está de acuerdo.

La voz de Lucía era calmada. Dada su identidad como señorita Valenzuela, incluso un estornudo

suyo era de importancia para los presentes.

-Lucía, ¿a qué te refieres? -preguntó otro heredero irresponsable.

Lucía levantó una ceja y tomó del brazo a Valentina.

-No mucho, solo queria presentarles a la nueva nieta adoptada de mi abuelo, pero Damián, ¿

cuál es tu intención?

Lucía miró a Damián con evidente disgusto. Las palabras de Lucía resonaban en la mente de todos los presentes. Presentarles a la nieta recién adoptada por don Raúl… ¿Acaso Valentina era la afortunada de la que los mayores de la familia hablaban estos dias?

Varios herederos irresponsables que planeaban secuestrar a Valentina y tirarla al mar

retrocedieron instintivamente al verla. En ese momento, un atisbo de miedo surgió en los ojos de Damián. La persona a la que acababa de molestar era la nueva nieta de don Raúl. Si su familia

se enteraba, no moriría, pero si sufriría un castigo severo.

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-Lo… lo siento mucho -se disculpó Damián, perdiendo toda su arrogancia anterior.

Valentina levantó una ceja.

-No te preocupes, quien deberia disculparse soy yo por hacer que el señor Hamilton se sintiera

incómodo.

Dicho esto. Valentina se soltó de Lucia y caminó rápidamente fuera del yate. No queria pasar ni

un momento más en ese lugar lleno de conflictos.

-Si hacen que mi hermana se enoje, ya no son mis amigos. Valen, espérame, vamos juntas –

dijo Lucía friamente, y salió tras ella.

Pero una vez fuera, el vasto mar que se extendía ante sus ojos hizo que Valentina frunciera el

ceño.

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