Capítulo 248: ¿A Dónde La Lleva?

Un estruendo rompió la tranquilidad de la noche. Desde un edificio lejano, Alicia observaba a través de sus binoculares cómo Valentina era arrollada por un automóvil. El vehiculo, en lugar de detenerse, parecia enloquecer; tras varios giros erráticos, regresó al camino y continuó su marcha hasta que finalmente se precipitó desde el puente hacia el agua.

La sonrisa en el rostro de Alicia se torno más siniestra. Tras la caída del auto al agua, dirigió su vista hacia la entrada del hotel. A pesar de ser noche cerrada, el estruendoso accidente no tardó en atraer la atención de los curiosos.

Valentina yacía en el suelo, aparentemente ajena al dolor, escuchando vagamente a alguien llamar a emergencias. Antes de perder la conciencia, vio un par de zapatos elegantes acercarse. Una voz masculina, profunda y agradable, ordenó:

-Llévensela.

¿Quién era él? ¿A dónde la llevaba? La imagen de su esposo cruzó por la mente de Valentina, pero sabía que no era él. Agobiada por el cansancio, Valentina se desvaneció completamente.

En la autopista hacia San Miguel de Allende, Santiago sentía su corazón latir aceleradamente, una presión asfixiante como si una mano estrujara su corazón. Era la primera vez que experimentaba un miedo tan profundo.

-Apúrate–le indicó a Thiago, su voz temblaba levemente.

Thiago, sintiendo la ansiedad de Santiago, aumentó la velocidad. Al llegar a San Miguel de Allende, la primera orden de Santiago fue localizar a Valentina. La tensión se palpaba en el aire

del vehículo.

Thiago recibió una llamada y, tras colgar, su expresión alarmada no pudo ocultar la gravedad de la noticia a Santiago, quien exigió saber:

-¿La encontraron? ¿Dónde está Valentina? ¡Habla!

La firmeza en las últimas palabras hizo que Thiago se estremeciera, sin atreverse a ocultar la

verdad:

-Señor, hubo un accidente cerca del Puente del Este hace unas horas. Sacaron un auto del agua: Marc estaba adentro, ya muerto. Y ese auto… alguien vio cómo atropelló a una mujer antes de caer al río.

-¿Y la mujer atropellada? -Santiago preguntó, notando un dolor punzante en su pecho.

-Alguien llamó a emergencias. Debieron llevarla al hospital más cercano, pero ahi no han admitido a ninguna victima de accidente recientemente.

-Busca en todos los hospitales de San Miguel de Allende, tenemos que encontrarla…. -Santiago no se atrevió a decir el nombre de Valentina, abrumado por el temor.

Su intuición le decía que la víctima del accidente era Valentina. La idea de que ella pudiera haber sufrido algo grave era insoportable.

-Valentina es fuerte, no le pasará nada malo se convencía a sí mismo.

Pero a pesar de buscar en todos los hospitales, Valentina no aparecía. Santiago utilizó todos sus recursos para acceder a las grabaciones de vigilancia del lugar del accidente, pero

misteriosamente, las cámaras de seguridad cercanas habían sido desactivadas en el momento

crítico.

La situación se tornaba cada vez más sospechosa. Mientras los hombres de Thiago seguian buscando, Santiago se dirigió personalmente a la morgue. Al llegar, no encontró el cuerpo de Marc, sino a Alicia saliendo con una urna funeraria entre sus manos, fingiendo una tristeza que no sentía. Al cerrar la puerta del auto, Santiago captó un destello de satisfacción en su rostro.

Conociendo a Alicia, Santiago actuó por instinto..

-Sigue ese auto–ordenó a Thiago.

-Si–respondió Thiago, y el vehículo se lanzó en persecución.

Alicia, sosteniendo la urna, esbozaba una sonrisa fría que helaba la sangre. Había cremado el cuerpo de Marc de inmediato para evitar cualquier imprevisto. Marc, probablemente, nunca supo que el accidente había sido una trampa. Ella había incitado su ira hacia Valentina, deseando que él fuera el instrumento de su venganza.

La noche anterior, habia presenciado el momento en que Valentina era arrollada… Incluso si la llevaban al hospital, dudaba que sobreviviera.

Alicia estaba rebosante de triunfo. Con una sonrisa astuta, sacó su celular y llamó a Aitana.

-Te felicito, Aitana -dijo Alicia, sin querer revelar demasiado. Una simple felicitación y Aitana entendería su significado.

Como esperaba, Aitana casi salta de la emoción. ¿Habría tenido éxito? Queria preguntar si Valentina había muerto, pero en ese momento se encontraba en la sala de la Villa Valenzuela.

con don Raúl, Lucía y el mayordomo Federico presentes. Debia moderar su entusiasmo.

Así, contuvo su excitación, pretendiendo que era una llamada más del montón.

-Mamá, ¿vendrán hoy? -Estaba preguntando indirectamente si Valentina y Marc habían sobrevivido.

-No, hoy es tu gran día, pero tu padre aún no termina de arreglar unos asuntos de trabajo. Después… sí, después te traeremos personalmente nuestras bendiciones.

Alicia acarició la urna funeraria sobre su regazo. Aunque Marc hubiera muerto, necesitaban dar explicaciones a la familia Valenzuela. Ya había hecho lo más difícil por Aitana, ahora solo

quedaba actuar un poco más.

Madre e hija se entendian perfectamente. Aitana captó el mensaje, fingiendo decepción.

-Está bien, solo cuidense mucho allá afuera.

Al colgar, todos en la sala dirigieron su mirada hacia Aitana. Ella enfrentó la preocupación de don Raúl con una mezcla de decepción y tristeza en sus ojos.

-Abuelo, papá fue a San Miguel de Allende con la intención de comprar algunas joyerías, pero parece que no han cerrado el trato, y hoy probablemente no logren volver… pero no sé por qué,

me siento muy inquieta…

Aitana fingia nerviosismo, preparando el terreno para lo que venía. Don Raúl, al ver su angustia,

la consoló de inmediato.

-¿Por qué temer? Si hoy no pueden llegar, organizaré otra cena en su honor para agradecerles

todo lo que han hecho por ti.

-Si, señorita, aún nos queda mucho por vivir -añadió Federico, tratando de animarla.

Bajo la consolación de don Raúl y Federico, Aitana recuperó su sonrisa después de un rato. Hoy era su gran día, y aunque el drama formaba parte de él, no quería perderse el acto principal. Lástima que Valentina no podría ver su triunfo. Aitana se deleitaba en su victoria interna.

Por otro lado, justo después de colgar, el auto de Alicia frenó bruscamente, lanzándola contra el respaldo del asiento delantero. Antes de que pudiera reaccionar, las puertas se abrieron. Dos guardias de seguridad imponentes la esperaban afuera.

Detrás de ellos, se presentó un hombre de estatura y presencia imponentes, con un rostro conocido para ella, pero cuya aura dominante distaba mucho de ser la persona que recordaba.

-Sácala del auto–ordenó Santiago con una voz helada.

Alicia, sin tiempo para resistirse, fue rápidamente extraída del vehículo por los guardias.

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