Capitulo 292. Endarle la Culpa a Valentina

Rauly

-Sva don Rats a la senorita Valen en el puente del jardin.

No hi falta que Valentina respondiera; las miradas de todos presentaban una acusación tácita, como siella fera la responsable directa de la tragedia de don Ratit.

Altana no podia ocultar un atisbo de satisfacción, Aunque su plan original se centraba en la muerte de don Raul para lograr sus objetivos, la situación incierta de este le ofrecia una oportunidad aún mejor: edilare la cuba a Valentina seria la cereza del pastel.

Con los puños cerrados y un torrente de emociones corriendo por sus venas, Allana se abalanzó sobre

Valentina.

-¿Como has podido? Don Raul te estimaba tanto, ¿cómo has sido capaz de traicionarlo de esa manera? La furia en sus ojos era evidente, como si quisiera hacerle pagar por no haber sido designada directoral de diseño de El Grupo Valenzuela Joyeria, posición que don Raúl habia mantenido a Valentina. En un amebat. Altana empujó a Valentina con todas sus fuerzas.

Valentina, tomada por sorpresa y sin tiempo para reaccionar, tropezó hacia atrás, luchando por mantener el equilibrio. Justo cuando parecia que caeria al suelo, unos brazos fuertes la atraparon por la cintura, evitando su caida y trayéndola de vuelta a un abrazo seguro. El aroma familiar le confirmó a Valentina quien era su salvador.

Mientras tanto, Diego se coloco junto a ella, sosteniendo su muñeca con firmeza, y Silvana, en un gesto protector, paso discretamente detrás de ellos. Esta escena solo sirvió para intensificar la envidia de

Aitana.

La forma en que don Mendoza y Diego protegian a Valentina era algo que no podía soportar. Aunque no conocia a Diego personalmente, recordaba que Lucia habla negociado con ella disculparse con el presidente del Consorcio Industrial Mexa a cambio de la posición de directora de diseno Aitana habla investigado un poco: la información sobre el presidente de Consorcio Industrial Mex. era escasa, pero hab a logrado encontrar una foto. Y ese hombre, el que ahora protegia a Valentina, era él. ¿Cómo se conocían Valentina y él? ¿Qué relación tenían para que él la protegiera asi? Las dudas inundaban la mente de Aitana mientras miraba a Valentina con una mezcla de ira y curiosidad. -¿Por que lo hiciste? -La acusación era clara en su rostro, sin necesidad de ocultar su enfado. Las preguntas resonaban en la cabeza de Valentina, que desde el momento en que vio a don Raúl caer, sintió un dolor agudo y persistente en su pecho. Aun ahora, se llevaba la mano al corazón, incapaz de ocultar el tormento en su expresión. Levantando la vista hacia Altana y enfrentándose a las miradas

acusadoras de los presentes, Valentina encontraba en cada una de ellas la misma pregunta: ¿por qué habria de empujar a don Raúl?

No ful yo–dilo Valentina con voz baja, con dificultad incluso para hablar.

-¿Que no fuiste tú? ¡No te permitiré que lo niegues!

Aitana no estaba dispuesta a dejar pasar la negación. Miró a las personas que hablan acusado a Valentina momentos antes.

-Ellas lo vieron, fuiste tú quien empujó al abuelo, ¿y ahora intentas defenderte?

Valentina se sintió completamente confundida. Santiago estaba a punto de hablar en defensa de Valentina, pero ella lo interrumpió.

-¿Ellas vieron? -¿Cómo podrían haber visto algo que ella no hizo?

Valentina recorrió con la mirada a las acusadoras.

-¿Vieron con sus propios ojos cómo yo empujaba al abuelo?

La primera en responder fue una criada, quien frunció el ceño al recordar el momento y, sin querer mentir, admitió:

-Solo vi a la señorita Valen hablando con Don en el puente del jardin, después de eso, no vi nada más.

-No habia visto ningún empujón.

-¿Y tú?-Valentina dirigió su mirada hacia otra persona.

-Yo Yo también solo vi a la señorita Valen hablando con Don, no vi nada más.

Luego fue el turno del siguiente.

-¿Qué viste tú?

-Cuando yo llegué, Don estaba solo en el puente.

Todos los presentes eran figuras destacadas de la sociedad. Después de un interrogatorio detallado, muchas cosas empezaron a aclararse.

-Si la señorita Lancaster se había ido y Don Raúl seguía allí, entonces no podria haber sido ella quien empujó a Don Raúl.

Alguien en la multitud habló en defensa de Valentina. Pero en ese instante, Aitana comenzó a llorar:

-¿Quién puede asegurar que ella no volvió?

Era una posibilidad.

-No, ella no volvió.

-No, ella no regresó.

Santiago y Diego hablaron al unisono, causando una mirada de duda entre los presentes. Intercambiaron una mirada y Santiago tomó la palabra:

-Ella habla salido a recibirme, y desde entonces estuvimos juntos todo el tiempo, hasta que olmos

gritos en el patio trasero.

-Es cierto, Valen salió a recibirme y desde ese momento no nos separamos–secundó Diego.

Ambos defendian a Valentina, pero en sus palabras parecía haber también una disputa subyacente. Recordando los eventos recientes, todos tuvieron que admitir que, efectivamente, Valentina no habia vuelto al lugar del incidente.

-Al parecer, la señorita Lancaster realmente no regresó.

Las acusaciones contra Valentina carecían de pruebas, y ahora alguien testificaba a favor de su ausencia, dejando a Aitana con una expresión sumamente desagradable en el rostro. Queria profundizar más en el asunto, pero se encontraba sin un punto por donde empezar.

-Abuelo, si él muere—Aitana volvia a llorar.

Para entonces, Valentina ya había dejado de preocuparse por si estaba siendo injustamente acusada, ya que en su mente no dejaban de surgir imágenes de don Raúl tendido en el suelo, con la cabeza ensangrentada. No podía contenerse más.

Valentina se aferró al brazo de Santiago.

-Quiero ir al hospital.

Santiago, comprendiendo su intención, no prestó más atención al resto y, abrazando a Valentina, se

alejó rápidamente del lugar.

Con el acontecimiento, los invitados comenzaron a retirarse bajo la coordinación de Lucia.

La Villa Valenzuela se sumió en silencio, dominada por una atmósfera siniestra.

En el Hospital Serenidad-

Alonso esperaba fuera del quirófano. Santiago había reunido a los mejores especialistas, incluido el médico personal de don Raúl, todos presentes en el quirófano. Valentina, al bajar del auto, corrió hacial adentro. Al ver a Alonso, Valentina preguntó de inmediato.

-Alonso, ¿cómo está mi abuelo?

La respuesta fue un silencio pesado y preocupado. Alonso aún no tenía noticias. Todo lo que podía

hacer era tranquilizar a Valentina.

-No te preocupes, a los buenos les va bien, no le pasará nada.

-Si, no le pasará nada. -Valentina, fijando su mirada en el letrero de «En cirugia murmuraba para sl.

ギル

Por alguna razón, Valentina de repente sintió un escalofrio,

Se estremeció y Santiago, al darse cuenta, rápidamente se quitó su chaqueta y la puso sobre los hombros de Valentina, ayudándola a sentarse en una silla cercana. Pero incluso con la chaqueta. Valentina sequía sintiéndose fria. Ese frio que emanaba desde el interior era casi incontrolable.

-Esta bien, está bien.

Santiago la abrazaba, permitiéndole apoyarse en él mientras la consolaba en voz baja. Sin embargo, la expresión de Valentina se volvia cada vez más agitada.

Se aterraba a la chaqueta, sus nudillos se volvian blancos por la fuerza que ejercía, pero eso no lograba contener la creciente sensación de culpa, preocupación y auto–reproche.

-Es mi culpa es mi culpa…

Si no hubiera dejado a su abuelo solo en el puente y se hubiera ido por su cuenta, nada de esto habría sucedido.

Cuando se marchó, claramente le dijo a su abuelo que volvería después de recoger a alguien. Él seguramente la estaba esperando. Caer desde esa altura, sin importar cómo ocurriera, debía haber sido muy doloroso.

-Es mi culpa es mi culpa…

Con cada palabra que Valentina pronunciaba, su corazón se desgarraba con un dolor insoportable. Lucia y Aitana llegaron justo a tiempo para escuchar sus palabras. Inmediatamente, sus rostros se llenaron de animosidad una vez más.

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