Diario de una Esposa Traicionada por Rocio H. Gómez -
Diario de una Esposa Traicionada Capítulo 237
Capítulo 237
Capítulo 237
Esperándolo regresar a casa por las noches, y al abrir los ojos por la mañana, podía verlo durmiendo a mi lado. Esa sensación de felicidad, alguna vez me hizo caer profundamente. Pero una vez que la ilusión se desgarraba, ya no había vuelta atrás, incluso llegué a pensar que en aquel entonces era ridiculamente ingenua. El solo me estaba dando largas, y yo, en cambio, sentí verdadera alegría… Un sabor amargo subió desde el fondo de mi corazón hasta mi nariz, giré la cabeza, inhalé y no continué la conversación. Ni siquiera sabía qué más decir. ¿Compadecerme? ¿O aprovechar para maldecirlo? Nada de eso tenía sentido.
El exhaló profundamente: “Ahora, me doy cuenta… que Victoria también parece diferente de lo que recordaba.”
Fruncí los labios levemente: “¿Cuántos años tenías cuando ella tuvo el accidente tratando de salvarte?”
“12 años.” Isaac lo recordaba muy claramente, sin dudarlo respondió.
No pude evitar murmurar: “No es de sorprender que fuera tan fácil de engañar.”
Un niño de primaria, que podría ser engañado hasta para contar dinero después de ser vendido. Mucho menos para una persona viva que, en su intento de salvarlo, terminó en una cama de hospital, sumado a los constantes consejos de Jaime. Y con los métodos de Victoria, casi podía imaginar cómo trataba a Isaac después de casarse en la familia Montes, seguramente con cuidados y atenciones en cada detalle. Esperando que Isaac, eventualmente, pudiera ofrecerle una vida aún más lujosa. Sería mejor si también pudiera casar a Andrea en la familia.
“¿Qué dijiste?” Isaac no entendió mis palabras y preguntó confundido.
Disimulé: “Nada, nada. Entonces, ¿qué es lo que encuentras diferente en Victoria?”
“Sabiendo lo de Jaime y Andrea, aun así quiere que me case con Andrea.” La voz de Isaac era fría, con un tono difícil de descifrar.
Me sorprendió, que madre e hija pudieran reconciliarse era realmente inesperado. Hacía apenas unos días estaban peleando en el registro civil, y ya habían llegado a un acuerdo.
Me reí un poco, y dije bromeando: “¿Y qué tal Abril? ¿Una esposa principal y una consorte?”
“Cloé…”Él me miró con resignación, pero había un destello de ternura en sus ojos, como prometiéndome: “No me casaré con nadie. No escuches ni creas lo que dicen los demás.”
Me quedé sorprendida, apretando inconscientemente la palma de mi mano: “Con quién te cases ya no me concierne, no necesitas explicarme nada.”
Tras decir eso, miré la hora y le pedí que se fuera: “Es tarde, mañana tengo cosas que hacer, mejor vete.” Era mejor mantener cierta distancia entre ambos.
Isaac permaneció en silencio por un momento, pero acostumbrado a ser dominante, claramente no pudo soportar que lo echara repetidamente, levantándose incómodo, con pasos vacilantes, dijo:
“El dinero, te lo transferiré, pero no tienes permitido vender la casa.”
Probablemente por la bebida, sus ojos estaban húmedos, y su voz un poco ronca.
Una vez más me negué, perdiendo la paciencia: “Ya te dije, no lo necesito. Qué hacer con la casa es mi asunto, no te incumbe.”
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Capítulo 237
“De todas formas, no lo permitiré.” El hombre me miró profundamente, dejando esas palabras antes de
darse la vuelta y marcharse.
Al día siguiente, al despertar, viendo el aumento en mi saldo bancario, me sentí molesta.
Letícia se preparaba para acompañarme a elegir una oficina, dejando el almuerzo que había traído especialmente para mí y tomando mi teléfono para contar. Cuanto más contaba, más brillaban sus ojos: “Uno, diez, cien, mil, diez mil, cien mil, un millón, padrino rico…!”
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