Diario de una Esposa Traicionada por Rocio H. Gómez
Diario de una Esposa Traicionada Capítulo 69

Capítulo 69

Ese asunto ya lo había dejado atrás en mi mente. No podía creer que él todavía lo recordara.

ey

Me sequé la cara con una toalla suave y le dije: “No es necesario, estoy bien.”

Él frunció el ceño y preguntó: “¿No te sentias mal anoche?”

No podía decirle que el médico había recomendado no tener relaciones sexuales durante los primeros tres meses del embarazo. Así que me limité a dar una excusa vaga: “Ya estoy mejor.”

Él se mostró escéptico: “¿De veras?”,

Si iba, sin duda sería a la clínica privada de Montes Global Enterprises, por un acceso especial. No tendria que hacer cola y los resultados de los exámenes saldrian rápidamente. Pero eso solo haría más difícil ocultar mi embarazo. No iría por nada del mundo.

Evité su mirada mientras le decía: “No quiero ir, no me gusta ir al hospital.”

“Cloé.”

Isaac entrecerró los ojos preguntándome con algo de duda: “No estarás escondiéndome algo, ¿verdad?” Me preguntó tan de repente que, nerviosa, dejé caer el producto de cuidado de piel sobre la superficie de mármol, casi haciendo que mi corazón se detuviera del susto. Era demasiado obvio que estaba ocultando algo.

Se acercó, me giró hacia él, sus oscuros ojos parecían querer ver a través de todo y preguntó otra vez: “¿Realmente estás escondiendo algo?”

“Isaac…”

Él vaciló, luego frunció ligeramente los labios y dijo: “¿Estás enferma?”

No pude evitar suspirar a modo de alivio: “Sí, así que mejor nos divorciamos pronto y que nadie interfiera con el otro.”

“¡Eso es imposible!”

De repente elevó su tono de voz, con un temblor apenas perceptible, y me tomó de la mano para sa

“Isaac, ¿qué haces?”

“Ir al hospital.”

Tiró de mi con fuerza, haciéndome daño en la muñeca.

Pero no me enojé en cambio le pregunté: “¿Qué te asusta tanto? ¿Temes que me muera?”

Tan pronto como terminé de hablar, se giró bruscamente hacia mí, con una expresión sombria y entre dientes dijo: “Si te atreves a morir, después de enterrarte, sacaré tus cenizas para enterrarlas en el mausoleo de la familia Montes.”

Su tono severo me sorprendió, y luego no pude evitar reirme con frialdad diciéndole: “Estás loco.”

Actuaba como si realmente le importara. Si no fuera porque estaba bien clara, hubiera pensado que se había enamorado de mi.

El rostro de Isaac se oscureció aún más, pero no solta mi mano, en cambio me dijo: “Vamos al hospital.”

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Si seguia negándome, era muy probable que él revisara directamente mi historial médico. Tanto si lo estiraba como si no, seria lo mismo. Con resignación, hablé con voz temblorosa: “Entonces vamos.”

¿Estás muy nerviosa?”

“No.”

No era nerviosismo, era miedo. Pero no tenia otra opción.

En el camino al hospital, estuve distraída todo el tiempo, pensando qué haría si se enteraba de mi embarazo. ¿Podría divorciarme después de la gran celebración del cumpleaños ochenta del abuelo?0 tal vez… ¿Permitiría que tuviera el bebé, trayendo conflictos a su vida y la de Andrea en el futuro? Al pensar en eso, senti un escalofrio recorrer mi cuerpo. Mirando a Isaac, que conducía con la mandibula tensa y claramente de mal humor, me senti aún más insegura.

Aunque era solo un chequeo de rutina, en el hospital fuimos recibidos personalmente por el director,

“No me harán una tomografia.” Al decidir los exámenes, tomé la palabra.

Isaac preguntó: “¿Por qué?”

“Acabo de hacerme una en el chequeo de la empresa, ¿para qué exponerse a más radiación sin necesidad?”

Terminé de hablar y, temiendo que sospechara, estaba a punto de añadir algo cuando Isaac miró al director y le preguntó: “¿Se podria detectar cualquier problema en su cuerpo con los otros exámenes?” “Los otros exámenes también son suficientes, presidente Montes.” Dijo el director.

“Está bien entonces.” Isaac pareció relajarse un poco.

Aproveché para decir: “Y el ultrasonido, también me lo hice recientemente…”

Normalmente, solo un ultrasonido podría revelar mi embarazo. Si podía evitar ese examen, no tendria de qué preocuparme.

Inesperadamente, Isaac frunció el ceño y preguntó: “¿El ultrasonido también tiene radiación?”

Me quedé callada.

Mientras el director iba a instruir a los médicos sobre los exámenes, no pude evitar decir: “I preocupas tanto por mi salud, ¿temes que la gente diga que causaste la muerte de tu espos

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