Esposa -
Capítulo 13
LA PORTA
La zorra
-¿Conocerlo?– cuestiono frunciendo el ceño, desconcertada- ¿Por qué tendría yo que conocerlo?
-Simple–expresé con una casual sonrisa mientras buscaba en mi bolsa, algunas pruebas que me ayudaran a verificar mi identidad, como por ejemplo mi identificación, la que mi padre me había tramitado y en la cual ahora ya se podía leer el apellido Sallow junto a mi nombre. También llevaba conmigo aquella tarjeta ilimitada con mi nombre impreso que Arthur me había dado para cumplir cada uno de mis caprichos, quizás con la idea de que jamás le pidiera nada, ademas de una fotografía que nos habían tomado juntos al firmar el acta de matrimonio que nos ataba hasta que uno de los dos cediera o en cualquier caso, muriera.
Entonces saque mis pequeñas pruebas y aunque todo ahí era auténtico, un miedo extraño me invadió al pensar que aquella mujer podía llegar a suponer que mis pruebas eran falsas y yo una estafadora que quería un poco más de atención al asegurar que mi esposo era un hombre bastante importante, su jefe, por así decirlo. -El nombre de mi esposo es Arthur Sallow
La señorita Taylor tomo la fotografía entre sus manos, la miro con el ceño fruncido, me miro y luego tomo mi tarjeta. Se aclaró un poco la garganta y sonrió.
-Si te soy, sincera, es la primera vez que escucho algo como esto- menciono, pero sus palabras no me brindaron ningún tipo de seguridad, es decir, era más que obvio que no me creía o mejor dicho, que no quería creerme–¿Qué tal si continuamos hablando de tu marca?
Senti un escalofrío helado que recorrió toda mi espalda erizando cada pequeño y casi imperceptible bello que aún conservaba. Incluso sentí que necesitaba tragar saliva, pero de pronto la que tenía en el interior de mi boca se había desvanecido, era como estar en el intenso calor del desierto, con una sed intensa que me vi en la necesidad de beber de un sorbo el café que me había dado minutos atrás.
-Dinos. ¿Hace cuento tiempo que estás interesada por la moda?– enseguida cambio de tema, como si quisiera reanudar las mismas preguntas básicas que había estado realizando al inicio de la entrevista, pero su voz ya no era exactamente
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La Tona
amable, sino más blen firme y rígida, no podía asegurar nada, pero me parecio quel estaba sumamente enfadada e Intentaba ocultarlo con una sonrisa forzada.
Sin pensarlo dos veces, tome las cosas que habla sacado de ml bolsa y las guarde sin responder a su pregunta. Luego me levante de ml lugar, cosa que talvez aquella mujer no esperaba que hiciera, puesto que alzo las cejas un tanto sorprendida, pero al esas alturas de mi vida, en donde habla aprendido a no permitir que la gente me tratara como asi se le viniera en gana, sentí que debia defender mi pequeña y frágil dignidad.
Me había equivocado y mucho. ¡Maldición!
¿Cómo es que había llegado a pensar que esa revista, donde todo el mundo conocía a Arthur, permitirían exponerlo y decir la verdad del hombre que era?
Tenía un enorme nudo en la garganta, quizás no por sentirme menospreciada por esa mujer, sino por el hecho de no poder cumplir mi venganza. Todo lo que había planeado se había venido abajo en cuestión de segundos ¿Por qué?
-¿Disculpe? La entrevista aún no termina- todavía tuvo la valentía de preguntarme por qué parecía que pretendía irme.
-Quizás
para usted, pero para mi ha sido suficiente. No voy a permitir que me traten como si fuera una loca mentirosa–dije, aunque no esperaba que mis palabras salieran de forma tan brusca descontrolada. Habría pensado algo que decir, pero aquello me había salido del corazón, así que solo comencé a caminar lejos de ahí.
-¿Señorita Christine?– elevo un poco la voz para llamar mi atención, pero sin la más mínima intención de rogarme o pedir disculpas por ofenderme.
Escuche mi nombre varias veces mientras caminaba hacia el ascensor, por suerte. para mí no fue necesario siquiera el tener que esperarlo, porque un par de empleadas de aquel piso lo hicieron por mi. Estaba tan enfadada que comencé a desesperarme mientras el ascensor bajaba. ¿Qué iba a hacer a partir de ese momento?
Tenía ganas de llorar, pero no lo haría ahí, era demasiado vergonzoso, no solo porque esa mujer prácticamente me había humillado, sino porque no estaba sola. Ahi adentro se encontraban las dos mujeres que habían estado esperando el ascensor cuando yo había llegado, pero a pesar de mi presencia había decidido ignorarla. hablando de esa tipa y su nueva conquista. ¿Qué diablos me iba a interesar a mí la
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La zorra
vida de esa estúpida?… eso pensé.
Habría seguido enfadándome, echando chispas imaginarias, pidiendo al mismísimo destino que ojalá esa mujer tuviera que sufrir la misma humillación que yo había tenido, quizás eso de vengarme de la gente que me dañaba o hería, estaba
haciéndose una costumbre mia, pero era la única manera de sentirme bien, la única forma de no sentir que la vida se me venía encima y me aplastaba con mucho dolor. -¿Con el señor Sallow?– dijo una voz femenina no muy lejos de mí.
-Es lo que oí- le explico la otra joven morena, pero simplemente no entendía a que se referían. Había dejado de escucharlas mientras tenía una pelea con mi propio orgullo.
-¿Se acostaron?– continuo la otra, esta vez echándome un ojo, quizás sospechando que la estaba escuchando, así que tuve que aparentar que estaba realizando una llamada.
-Por favor. ¿Con quién diablos no se ha acostado ya?– cuestiono la otra en tono de burla.
-¿Te refieres al señor Sallow o a Taylor?– le respondió su amiga.
-Los dos- concluyo la otra mientras ambas soltaban una pequeña carcajada, así que cuando se abrieron las puertas en recepción y aquellas chicas, que sospeche, eran secretarias, se fueron. Finalmente, entendí el disgusto de aquella mujer. ¡La muy zorra se estaba acostando con mi marido!
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