Capítulo 4

Después de su tristeza, Ainhoa recogió sus cosas rápidamente y se marchó sin mirar atrás.

En otro lugar.-

Como un relámpago, un Rolls–Royce Cullinan negro cruzaba las calles animadas de la noche de la zona de Tribunal. En la mente de Enzo solo resonaban las firmes palabras de Ainhoa diciendo “rompamos“.

¿Solo por no celebrar su cumpleaños? ¿Solo porque se puso celosa? Así que quería terminar con él. Al parecer tendría que manejar ese carácter fuerte que tenía. Enzo, furioso, arrancó su corbata y la lanzó a un lado. El timbre del móvil sonó varias veces antes de que finalmente respondiera: “¿Qué pasa?”

Del otro lado se escuchó una voz despreocupada y rebelde.

“¿Qué haces que no contestas el teléfono?”

“¡Conduciendo!”

Pol Cortés rio con malicia y le preguntó: “¿Qué auto? ¿El de la secretaria de la Vega? ¿Te interrumpo?”

“¿Estás muy ocioso?” Le dijo Enzo.

“No, solo preguntaba. ¿Vienes al Teatro Barceló? César invita hoy.”

Diez minutos después.

En el Teatro Barceló.

Pol le pasó a Enzo una copa de vino y lo miró con una sonrisa maliciosa diciéndole: “Estás con la cara larga hasta el suelo, ¿qué pasó, discutiste con Ainhoa?”

Enzo lo miró fríamente y preguntó: “¿Nunca has visto a una pareja discutir para fortalecer su relación?”

“¡Oh! ¿Así que es ‘amor‘, con el tiempo, te has enamorado de ella?”

Pol enfatizó la palabra con intención, con una sonrisa pícara y salvaje en la cara.

Enzo, sin piedad, le dio una patada mientras le gritaba un: “¡Lárgate!”

“Está bien, me voy, pero no digas que no te adverti. Si te gusta Ainhoa, mejor pon límites. claros con Irene, no corras a su lado con cada llamada, o si pierdes a tu chica, no vengas a llorarme.”

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Enzo frunció el ceño y le dijo frustrado: “Ya te dije que ella no es una amenaza, pero ella

no me cree.

“Cualquier mujer dudaría, Irene ha sido tu amiga de toda la vida, con un compromiso desde niños. ¿Has visto a alguna mujer que tolere que su hombre siempre corra hacia su amiguita de la infancia?”

Enzo sacó un cigarrillo de la caja y lo encendió, inhalando profunda y lentamente. Sust ojos oscuros se volvían más sombríos mientras intentaba decir: “Yo y ella…”

No terminó la frase cuando la puerta del salón privado se abrió. César García entró con Irene en el brazo y dijo: “Disculpen, Irene está un poco alterada hoy, la traje conmigo, ¿no les importa, verdad?”

Pol lanzó una mirada a Enzo, que tenía un semblante oscuro, y sonrió con apuro.

“Claro que no, tu hermana es como mi hermana, Irene, ven y siéntate aquí con tu hermano.”

Irene tenía una sonrisa dulce y pura en su rostro, sin mostrar ninguna intención oculta y dijo: “Estás justo frente al aire acondicionado, hace demasiado frío. Me siento aquí está bien.”

Luego, se sentó al lado de Enzo. Sacó una pequeña caja elegante de su bolso y la puso frente a Enzo diciéndole: “Enzo, la última vez, por salvarme, faltaste al cumpleaños de tu novia, ¿no se enojó contigo?”

Enzo respondió con indiferencia: “No lo hará.”

“Eso está bien, esto es un lápiz labial que le compré para pedirle disculpas. Si tiene algún malentendido, puedo explicárselo en persona.”

Enzo ni siquiera miró y rechazó la oferta: “No es necesario.”

Al escuchar eso, los ojos de Irene se llenaron de lágrimas al instante.

“Enzo, ¿estás molesto conmigo por interrumpirte tanto? Pero yo tampoco quiero, es solo que cuando tengo un ataque, no puedo evitar querer llamarte.”

Dicho eso, las lágrimas gruesas comenzaron a rodar por sus mejillas. Enzo la miró de reojo, frunciendo el ceño. Guardó el lápiz labial en su bolsillo y dijo en voz baja: “Lo aceptaré por ella.”

Inmediatamente, el semblante de Irene cambió de nublado a despejado, y sonriendo, le sirvió a Enzo una copa de vino diciendo: “Enzo, prueba este vino, mi hermano lo consiguió en una subasta en el extranjero, es de ’82.”

Cuando le pasó la copa a Enzo, sus dedos tocaron casualmente su muñeca. Enzo se

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apartó de inmediato, aplastando el cigarrillo en el cenicero. Dijo con un tono desapasionado: “Déjalo ahí.”

Irene vio su rechazo y un destello frío cruzó por sus ojos. Pero rápidamente volvió a su aspecto dócil y comprensivo.

César, sosteniendo su copa, chocó la suya con la de Enzo y dijo: “Aún no conozco a tu novia, tráela un día para que nos reunamos.

Pol sonrió maliciosamente e interrumpió: “Quizás no sea posible por ahora, están peleando.”

César miró la cara sombría de Enzo y, sonriendo, dijo: “Si hay pelea, hay pelea, con un poco de cariño todo se arregla. No seas como aquel marido de la chica a la que ayudé el otro día. Ella estaba teniendo una hemorragia severa por un aborto espontáneo y a punto de morir, y cuando lo llamó, ni siquiera respondió el teléfono, porque estaba con otra mujer.

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