Capítulo 42

La mirada helada de Enzo se posó sobre Ainhoa. Con un tono que no admitia réplica, dijo: “Pidele disculpas!”

Ainhoa lo miro con frialdad. Enzo ni siquiera preguntó, simplemente le exigió que se disculpara. ¿Hasta qué punto creia clegamente en las palabras de Irene? Ainhoa ya había sufrido en varias ocasiones el favoritismo de Enzo. Antes, verlo actuar así le dolia el corazón. Ahora, solo sentia un frio glacial en su interior.

Miró a Enzo friamente y con dignidad dijo: “¿Por qué tendría que disculparme por algo que no he hecho? ¿Acaso el presidente Castro quiere forzarme a confesar?”

“Ainhoa, te doy un minuto para disculparte con ella, o si no, atente a las consecuencias.” Aseveró Enzo.

Ainhoa soltó una risa fría y dijo: “¿Acaso hay alguna consecuencia, presidente Castro, que no haya tenido que asumir yo sola?”

El la arrastro sin preguntar a donar sangre para Irene, casi haciéndola desmayar en el hospital. Acusó a su padre injustamente y la metió en prisión, forzándola a tener esa relación indebida con él. Si no hubiera sido por su constante parcialidad hacia Irene, ella no se habría atrevido a ser tan desvergonzada con Ainhoa. Ainhoa lo miro desafiante, apretando sus pequeñas manos en puños. Sí, ella habia golpeado a Irene, pero no lo admitiria. Le haria probar a Irene el sabor de ser mordida sin pruebas. Mientras discutian sin llegar a un acuerdo, la puerta de la oficina se abrió.

Patricia entro riendo mientras decia: “Señora de la Vega, dijiste que me prepararías un café, ¿por qué has tardado tanto?”

Se acercó a Ainhoa y, tomando su mano, intentó llevársela. Al ver a la señora mayor tan cariñosa con Ainhoa, la señora Castro se quedó de piedra. Sin salir del asombro preguntó: “Suegra, ¿la conoce?”

Patricia la miró sorprendida y dijo: “¿Y por qué no podria conocerla?

Echo un vistazo alrededor y preguntó perpleja: “¿Qué estáis haciendo? ¿Por qué tenéis esas caras tan feroces? ¿Estáis interrogando a un criminal?”

“Madre, Ainhoa acaba de golpear a Irene, estamos exigiéndole que se disculpe. No nos interrumpa.” Reclamó la madre de Enzo.

Patricia miró la cara de Irene y fingió preocupación: “Ay, debe doler mucho haber sido golpeada así. ¿Cuándo te golpeó la señora de la Vega?”

Irene respondió con lágrimas en los ojos: “Hace media hora, en el baño.”

De repente, Patricia soltó una risa fria: “Irene, cuando acusas a alguien, tienes que elegir el momento adecuado. Hace media hora, la señora de la Vega estaba conmigo en la sala de entretenimiento viendo una pelicula. ¿Cómo pudo haberte golpeado?”

Irene se quedó sin palabras, y con voz lastimera dijo: “Patricia Castro, mi cara está hinchada, ¿cree que estoy mintiendo?”

Patricia sonrió con intriga: ¿Y si estás celosa porque Enzo está cerca de la señora de la Vega y, para inculparla, te golpeaste tú misma?

“Patricia, si me hubiera golpeado yo misma, ¿cómo podría haber sido tan cruel?” Se defendia Irene sin resultados.

Entonces Patricia recordó: “¡Ay! La última vez que te lesionaste el brazo fue peor que esto. Si no fuera por la sangre que la señora de la Vega te dono, ya estarias muerta.”

Irene comenzó a explicar entré lágrimas: “Señora, yo no…”

Patricia no la dejó terminar y con una risa fria dijo: “Puede que esté vieja, pero no estoy ciega, a diferencia de algunos que son jóvenes y ya no ven bien. Si hubiera sabido que esto iba a pasar, no habría curado su ceguera.”

Capitule

Dicho esto, se llevó a Ainhoa fuera de la oficina.

Irene nunca había sufrido tal humillación, y llorando se refugló en los brazos de la señora Castro: “Tia, tiene que defenderme, si no se aclara esto, no podré vivir en paz.” Le decia.

La señora Castro la consoló: “Tranquila, ahora mismo mandaré revisar las cámaras de seguridad, a ver qué más puede decir Ainhoa.”

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