Mi Frío Exmarido (Amelia y Dorian) novela completa
Mi Frío Exmarido Capítulo 376

Capítulo 376

No tenía idea del problema que había entre ellos y mucho menos que Eduardo había ingresado al hospital por un derrame cerebral provocado por el estrés con Dorian. Solo sabía que estaba internado, nada más.

Dorian tampoco dijo más, regresó a su oficina y apenas se sentó en su escritorio, el teléfono sonó: era Pamela.

Apenas contestó, la voz llorosa de Pamela se escuchó al otro lado de la línea: “Hermano, a papá le ha vuelto a sangrar la cabeza, ahora mismo lo volvieron a llevar al quirófano.”

“Entendido.” Dijo con calma, colgó y salió de la oficina.

Yael, que apenas se había sentado, vio a su jefe salir apresuradamente de la oficina y rápidamente se puso de pie, queriendo seguirlo instintivamente.

“No necesitas acompañarme.” Lo detuvo, “Cuando Serena regrese, asegúrate de cuidarla.”

El asistente entendió: “Está bien.”

Dorian fue directo al hospital, de nuevo esperando fuera del quirófano.

Cintia estaba destrozada, llorando sin consuelo. Al ver a Dorian llegar, no pudo contener su emoción y lo culpó por haber estresado a Eduardo esa mañana.

Dorian la miró fríamente y Cintia intimidada, se retractó.

Pamela miró preocupada a su hermano.

La expresión de Dorian era terrible, difícil de leer si era por la condición de Eduardo o por las escenas de Cintia.

“¿Hermano?” Lo llamó preocupada.

“¿Qué dijeron los doctores?” Dorian preguntó, mirándola.

Pamela negó con la cabeza: “No han dicho nada, solo que necesitan estabilizarlo primero.”

Dorian asintió, sin decir más.

Pero su rostro seguía mostrando la misma severidad.

Una severidad nunca vista antes.

Pamela tampoco se atrevió a hablar más.

Afortunadamente, la cirugía de Eduardo no tomó mucho tiempo esta vez. El sangrado estaba bajo control y no fue necesaria una segunda cirugía, solo tuvieron que hacer una punción para drenar.

Pero su condición era muy inestable.

Cuando lo sacaron del quirófano, el médico les advirtió con seriedad que no debían estresar al paciente.

“Está bien, gracias, doctor.”

Dorian agradeció en voz baja al médico y observó cómo se alejaban con Eduardo, sin seguirlos.

Se sentó solo en el banco junto a la puerta del quirófano, con el rostro inexpresivo.

No se sabe cuánto tiempo estuvo sentado, cuando de repente alguien ocupó el asiento a su lado.

“Hermano.” La voz preocupada de Pamela resonó en sus oídos.

“¿Qué?” Respondió él brevemente, sin mirarla.

“No te culpes por esto.” Pamela le dijo suavemente, “Lo que le pasó a papá fue resultado de varias cosas…” “No me culpo.” Dorian la interrumpió, “Él se lo buscó.”

Pamela no dijo nada.

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Dorian ya se habia puesto de pie.

“Te dejo a cargo aqui, cualquier cosa lámame.”

Dicho eso, se fue.

No volvió a la empresa, tampoco a casa.

Su estado actual no era el adecuado para enfrentarse a Amelia y Serena.

Sentia un fuego en su pecho, una mezcla de preocupación, arrepentimiento e impotencia que no podía desahogar. Donian no sabia qué atroces cosas le había hecho a Eduardo en una vida pasada para tener que ser su hijo en esta y pagar viejas deudas.

Ni siquiera tenian la oportunidad de tener una comunicación normal.

Claramente, el culpable era Eduardo y sin siquiera esperar que Dorian lo buscase, él mismo había flirteado con la muerte una vez más.

Dorian condujo sin rumbo, con las ventanas del coche completamente bajadas, dejando que el fuerte viento entrara y desordenara su cabello.

Por la noche, en lugar de ir a casa, solo envió un mensaje a Amelia, pidiéndole que cenara con Serena, ya que tenía un compromiso y volveria tarde.

Amelia respondió con un simple “Ok“.

Dorian fue a casa de Rufino.

Tan pronto como entró, se dirigió directamente al bar, sacando una botella de tequila.

“¿Qué pasó?” Su amigo se acercó preocupado, “¿Por qué vuelves a beber?”

Recordaba que la última vez que Dorian bebió fue por Amelia.

¿Pero ahora no está viviendo con ella?

“Nada.”

La respuesta de Dorian fue una palabra simple y serena, pero ya había tomado la botella, destapado el corcho y se sirvió un vaso lleno de vino, que luego levantó y se lo tomó de un solo trago.

Luego vino el segundo vaso.

“Ya, ya, con dos tragos basta, dijo Rufino, acercándose para detenerlo, “Tu papá todavía está en el hospital, si pasa algo en medio de la noche y te necesitan, no vas a poder si estás borracho.”

“¡No me hables de él!”

Después de decir eso, Dorian se sirvió otro vaso y de nuevo lo bebió de un trago.

Cuando terminó, el vaso en su mano cayó con un “pum” sobre la barra de mármol, rompiéndose el delicado tallo del vaso con un chasquido.

Rufino no pudo evitar mirar a Dorian: “¿Qué pasó exactamente?”

Él guardó silencio por un momento: “Tuvo otra hemorragia y tuvieron que intervenir de urgencia.”

“¿Y cómo está ahora?” Rufino preguntó preocupado.

“Está muy mal. Estar vivo o morir, depende de su suerte,” dijo Dorian, tomando la botella para servirse otra vez, pero al acercarla al vaso roto, simplemente arrojó el vaso, tomó la botella y se la bebió de un trago, luego lanzó la botella y apoyándose en el sofá, se sentó en el suelo.

Rufino se sentó también en el suelo frente al sofá, sin saber cómo consolarlo, simplemente le dio unas palmadas en el

hombro en silencio.

“A veces pienso que sería mejor si muriera y ya,” finalmente dijo Dorian con voz ronca, “pero la educación que he recibido durante años y mi conciencia, me dicen que es por mi culpa, que su situación actual está relacionada

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conmigo. Es mi padre biológico, si le pasa algo, sería como si yo lo hubiera matado.”

“No te preocupes, seguro que se pondrá bien. Tu viejo es duro, Rufino lo consoló dándole unas palmadas en el hombro.

Pero sabía lo inútiles que eran sus palabras.

Si algo le pasaba al padre de Dorian, temia que su amigo no pudiera superar esa barrera emocional.

Él no dijo nada más, simplemente tomó otra botella de vino y comenzó a beber lentamente.

Rufino no lo detuvo.

El pequeño gato a un lado los observaba con ojos redondos y curiosos.

Rufino vivia solo y se aburría, así que tenía un gato para hacerle compañía y jugaba con él cuando tenía tiempo.

Normalmente, para observar cómo comía, incluso había instalado cámaras de vigilancia en la sala.

Pero ahora con un ser humano a su lado, no tenía tiempo de cuidar al gato, así que lo mandó a alejarse con un gesto de la mano y se volvió hacia Dorian.

Quizás por beber con el estómago vacío, el rostro de su amigo se puso pálido después de beber media botella.

Dejó la botella y se levantó para ir al baño.

No pasó mucho tiempo antes de que se escucharan fuertes vómitos.

Rufino fue rápidamente a ver cómo estaba: “¿Estás bien?”

Dorian asintió con la cabeza.

“Estoy bien,” dijo con voz ronca, abriendo el grifo y recogiendo agua para enjuagarse la boca.

“Voy a descansar un rato,” dijo Dorian y ya se estaba yendo a la habitación de huéspedes.

Rufino preocupado, lo siguió: “¿No quieres que vayamos al hospital?”

“No es necesario.”

Después de decir eso, cerró la puerta.

Pero Rufino no podía dejar de preocuparse, se quedó parado en la puerta, caminando de un lado a otro, temiendo que Dorian tuviera un problema, pero entrar directamente parecía excesivo.

Justo en ese momento de ansiedad, sonó el teléfono móvil de Dorian, que estaba en la mesa de café.

Rufino se acercó a ver y era Amelia quien llamaba.

Capitulo 377

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