—Me siento indignado de que te hayas hecho amigo de mi madre.—afirmó Sirius en cuanto volvieron a cerrar las cortinas del retrato, esta vez con consentimiento de Walburga.

—¿Porqué tu madre esta aquí?—pregunto Hermione, confundida.

—Esta debe ser la ancestral casa Black.—respondió Theo, quien ya lo sabía pero quería confirmarlo.—¿No es así?

—Genial, este lugar es asombroso. Lo más puro de la magia negra esta aquí.—dijo Cassius emocionado.

—Al menos a alguien le gusta estar aquí.—dijo Sirius con sorna al ver los ojos brillantes de los Slytherin.— Esta era la casa de mis padres. Yo soy el único Black que queda, de modo que ahora es mía. Se la ofrecí a Dumbledore como cuartel general. Dicen que hay que tener a tus amigos cerca, pero a tus enemigos aún más cerca.

Sirius abrazo cariñosamente a Lily y los encamino hasta una puerta que conducía a la cocina del sótano. Era una estancia grande y tenebrosa con bastas paredes de piedra, no era menos sombría que el vestíbulo. La poca luz que había procedía casi toda de un gran fuego que prendía al fondo de la habitación. Había llevado muchas sillas a la cocina con motivo de la reunión, y estabas colocadas alrededor de una larga mesa de madera cubierta de rollos de pergamino, copas, botellas de vino vacías y un montón de algo que parecían trapos.

Arthur Weasley y su hijo mayor, Bill, hablaban en voz baja, con las cabezas juntas, en un extremo de la mesa. Molly Weasley carraspeó. Su marido miró alrededor y se puso de pie de un brinco.

—¡Lily! ¡Chicos!—exclamó Arthur, fue hacia ellos para recibirlos y les estrechó la mano con energía.— ¡Cuánto me alegro de verlos!

—¿Han tenido buen viaje, Lily?—pregunto Bill mientras intentaba recoger doce rollos a la vez.— ¿Ojoloco no te ha hecho venir por Groenlandia?

—Lo intento.—intervino Tonks. Fue hacía Bill con aire resuelto para ayudarlo a recoger, y de inmediato tiro una vela sobre el último trozo de pergamino.— ¡Oh, no! Lo siento...

—Dame, querida—dijo Molly con exasperación, y reparó el pergamino con una sacudida de su varita.

Con el destello luminoso que causó el encantamiento de Molly, Lily alcanzó a distinguir brevemente lo que parecía el plano de un edificio. Molly vio que Lily miraba el pergamino, agarró el plano de la mesa y se lo puso en los brazos a Bill, que ya iba muy cargado.

—Estas cosas hay que recogerlas enseguida al final de las reuniones.—le espetó y fue hacia un viejo aparador del que empezó a sacar platos. Bill sacó la varita, murmuró «¡Evanesco!» y los pergaminos desaparecieron.

—Siéntate, cachorrita.—dijo Sirius.—Ya conoces a Mundugus, ¿verdad?

Aquella cosa que Lily había tomado por un montón de trapos emitió un prolongado y profundo ronquido y despertó con un respingo.

—¿Alguien ha pronunciado mi nombre?—mascullo Mundungus, adormilado.— Estoy de acuerdo con Sirius.

—La reunión ya ha terminado, Dung.—explicó Sirius mientras todos se sentaban en la mesa.— Ha llegado Lily.

—¿Cómo dices?—inquirió Mundungus, mirando con expresión fiera a Lily a través de su enmarañado cabello.— Caramba, es verdad. ¿Estás bien, Lily?

—No gracias a ti, claramente.—contestó Lily fríamente.

Mundungus, nervioso, hurgó en su bolsillo sin dejar de mirar a Lily, sacó una pipa negra. Se la llevó a la boca, la prendió con el extremo de su varita y dio una honda calada. Unas grandes nubes de humo verdoso lo ocultaron en cuestión de segundos.

—Te debo una disculpa.—gruño.

—Te lo digo por última vez, Mundungus—advirtió Molly.— ¿Quieres hacer el favor de no fumar esa porquería en la cocina, sobre todo cuando estamos a punto de cenar?

—¡Ay! Tienes razón. Lo siento, Molly.

—Y si pretenden cenar antes de medianoche voy a necesitar ayuda.—añadió Molly sin dirigirse a nadie en particular. —No, tú puedes quedarte donde estas, Lily, querida. Has hecho un largo viaje.

—Igual no pretendía pararse.—murmuró Pansy y los demás rieron por lo bajo.

—¿Qué quieres que haga, Molly?—pregunto Tonks con entusiasmo dando un salto. Molly vaciló, un tanto preocupada.

—Pues...,no, Tonks, gracias, tú descansa también, ya has hecho bastante por hoy.

—¡Nada de eso! ¡Quiero ayudarte!—insistió la bruja de muy buen humor, y derribó una silla cuando corría hacia el aparador, de donde Ginny estaba sacando los cubiertos.

Al poco ratos, varios cuchillos enormes cortaban carne y verduras por su cuenta, supervisados por Arthur Weasley mientras su mujer removía un caldero colgado sobre el fuego y los demás sacaban platos, más copas y comida de la despensa. Lily y sus amigos se quedaron en la mesa con Sirius y Mundungus, que todavía la miraba con aire lastimero, mientras le murmuraba excusas por haberse ido ese día de su guardia.

Lily notó que algo le rozaba la rodilla, pero solo era Crookshanks, quien analizaba el nuevo ambiente y que se enroscó alrededor de las piernas de Lily, ronroneando, y luego saltó al regazo de Sirius, donde se acurrucó. Sirius le rascó distraídamente detrás de las orejas al mismo tiempo que giraba la cabeza hacia Lily.

—¿Has pasado un buen verano hasta ahora?—Lily enarcó una ceja y lo miro con fastidio.— Si, pregunta estúpida, lo siento.

—¿Ahora eres amigo de Dumbledore?—cuestionó Lily, cambiando el tema.

—Dejémoslo en que Remus y yo hacemos lo que podemos para mantenerte viva.—dijo Sirius.

—De acuerdo. —aceptó ella.— Pero al menos podías informarme lo que estaba pasando.

—Sí, bueno, no se me ha permitido.—masculló.— Si estoy aquí debo seguir las ordenes del anciano aunque no me guste. Solo he podido oír los informes de Snape y sus preguntas acerca de como iba la limpieza...

—¿Limpieza?

—No tengo voz ni voto en mi casa.—dijo Sirius como respuesta, con desdén.

—¡Fred, George! ¡No! ¡He dicho que los lleven!—grito Molly.

Fred y George habían encantado un gran caldero de estofado, una jarra de hierro de cerveza de mantequilla y una pesada tabla de madera para cortar el pan, junto con el cuchillo, que en ese momento volaban a toda velocidad hacia ellos. El caldero patinó a lo largo de la mesa y se detuvo justo en el borde, dejando una larga y negra quemadura en la superficie de madera; la jarra cayó con un gran estruendo y su contenido se derramó por todas partes; el cuchillo de pan resbaló de la tabla, se clavó en la mesa y se quedó temblando amenazadoramente justo donde hace unos segundos Sirius había tenido la mano.

—¡Por favor!—grito Molly.— ¡No hacía falta! ¡Ya no lo aguanto más! Que ahora les permitan hacer magia no quiere decir que tengan que sacar la varita a cada paso!

—¡Solo pretendíamos ahorrar un poco de tiempo!—se disculpó Fred y corrió a arrancar el cuchillo de pan de la mesa.— Perdona, Sirius, no era mi intención...

—Niños.—los regaño Arthur dejando el caldero de estofado en el centro de la mesa.—Su madre tiene razón, ahora que han alcanzado la mayoría de edad se supone que tienen que dar ejemplo de responsabilidad...

—¡Ninguno de sus hermanos ha causado nunca estos problemas!—dijo, rabiosa, Molly— ¡Bill no se pasaba el día apareciéndose a cada momento! ¡Charlie no encantaba todo cuanto encontraba! ¡Percy...!

—El que no puede ser nombrado.—murmuró Theo en medio de Hermione y Lily, haciendo que la primera lo viera mal y que la segunda ahogara una risa.

Molly se detuvo en el acto, contuvo la respiración al mismo tiempo que le dirigía una mirada asustada a su marido, cuyo rostro, de pronto, había quedado inexpresivo.

—Vamos a comer.—dijo Bill con rapidez.

—Esto tiene un aspecto estupendo, Molly.—intervino Remus.

Durante unos minutos solo se oyó el tintineo de platos y cubiertos y el ruido de las sillas arrastrándose y todos se pusieron a comer. Entonces, Molly miro a Sirius y comenzó a decirle sobre un posible Boggart y como las cortinas estaban llenas de doxys, por lo que esperaba que pudieran ocuparse de ellas mañana, a lo que Sirius respondía afirmativamente con sarcasmo.

Enfrente de Lily, Tonks distraía a Hermione y Ginny transformando su nariz entre bocado y bocado, haciendo uso de su metamorfomagia. Arthur, Bill y Remus discutían acaloradamente sobre duendes.

—Todavía no han dicho nada.—apuntó Bill.— Aún no sé si creen o no que ha regresado. Es posible que prefieran no tomar partido y que quieran mantenerse al margen.

—Estoy seguro de que nunca se pasarían al bando de Quien-tu-sabes.—afirmó Arthur.— Ellos también han sufrido perdidas; ¿te acuerdas de lo de aquella familia de duendes a la que mató la última vez, cerca de Nottingham?

—Creo que depende de lo que les ofrezcan—opinó Remus—Y no me refiero al dinero. Si les ofrecen las libertades que les hemos negado durante siglos, seguro que se lo pensarán. ¿Todavía no has tenido suerte con Ragnok, Bill?

—De momento sigue en contra de los magos.—respondió Bill.— y no para de protestar por lo del asunto Bagman; dice que el Ministerio hizo una maniobra de encubrimiento. Mira, esos duendes no le robaron el oro...

Lily y Theo compartieron una pequeña mirada. Ragnok había sido el duende encargado del caso de Lily como horrocrux. En ese momento agradecían que Cassius le haya lanzado un obliviate.

Hacia la mitad de la mesa un estallido de carcajadas resonó. Fred, George, Ron y Mundungus se retorcían de risa en sus sillas.

—...Y esa gárgola inútil, chicos, pueden creerme, va y me compra sus propios sapos por mucho más dinero del que le habían costado la primera vez...

—Gracias, Mundungus, pero creo que podemos pasar sin los detalles de tus negocios.—dijo Molly con aspereza.

—Perdona, Molly. Pero en realidad yo no hice nada malo

—No se donde aprendiste los conceptos del bien y el mal, Mundungus, pero creo que te perdiste un par de lecciones fundamentales.—respondió Molly con frialdad.

Por algún motivo, Molly le lanzó una mirada muy desagradable a Sirius antes de levantarse e ir a buscar un enorme pastel de ruibarbo que había de postre. Lily miró a Sirius.

—A Molly no le cae bien Mundungus.—dijo Sirius en voz baja.

—¿Cómo pertenece a la Orden?—pregunto Lily en el mismo tono.

—Porque es útil. Conoce a todos los sinvergüenzas; es lógico, puesto que el también lo es. Pero también es muy fiel a Dumbledore, que lo sacó una vez de un apuro. Conviene contar con alguien como Dung, porque el oye cosas que nosotros no oímos. Pero Molly cree que invitarlo a cenar es ir demasiado lejos. Todavía no lo ha perdonado por haber abandonado su puesto cuando se suponía que estaba vigilándote.

Lily dejó la cuchara en el plato en el momento en que se hizo una pausa en la conversación general. Todos parecían satisfechos y relajados.

—Creo que ya es hora de acostarse.—dijo Molly con un bostezo.

—Todavía no, Molly.—intervino Sirius mirando a Lily.— Estoy sorprendido. Creí que lo primero que harías en cuanto llegaras aquí sería empezar a hacer preguntas sobre Voldemort.

La atmósfera de la habitación cambió a uno tenso. Un escalofrío recorrió la mesa cuando Sirius pronunció el nombre de Voldemort. Remus, que se disponía a beber un sorbo de vino, bajó la copa con lentitud y adoptó expresión vigilante.

—Me supuse que no me responderían.—dijo Lily.

—Y tienes razón.—interrumpió Molly. Sentada, muy tiesa, con los puños apretados sobre los reposabrazos; ya no había rastro de somnolencia en ella.— Son demasiado jóvenes.

—Lily se ha pasado un mes encerrada con sus amigos en casa de su tía. Creo que tiene derecho a saber que pasa...—dijo Sirius.

—¡Un momento!—cortó George.

—¿Porqué Lily puede hacer preguntas?—quiso saber Fred enojado.

—Porque ella luchó contra Voldemort y es a ella a quien quieren matar, imbéciles.—espetó Cassius con frialdad y estos lo miraron avergonzados pero molestos.

—Yo no tengo la culpa de que no les hayan contado a que se dedica la Orden.—comentó Sirius con calma.— eso lo han decidido sus padres. Lily, por otra parte...

—¡Tu no eres nadie para decidir lo que le conviene a Lily!—saltó Molly. Su rostro adopto una expresión amenazadora.—Supongo que no habrás olvidado lo que dijo Dumbledore.

—¿A que te refieres en concreto?—pregunto Sirius con educación, pero con el tono de quien se prepara para pelear.

— A lo de que no teníamos que contarle a Lily más de lo que necesita saber.—dijo Molly poniendo mucho énfasis en las dos últimas palabras.

—No pretendo contarle más de lo que necesita saber, Molly. Pero dado que fue ella quien vio regresar a Voldemort, tiene más derecho que nadie a...

—¡Lily no es miembro de la Orden del Fénix! Solo tiene quince años y...

—Y se ha enfrentado a situaciones más graves que muchos de nosotros.—afirmó Sirius.

—¡Nadie pone en duda lo que ha hecho!—exclamó Molly elevando la voz; sus puños temblaban— Pero sigue siendo...

—¡No es ninguna niña!

—¡Tampoco es ninguna adulta! ¡Lily no es sus padres, Sirius!

—Se perfectamente quien es, Molly, muchas gracias.—dijo Sirius en tono frío.

—¡No estoy muy segura! A veces, por como le hablas, se diría que crees que has recuperado a tu mejor amigo.

—No veo que hay de malo en eso.—intervino Lily, frunciendo el ceño. Su corte se puso alerta, veían que empezaba a enfadarse.

—¡Lo que hay de malo, Lily, es que tú no eres tu padre o tu madre por mucho que te parezcas! ¡Todavía vas al colegio y los adultos responsables de ti no deberían olvidarlo!

—¿Significa eso que soy un padrino irresponsable?—pregunto Sirius elevando la voz.

—Significa que otras veces has actuado con precipitación, Sirius, y por eso Dumbledore...

—¡Si no te importa, vamos a dejar a un lado las instrucciones de Dumbledore!

—¡Arthur!—exclamó Molly buscando con la mirada a su marido—¡Apóyame, Arthur!

Arthur no habló de inmediato. Se quito las gafas, las limpio con su túnica sin mirar a su mujer y no contesto hasta que se las colocó de nuevo.

—Dumbledore sabe que la situación ha cambiado, Molly. Esta de acuerdo en que habrá que informar a Lily hasta cierto punto ahora que va a quedarse en el cuartel general.

—¡Sí, pero eso no es lo mismo que invitarla a preguntar todo lo que quiera!

—Personalmente—terció Remus con voz queda— creo que es mejor que nosotros le expliquemos a Lily los hechos, no todos, Molly, sino la idea en general, a que obtenga una visión tergiversada a través de...otros.

—Bueno...ya veo que mi opinión queda invalidada. Solo voy a decir una cosa: Dumbledore debía tener sus razones para no querer que Lily supiera demasiado, y hablo como alguien que desea lo mejor para Lily...

—Lily no es hija tuya.—dijo Sirius en voz baja.

—Como si lo fuera.—repuso con fiereza.— ¿A quién más tiene?

—¡Me tiene a mí!

—Sí, pero no te ha resultado nada fácil cuidar de ella mientras estabas encerrado en Azkaban, ¿verdad?

Sirius hizo un ademán de levantarse de la silla y Lily apretó los puños, siendo sostenida de sus brazos por Hermione y Theo, quienes tenían el ceño fruncido al igual que el resto de la corte.

—Molly, tu no eres la única de los que estamos aquí que se preocupa por Lily—intervino Remus con dureza—siéntate, Sirius. Creo que Lily tiene derecho a opinar en este asunto. Es lo bastante mayor para decidir por sí misma.

—Quiero saber que ocurre.—respondió fríamente.

—Muy bien.—dijo Molly con voz quebrada.— Todos los demás chicos, salgan ahora mismo de la cocina.

—¡Nosotros somos mayores de edad!—gritaron Fred y George al unísono.

—¡¿Porqué?!—protestó Ron.

—¡Mamá yo quiero oírlo!—gimoteó Ginny.

—¡NO!—sentenció Molly— Les prohíbo terminantemente.

—Molly, a Fred y George no puedes impedírselo.—dijo Arthur con tono cansino.

—Todavía van al colegio.

—Pero legalmente ya son adultos.

—Pero, ¿cómo...? Bueno, esta bien, Fred y George pueden quedarse, pero Ron, Ginny, Hermione, Theo, Cassius, Pansy y Astoria los quiero fuera.

Ginny y Ron no obedecieron sin quejarse. Pudieron oír como protestaban y despotricaban contra su madre mientras subían la escalera. Hermione y los cuatro Slytherin, sin embargo, no se movieron.

—Les dije que...

—Ellos no obedecen sus ordenes.—interrumpió Lily a Molly— más aparte, no vale la pena que se vayan. Cassius es mayor de edad y a los demás igual les contare lo que ocurre aquí.

—Esta bien, Lily—hablo Sirius mientras Molly torcía el gesto— ¿Qué quieres saber?

—¿Dónde esta Voldemort? ¿Qué está haciendo? He seguido las noticias pero aún no ha habido ninguna muerte extraña.

—Es porque todavía no ha habido ninguna—explicó Sirius.— al menos que nosotros sepamos. Y sabemos bastante.

—Más de lo que él cree.—añadió Remus.

—Ha dejado de matar gente porque sería peligroso para el.—dijo Sirius.— Su regreso no fue como el lo había planeado. Lo estropeó todo.

—O, mejor dicho, tú se lo estropeaste todo.—apuntó Remus con una sonrisa de satisfacción.

—Si, bueno, supongo que no esperaba que sobreviviera.—admitió Lily y Sirius asintió sonriente.

—Nadie, aparte de sus mortífagos tenía que saber que el había regresado. Pero tú y Cedric sobrevivieron para atestiguarlo. —dijo Sirius.

—Y la última persona que el quería que se enterara de su regreso era Dumbledore.—añadió Remus— Y tu te encargaste de que Dumbledore lo supera de inmediato.

—¿De que sirve eso?—pregunto Astoria.

—¿Es broma?—se extraño Bill, incrédulo— ¡Dumbledore era la única persona a la que Quien-tu-sabes había tenido miedo!

—Gracia a ti, Dumbledore pudo llamar a la Orden del Fénix una hora después del regreso de Voldemort.—aclaró Sirius.

—¿Y qué han hecho hasta ahora?—pregunto Lily.

— Trabajar duro para asegurarnos de que Voldemort no pueda llevar a cabo sus planes.—respondió Sirius.

—¿Cómo saben cuales son sus planes?

—Dumbledore tiene una idea aproximada. Y en general las ideas aproximadas de Dumbledore resultan ser exactas.—dijo Lupin.

—Quiere reconstruir su ejercito—explicó Sirius.—En el pasado disponía de un grupo muy numeroso: brujas y magos a los que había intimidado o cautivado para que lo siguieran, sus leales mortífagos, una gran variedad de criaturas tenebrosas. Tu oíste que planeaba reclutar a los gigantes; pues bien, ellos son solo uno de los grupos detrás de los que anda. Como es lógico, no va a tratar de apoderarse del Ministerio de Magia con sólo una docena de mortífagos.

—Entonces, ¿ustedes intentan impedir que capte a más seguidores?

—Hacemos todo lo que podemos.—respondió Remus.

—¿Cómo?

—Bueno, lo principal es convencer a cuantos más mejor de que es verdad que Quien-tu-sabes ha regresado y de ese modo ponerlos en guardia.—dijo Bill.— pero no está resultando fácil.

—¿Porqué?

—Por la actitud del Ministerio.—terció Tonks.—Ya viste a Cornelius Fudge después del regreso de Quien-tu-sabes, Lily. Y no ha modificado en absoluto su postura. Se niega rotundamente a creer que haya ocurrido.

—Pero, ¿porqué? Si hasta Dumbledore...

—Precisamente: has puesto el dedo en la llaga.—interrumpió Arthur con una sonrisa irónica.—Dumbledore.

—Fudge le tiene miedo.—dijo Tonks con tristeza.

—Tiene miedo de sus planes.—explicó Arthur.— Fudge cree que Dumbledore se ha propuesto derrocarlo y que quiere ser ministro de Magia. Pero claro que no, a el nunca le ha interesado el cargo de ministro, aunque mucha gente quería que lo ocupara cuando Millicent Bagnold se jubiló. Fue Fudge quien ocupó el cargo de ministro, pero nunca ha olvidado del todo el enorme apoyo popular que recibió Dumbledore, a pesar de que este ni siquiera optaba al cargo.

—En el fondo, Fudge sabe que Dumbledore es mucho más inteligente que el y que es un mago mucho más poderoso; al principio siempre estaba pidiéndole ayuda y consejos—prosiguió Remus— Pero por lo visto se ha aficionado al poder y ahora tiene mucha más seguridad. Le encantar ser ministro de Magia y ha conseguido convencerse de que el listo es el y de que Dumbledore no hace más que causar problemas porque sí.

—Aceptar que Voldemort ha vuelto significaría asumir que el Ministerio tendrá que enfrentarse a unos problemas a los que no se enfrenta desde hace casi catorce años.—contestó Sirius con amargura.—Fudge no puede asimilarlo, así de sencillo. Para él es mucho más cómodo convencerse de que Dumbledore miente para desestabilizarlo.

—Ya ves cual es el problema.—continuó Remus—Mientras el Ministerio siga insistiendo en que no hay motivo alguno para temer a Voldemort, resulta difícil convencer a la gente de que ha vuelto, sobre todo cuando, en realidad, a la gente no le interesa creerlo. Por si fuera poco, el Ministerio esta presionando duramente a El Profeta para que no informe nada de lo que ellos llaman «rumores sembrados por Dumbledore», de modo que la comunidad de magos, en general, no sabe nada de lo que ha pasado, y eso los convierte en blancos fáciles para los mortífagos si estos están utilizando la maldición imperius.

—¿Porqué crees que Dumbledore tiene tantos problemas?—cuestionó Sirius.

—Están intentando desacreditarlo.—explicó Remus.— ¿No leíste El Profeta la semana pasada? Dijeron que no lo habían reelegido para la presidencia de la Confederación Internacional de Magos porque está haciéndose mayor y esta perdiendo los papeles, pero no es verdad; los magos del Ministerio no lo reeligieron después de que pronunciara un discurso anunciando el regreso de Voldemort. Lo han apartado del cargo de Jefe de Magos del Wizengamot, es decir, del Tribunal Supremo de los Magos, y ahora están planteándose si le retiran también la Orden de Merlín, Primera Clase.

—Pero Dumbledore dice que no le importa lo que hagan mientras no lo supriman de los cromos de las ranas de chocolate.—añadió Bill con una sonrisa.

—No tiene gracia.—dijo Arthur.— Si Dumbledore sigue desafiando al Ministerio, podría acabar en Azkaban, y lo peor que podría pasarnos sería que lo encerraran. Mientras Quien-tu-sabes sepa que Dumbledore esta en activo y al corriente de sus intenciones, tendrá que andarse con cuidado. Si quitaran a Dumbledore de en medio..., entonces Quien-tu-sabes tendría vía libre para actuar.

—¿Qué busca Voldemort además de seguidores?—pregunto Lily.

Sirius y Remus intercambiaron una brevísima mirada antes de que Sirius contestará.

—...Algo que no tenía la última vez.

—¡Basta!

Molly, que estaba a lado de la puerta, habló desde las sombras. Estaba cruzada de brazos y los miraba furiosa.

—Todos a la cama, ahora mismo.—miró a Sirius.— Ya le han dado mucha información a Lily. Lo único que falta es que la recluten a la Orden.

—No, gracias.—dijo Lily y todos, menos sus amigos, Sirius y Remus, la miraron sorprendidos.— Nunca me ha gustado estar bajo las ordenes de Dumbledore. Y gracias por la casta información, solo me hacen ver que tengo mucha más información recolectada que ustedes. Buenas noches.

Con una sonrisa, comenzó a subir las escaleras seguida de sus amigos.

A la mañana siguiente, fueron levantados por los gemelos, quienes les informaban que Molly quería que despertaran, fueran a desayunar y luego al salón, puesto que había muchas más doxys de las que ella creía y había encontrado un nido de puffskeins muertos debajo del sofá.

Media hora más tarde, Lily y sus amigos, vestidos y desayunados, entraron en el salón. De la alfombra se levantaban pequeñas nubes de polvo cada vez que alguien la pisaba, y las largas cortinas de terciopelo de color verde musgo zumbaban, como si en ellas se aglomeraran invisibles abejas.

Durante la limpieza, Lily conversó un poco con los gemelos, quienes le informaron que pretendían usar el veneno de los doxys para realizar unos Surtidos Saltaclases. Los chicos estaban llevando bien su negocio de bromas, de momento aún no encontraban un local pero habían colocado un anuncio en El Profeta para promocionarse como un servicio de venta por correo. Agradecieron a Lily por haberle dado los mil galeones del Torneo (los cuales Cedric no quiso usar y Lily le dijo a Hermione que se los diera), así como también le informaron que su madre no sabía nada de el negocio ni de su donación.

La desdoxyzación de las cortinas les llevo casi toda la mañana. Ya era mediodía cuando Molly bajo por unos sándwiches para todos. Lily se dejó caer en un sofá con sus amigos. Todos ahí eran sangre puras que nunca habían tocado ni un trapo antes, todos menos Lily y Hermione, quienes aunque no crecieron en una riqueza opulenta como sus amigos, en realidad tampoco nunca necesitaron limpiar nada por sus cuentas, así que estaban tan cansados que ni siquiera prestaron atención al hecho de que los gemelos Weasley escuchaban una discusión entre Mundungus y Molly a través de sus orejas extensibles.

De pronto, un elfo doméstico se coló en la habitación. Iba desnudo, con la excepción de un trapo mugriento atado como un taparrabos alrededor de la cintura. Parecía muy viejo y tenía los ojos de color verde claro, inyectados en sangre.

—...apesta a alcantarilla y por si fuera poco es un delincuente, pero ella no es mucho mejor, una repugnante traidora a la sangre con unos críos que enredan la casa de mi ama, oh, mi pobre ama, si ella supiera, si supiera que escoria han dejado entrar a la casa, que le diría al viejo Kreacher, oh, que vergüenza, sangre sucia, hombres lobo, traidores, ladrones, pobre viejo Kreacher, que puede hacer el...

—¡Hola, Kreacher!—saludo Fred, casi gritando. El elfo se paró en seco, dejó de mascullar y dio un respingo muy exagerado y muy poco convincente.

—Kreacher no había visto al joven amo.—se excuso y se inclinó ante Fred. Con los ojos clavados en la alfombra, añadió en un tono perfectamente audible: —Un sucio mocoso y un traidor a la sangre, eso es lo que es.

—¿Cómo dices?—pregunto George.—No he oído eso último.

—Kreacher no ha dicho nada.—respondió el elfo y se inclinó ante George:— Y ahí esta su gemelo. Un par de bestias anormales.

Lily no sabía si reír o no. El elfo se enderezó y los miro a todos con hostilidad.

—Ay, si mi ama lo supiera, oh, como lloraría; y hay seis chicos nuevos, Kreacher no sabe sus nombres, ¿Qué hacen aquí? Kreacher no lo sabe. Una es una sangre sucia, lo puedo notar.

—Cuida tus palabras.—interrumpió Lily con el ceño fruncido.— Mi nombre es Lily Potter y no tolero ninguna falta de respeto hacia mi hermana.

El elfo abrió grande sus ojos y rápidamente hizo una elaborada reverencia.

—Mi reina, le ruego me perdone. Mi ama le ha informado a Kreacher que debe cuidar de la reina Lily y de su corte. Kreacher lamenta su falta de respeto, mi reina. Kreacher no volverá a equivocarse.

—Eso espero.—dijo Lily con suavidad, mientras los Weasley veían incrédulos al elfo.— Ella, es Hermione. Mi hermana. —señaló a la castaña— Theodore Nott, mi hermano y mano derecha. Cassius Warrington y su esposa Astoria; y Pansy Parkinson. Todos son miembros de mi corte, a excepción de Astoria, pero espero un trato excelente hacia ellos.

—Por supuesto que sí, mi reina.—dijo Kreacher.

—¿A que has venido, Kreacher? ¿Qué quieres?—interrumpió George.

—Kreacher esta limpiando.—contestó con evasivas.

—¡No me digas!

Sirius había entrado y miraba con desprecio al elfo desde el umbral. Al ver a Sirius, Kreacher hizo una reverencia exageradísima, hasta tocar el suelo con su nariz.

—Levántate.—espetó Sirius impaciente.— A ver, ¿qué estas tramando?

—Kreacher esta limpiando. Kreacher vive para servir a la noble casa de los Black...

—Que cada día esta más negra.—afirmó Sirius.

—Al amo siempre le ha gustado hacer bromas.—comentó Kreacher, volvió a inclinarse y siguió murmurando:— El amo era un canalla desagradecido que le partió el corazón a su madre...

—Mi madre no tenía corazón, Kreacher. Se mantenía viva por pura maldad.

—Como diga el amo.—masculló con furia.— El amo no es digno siquiera de limpiarle la porquería de las botas a su madre, oh, mi pobre ama, que diría si viera a Kreacher sirviéndole a el, con lo que ella lo odiaba, como la decepciono...

—Te he preguntado que te traes entre manos.—dijo Sirius con frialdad.— Cada vez que apareces fingiendo que limpias, te llevas algo a tu habitación para que no podamos tirarlo.

—Kreacher jamás movería nada de su sitio en la casa del amo—repuso el elfo y luego farfulló muy deprisa:— el ama jamás perdonaría a Kreacher si tiraran el tapiz, lleva siete siglos en la familia, Kreacher debe salvarlo, Kreacher no dejará que el amo y los traidores y los mocosos lo destruyan...

—Ya me lo imaginaba.—comentó Sirius.— Mi madre le habrá hecho otro encantamiento de presencia permanente en la parte de atrás, seguro, pero si puedo deshacerlo me libraré de el. Y ahora lárgate, Kreacher.

Por lo visto, Kreacher no se atrevía a desobedecer una orden directa; sin embargo, la mirada que le lanzó a Sirius al pasar arrastrando los pies por delante de él estaba llena de un profundo odio, y salió de la habitación sin parar de murmurar:

—...llega de Azkaban y se pone a darle ordenes a Kreacher; oh, mi pobre ama, que diría si viera como esta la casa, llena de escoria, despojada de sus tesoros, ella juró que el no era hijo suyo y él ha vuelto, y dicen que es un asesino.

—¡Sigue murmurando y me convertiré en un asesino de verdad!—grito Sirius con irritación y cerró la puerta de un portazo.— Lleva demasiado tiempo solo, recibiendo ordenes absurdas del retrato de mi madre y hablándose a sí mismo, pero siempre fue repugnante...

—...A lo mejor si le dieras la libertad...—sugirió Hermione.

—No podemos, sabe demasiado sobre la Orden.—respondió Sirius cortante.—Además, la conmoción lo mataría. Insinúale que salga de esta casa, y ya verás como reacciona.

Sirius se dirigió a la pared donde estaba colgado el tapiz que Kreacher había estado intentando proteger. Parecía viejísimo; estaba desteñido y raído, como si las doxys lo hubieran mordisqueado. Con todo, el hilo dorado con el que estaba bordado todavía relucía lo suficiente para dejar ver un extenso árbol genealógico que se remontaba hasta la Edad Media. En la parte superior había grandes letras que rezaban:

La noble y ancestral casa de los Black

«Toujours pur»

—No sales aquí.—comentó Lily.

—Antes estaba.—dijo Sirius señalando un pequeño y redondo agujero con los bordes chamuscados, que parecía una quemadura de cigarrillo.—Mi dulce y anciana madre me borró cuando me escapé de casa. A Kreacher le encanta relatar esa historia entre dientes.

—¿Escapaste?

—Cuando tenía dieciséis años. Estaba harto.

—¿A donde fuiste?—Lily lo miro fijamente.

—A casa de tu padre. Tus abuelos se portaron muy bien conmigo; me adoptaron, por así decirlo. Sí, me instalé en casa de tu padre y pasé allí las vacaciones escolares, y cuando cumplí diecisiete años me fui a vivir solo. Mi tío Alphard me había dejado una cantidad considerable de oro; a el también deben de haberlo borrado del árbol por eso. En fin, después empecé a vivir solo. Pero siempre fui bien recibido en casa de los Potter, y solía ir allí a comer los domingos.

—¿Porqué te marchaste?—Sirius compuso una sonrisa amarga y se pasó los dedos por el largo y despeinado cabello.

—Porque los odiaba a todos: a mis padres, con su manía de la sangre limpia, convencidos de que ser un Black te convertía prácticamente en un miembro de la realiza...El idiota de mi hermano, que fue lo bastante estúpido para creérselo...Ese es el.

Sirius puso un dedo en la parte inferior del árbol y señaló el nombre. «Regulus Black». La fecha de su muerte, (unos quince años atrás) seguía a la de su nacimiento.

—Era más joven que yo y mucho mejor, como me recordaban mis padres cada dos por tres. Pero murió, el muy imbécil...se unió a los mortífagos.

—No es sorpresa.—dijo Lily con tranquilidad.— Vienes de una familia sangre pura, no sería raro.

—Mis padres creían que Voldemort tenía razón; estaban a favor de la purificación de la raza mágica, querían deshacerse de los hijos de los muggles y que mandaran los sangre limpia. Y no eran los únicos; mucha gente, antes de que Voldemort se mostrara tal cual era en realidad, creía que el tenía razón...Aunque, cuando vieron lo que estaba dispuesto a hacer para conseguir el poder, les entró miedo y se echaron atrás. Pero supongo que, al principio, mis padres creyeron que Regulus era un verdadero héroe cuando se le unió.

—¿Lo mato un auror?

—No, que va. Lo mato Voldemort. O mejor dicho, alguien que obedecía sus ordenes; dudo que Regulus llegará a ser lo bastante importante para que Voldemort quisiera matarlo en persona. Por lo que pude averiguar después de su muerte, al cabo de un tiempo de haberse unido a Voldemort, le entró pánico al ver lo que le pedían que hiciera e intentó volverse atrás. Pero a Voldemort no le entregas tu dimisión así como así. Es toda una vida de servicio o la muerta.

—¡A comer!—anunció Molly.

Llevaba la varita en alto sosteniendo con la punta una enorme bandeja llena de sándwiches y un pastel. Estaba muy colorada y parecía muy enfadada. Todos se dirigieron a ella, menos Lily y sus amigos que seguían con Sirius, cerca del tapiz.

—Hacía años que no lo miraba. Aquí esta Phineas Nigellus, mi tatarabuelo, ¿lo ves? El director menos admirado que jamás ha tenido Hogwarts...Y Araminta Meliflua, prima de mi madre. Intentó llevar delante un proyecto de ley ministerial para legalizar la caza de muggles...Y la querida tía Elladora. Inició la tradición familiar de decapitar a los elfos domésticos cuando se hacían demasiado viejos para llevar las bandejas del té...Como es lógico, cada vez que la familia daba algún miembro medianamente decente, lo repudiaban. Veo que Tonks no aparece. Quizá sea por eso por lo que Kreacher no acepta sus ordenes: se supone que tiene que hacer todo lo que le ordene cualquier miembro de la familia...

—¿Son parientes?

—Sí, claro, su madre, Andrómeda, era mi prima favorita. Ella tampoco sale, mira...

Señaló otra quemadura entre dos nombres, Bellatrix y Narcisa.

—Las hermanas de Andrómeda todavía están aquí porque hicieron bonitos y respetables matrimonios con hombres de sangre limpia, pero Andrómeda se casó con un hijo de muggles, Ted Tonks, así que...

Sirius fingió arremeter contra el tapiz con una varita y rió con amargura. Lily, sin embargo, miro como una línea doble de hilo dorado unía a Narcisa Black con Lucius Malfoy una línea simple vertical que salía de sus nombres terminaba en «Draco».

—Todas las familias sangre limpia están relacionadas entre sí.—explicó Sirius viendo su mirada.—Si solo permites que tus hijos e hijas se casen con gente de sangre limpia, las posibilidades son limitadas; ya no quedamos muchos. Molly y yo somos primos políticos, y Arthur es algo así como un primo segundo. Pero no vale la pena buscarlos aquí: si hay una familia de traidores a la sangre en el mundo, se trata de los Weasley.

En ese momento Lily estaba leyendo el nombre de Bellatrix Black, que estaba conectado al de Rodolphus Lestrange.

—Están en Azkaban.—dijo Lily.

—Así es. Bellatrix y su marido, Rodolphus, entraron con Barty Crouch Jr. Rabastan, el hermano de Rodolphus, también entro con ellos. Por lo que a mí respecta, ya no son familia mía. Ella, desde luego, no lo es. Quizá a Narcisa deba tolerarla luego si es que llegas a casarte con su hijo.

—Me supongo que no te gusta estar aquí.—dijo Lily, cambiando el tema.

—No me hace ninguna gracia.—admitió.—Nunca pensé que volvería a estar aquí. Como cuartel general es ideal, desde luego. Cuando mi padre vivía aquí instaló todas las medidas de seguridad mágicas conocidas. Está muy bien disimulada, de modo que los muggles nunca llamarían a la puerta; claro que, aunque no lo estuviera, tampoco querrían acercarse aquí. Y ahora que Dumbledore ha añadido sus propios sistemas de protección, te costaría mucho encontrar otra casa más segura que esta. Dumbledore es Guardián de los Secretos de la Orden, lo cual quiere decir que nadie puede encontrar el cuartel general a menos que el le diga personalmente donde esta. Esa nota que Moody te enseño anoche era de Dumbledore...Si mis padres vieran para que estamos utilizando su casa ahora...Bueno, puedes hacerte una idea.—hizo un silencio y la miro.— Le pedí a Dumbledore que me deje escoltarte el día de la vista, después de todo, soy tu tutor mágico, pero como estoy en el punto principal de mira de los mortífagos, no creo que me deje. Quería darte un poco de apoyo moral.

—No debes preocuparte, Cassius se encargará de que todo salga bien.—tranquilizó Lily y el mencionado asintió.— Recuerda que soy la reina de Slytherin. Fudge se arrepentirá de tenerme como enemiga.

—Esa es mi Lily-flor.

Aquella tarde, Lily ayudo a limpiar, no sin antes (para felicidad de Kreacher) dejarles en claro a Sirius y Molly que no tirarían nada de la casa. Para Lily, todo los objetos de ahí eran preciados, incluso si a Sirius no le hacían mucha gracia.

Molly los tuvo unos cuantos días trabajando muy duro. El miércoles por la noche, durante la cena, Molly se volvió hacia ella con voz queda y dijo:

—Lily, recuerda que mañana debes ir muy presentable. una buena primera impresión puede hacer maravillas. Arthur será quien te lleve a la vista cuando vaya a trabajar.

Lily asintió, más no dijo nada. La vista era mañana. Cassius asintió solemne.

A la mañana siguiente, se despertó a las cinco de la mañana. Pansy y Astoria habían preparado su ropa y accesorios durante la noche, por lo que se dio una fría ducha rápida y se colocó un elegante y costoso vestido blanco con algunos detalles en forma de pequeños lirios. Era largo hasta por debajo de la rodilla y de escote recto sin mangas. Encima de este se coloco un abrigo de manga tres cuartos y del mismo largo que el vestido, de color beige. Unos pequeños tacones blancos, su cabello sujetado en la horquilla, los pendientes de oro blanco obsequio de Theo y un collar de perlas obsequio de su tía Petunia, fueron los complementos finales para su vestuario.

Parecía una hermosa y aristócrata bruja sangre pura.

Y es que sí lo era.

Bajó las escaleras, haciendo el menor ruido para no despertar a nadie, y fue a la cocina. Al abrir la puerta, vio a Molly, Arthur, Sirius, Remus y Tonks, sentados en la mesa, todos vestidos para salir a excepción de Molly y Sirius. Cassius, ya debería estar en el Ministerio.

—Desayuno.—dijo Molly en cuanto ella llegó.

Todos comenzaron a desayunar mientras hablaban entre sí, a diferencia de Lily, que desayunaba en silencio. Arthur la miro.

—¿Cómo te sientes? Pronto habrá terminado todo. Dentro de unas horas estarás absuelta. La vista se celebrará en mi planta, en el despacho de Amelia Bones. Es la jefa del Departamento de Seguridad Mágica y la encargada de interrogarte.

—Amelia Bones es una buena persona, Lily.—afirmó Tonks con seriedad.— Es justa y te escuchará.

—Se educada y cíñete a los hechos. No pierdas la calma.—intervino Sirius.

—La ley esta de nuestra parte.—comentó Lupin.—Hasta los magos menores de edad están autorizados a utilizar la magia en situaciones de peligro para su vida.

Media hora más tarde, Lily se encontraba llegando al Ministerio de Magia con el ceño ligeramente fruncido. Habían tenido que llegar en transporte muggle y ahora se encontraban dentro de una cabina telefónica que los transporto hasta el Ministerio.

La puerta de la cabina se abrió sola y Arthur salió seguido de Lily. Se encontraban al final de un larguísimo y espléndido vestíbulo con el suelo de madera oscura muy brillante. El techo parecía un tablón de anuncios celestes. Las paredes del vestíbulo estaban recubiertas de pulida y oscura madera, y en ellas había varias chimeneas doradas. De vez en cuando, una bruja o mago salía de ahí.

Hacia la mitad del vestíbulo había una fuente. Un grupo de estatuas doradas, de tamaño superior al natural, se alzaban en el centro de un estanque circular. La figura mas alta de todas era la de un mago de aspecto noble, cuya varita señalaba al cielo. A su alrededor había una hermosa bruja, un centauro, un duende y un elfo doméstico. Los tres últimos miraban con adoración a la bruja y al mago, de cuyas varitas salían unos fastuosos chorros de agua.

Se unieron a una multitud y avanzaron entre los empleados. Al pasar junto a la fuente, Lily vio sickles de plata y knuts de bronce que destellaban en el fondo del estanque. Un pequeño y emborronado letrero decía:

TODO LO RECAUDADO POR LA FUENTE DE LOS HERMANOS MÁGICOS SERÁ DESTINADO AL HOSPITAL SAN MUNGO DE ENFERMEDADES Y HERIDAS MÁGICAS.

Si no me expulsan donaré diez galeones.—pensó Lily con gracia.

Se separaron de la avalancha de empleados del Ministerio que iban hacia las puertas doradas. A la izquierda, sentado a una mesa, bajo un letrero que rezaba «Seguridad», había un mago muy mal afeitado y vestido con una túnica azul eléctrico, que levantó la cabeza al ver que se acercaban.

—Estoy escoltando a un visitante.—informó Arthur.

—Acérquese.—ordenó el mago con aburrimiento.

Lily obedeció y el hombre recorrió a Lily con su varita como un detector de metales. Después le pidió su varita, donde la dejó caer sobre un extraño instrumento de latón que parecía una balanza con un único martillo. El hombre le regresó la varita y Arthur agradeció.

Arthur la tomó con firmeza del hombro y volvieron a mezclarse con la multitud de magos y brujas que cruzaban las puertas doradas. Empujada por la gente, Lily siguió a Arthur por las puertas hacia un vestíbulo más pequeño donde había, por lo menos, veinte ascensores detrás de unas rejas de oro labrado.

Se unieron a un grupito que estaba reunido frente a uno de ellos. Cerca de allí había un corpulento y barbudo mago que llevaba en las manos una gran caja de cartón que emitía unos desagradables ruidos.

—¿Va todo bien, Arthur?

—¿Qué llevas ahí, Bob?

—No estamos seguros. Creíamos que se trataba de una gallina normal y corriente hasta que empezó a echar fuego por la boca. Yo diría que nos encontramos ante un caso grave de violación de la Prohibición de Reproducción Experimental.

Entre fuertes traqueteos y sacudidas, un ascensor descendió ante ellos; la reja dorada se movió hacia un lado, y Lily y Arthur entraron con los demás. Algunos la miraban con curiosidad, pero ella los ignoro. El ascensor se paraba cada tanto en un piso, cuando de pronto varios aviones de papel entraron volando; eran color violeta claro y llevaban estampado el sello de «Ministerio de Magia» en el borde de las alas.

—Sólo son memorándum interdepartamentales.—explicó Arthur en voz baja.—Antes utilizábamos lechuzas, pero era un verdadero problema porque las mesas acababan cubiertas de excremento.

Dos pisos más tarde, las puertas se abrieron y la voz anunció:

—Segunda planta, Departamento de Seguridad Mágica, que incluye la Oficina Contra el Uso Indebido de la Magia, el Cuartel General de Aurores y los Servicios Administrativos del Wizengamot.

—Es aquí, Lily.—indicó Arthur y salieron del ascensor.—Mi despacho está al otro lado de esta planta.

—¿Seguimos bajo tierra?

—Sí. Estas ventanas están encantadas. El Servicio de Mantenimiento Mágico decide el tiempo que tenemos cada día. La última vez que los de ese servicio andaban detrás de un aumento de sueldo, tuvimos dos meses seguidos de huracanes...Por aquí, Lily.

Doblaron una esquina, pasaron por unas gruesas puertas dobles de roble y salieron a una zona, espaciosa pero desordenada, dividida en cubículos de los que surgían un intenso murmullo de voces y risas. Un letrero torcido, colgado en la puerta del cubículo más cercano, decía: «Cuartel General de Aurores.»

Lily miró con disimulo por la puerta al pasar por delante. Los aurores habían cubierto las paredes con fotografías de sus familias y de los magos más buscados, carteles de sus equipos de quidditch favoritos y artículos de El Profeta.

Dentro había un individuo, con una túnica de color escarlata y una coleta más larga que la de Bill, que estaba sentado con las botas encima de la mesa dictándole un informe a su pluma. Un poco más allá, una bruja con un parche en un ojo hablaba con Kingsley Shacklebolt por encima de la pared de su compartimiento.

—Buenos días, Weasley.—saludó Kingsley con desgana cuando se acercaron a el.—Quiero hablar contigo, ¿tienes un momento?

—Si sólo es un momento, sí. Tengo mucha prisa.

Hablaban como si apenas se conocieran. Lily intuyo la situación y continuó actuando con indiferencia. Siguieron a Kingsley por un pasillo hasta llegar al último cubículo.

—Toma.—dijo Kingsley con brusquedad, poniéndole a Arthur un fajo de pergaminos en las manos.—Necesito toda la información que puedas conseguir sobre vehículos muggles voladores avistados en los últimos doce meses.—Kingsley le hizo un enorme guiño a Lily:— Y no tardes demasiado, Weasley, el retraso en aquel informe sobre armas de juego tuvo la investigación en suspenso durante más de un mes.

—Si hubieras leído mi informe sabrías que la expresión es «armas de fuego»—respondió Arthur fríamente. Bajo la voz y dijo:— a ver si puedes salir antes de la siete; Molly va a hacer albóndigas.

Le hizo señas a Lily y la sacó del cubículo de Kingsley; pasaron por otras puertas, recorrieron otro pasillo, torcieron a la izquierda, desfilaron por otro pasillo más, torcieron a la derecha por un nuevo pasillo, mal iluminado y feo, y por fin se encontraron ante una pared; a la izquierda había una puerta entornada que dejaba entrever un armario de escobas y a la derecha otra puerta con una placa de latón deslustrada que decía: «Uso Indebido de Artefactos Muggles.»

El sombrío despacho de Arthur Weasley parecía un poco más pequeño que el armario de escobas. Dentro había dos mesas apretujadas, y apenas quedaba espacio para moverse a su alrededor por culpa de los rebosantes archivadores que cubrían las paredes, encima de los cuales había montones de documentos en precario equilibrio.

El poco espacio libre de la pared delataba las obsesiones del señor Weasley, pues estaba lleno de varios carteles de coches, dos ilustraciones de buzones que parecían recortadas de libros infantiles y un diagrama que mostraba como montar un enchufe.

—No tenemos ventana.—se disculpó al mismo tiempo que se quitaba la cazadora y la colgaba en el respaldo de su silla.—La hemos pedido, pero por lo visto no creen que la necesitemos. Siéntate Lily, veo que Perkins todavía no ha llegado. ¡Oh! Parece que sí, Lily, te presento a Perkins.

Un anciano mago, encorvado y de aspecto tímido, que lucía un cabello blanco, acababa de entrar jadeando.

—¡Oh, Arthur!—exclamó desesperadamente.— Por fin te encuentro, no sabía que hacer, si esperarte aquí o no. He enviado una lechuza a tu casa, pero veo que no la has recibido. Hace diez minutos llegó un mensaje urgente, es la vista de la chica Potter. Han cambiado la hora y el lugar: empieza a las ocho en punto y se celebra abajo, en la vieja sala número diez del tribunal.

—¡Por las barbas de merlín! ¡Rápido Lily, hace cinco minutos deberíamos estar allí! ¡Menos mal que hemos venido con tiempo, si no te hubieras presentado habría sido catastrófico!

Subieron rápidamente a un ascensor.

—Esas salas del tribunal no se usan desde hace años.—explicó con enojo.

—Departamento de Misterios.—anunció la voz y salieron rápidamente.

Prácticamente echaron a correr por un pasillo muy distinto de los superiores. Las paredes estaban desnudas; no había ventanas ni puertas, aparte de una, negra y sencilla, situada al final. Lily pensó que entraría por ella, pero Arthur la agarró por un brazo y la arrastró hacia la izquierda, donde había una abertura que conducía a unos escalones.

—Por aquí, por aquí.

Bajaron de dos en dos los escalones, Lily con cierto temor de caerse por los tacones. Llegaron al final de estos y corrieron por un nuevo pasillo muy parecido a las mazmorras de Hogwarts. Se detuvieron frente a una sucia y oscura puerta con un inmenso cerrojo de hierro.

—Adelante, entra. No puedo entrar contigo, no estoy autorizado. ¡Buena suerte!

Lily asintió, sacó un pañuelo y limpió el poco sudor que tenía. Se paro recta y alzó la barbilla. Giro el pesado pomo de hierro de la puerta y entró a la sala del tribunal. La reconoció rápidamente gracias a investigaciones de Theo y ella: era la misma sala de tribunal donde sentenciaron a los mortífagos en el pasado.

Las paredes eran de piedra oscura, y las antorchas apenas las iluminaban. Habían gradas vacías a ambos lados, pero enfrente, en los bancos más altos, había muchas figuras entre sombras. Estaban hablando en voz baja, pero cuando la gruesa puerta se cerro, se hizo un tremendo silencio.

—Llegas tarde.—dijo una fría voz masculina.

—No se me notifico el cambio de hora y lugar.—dijo Lily con frialdad.

—De eso no tiene la culpa el Wizengamot. Esta mañana te hemos enviado una lechuza. Siéntate.

Lily miró la silla que había en el centro de la sala, que tenía los reposabrazos cubiertos de cadenas. Se sentó con cautela, las cadenas tintinearon amenazadoramente pero no la ataron. Había unas cincuenta personas que llevaban túnicas de color morado con una ornamentada «W» de plata en el lado izquierdo del pecho; todas lo miraban fijamente, algunas con expresión muy adusta y otras con franca curiosidad.

En medio de la primera fila estaba Cornelius Fudge; llevaba un monóculo y su aspecto era verdaderamente severo. A su derecha había otra bruja, aunque su rostro quedaba en sombras.

—Muy bien.—dijo Fudge.—Hallándose presente la acusada, por fin podemos empezar, ¿están preparados?

—Sí, señor.—respondió una coz ansiosa que Lily reconoció como Percy Weasley, quien tenía los ojos clavados en su pergamino y una pluma preparada a la mano.

—Vista disciplinaria del doce de agosto.—comenzó Fudge con voz sonora y Percy comenzó a tomar nota.— por el delito contra el Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad y contra el Estatuto Internacional del Secreto de los Brujos, cometido por Lily Jamie Potter, residente en el número cuatro de Privet Drive, Little Whinging, Surrey.

»Interrogadores: Cornelius Oswald Fudge, ministro de Magia; Amelia Susan Bones, jefa del Departamento de Seguridad Mágica; Dolores Jane Umbridge, subsecretaria del ministro. Escribiente del tribunal, Percy Ignatius Weasley...

— Testigo de la defensa, Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore.

—Y Lord Cassius Norman Warrington.

En ese instante, Dumbledore y Cassius cruzaban con aire resuelto y sereno la habitación. Los miembros del Wizengamot murmuraban. Algunos parecían enfadados, otros asustados. Dumbledore miraba fijamente a Fudge, que no podía disimular su nerviosismo. Cassius, sin embargo, la miró a ella y asintió ligeramente.

Tenían todo listo.

Lily miró al ministro y se permitió sonreír arrogantemente.

¿El muy imbécil creía que podía ponerla en una situación como esa, incluso hacerla correr por los pasillos, y salir invicto?

Pero claro que no.

Guerra quieres, Fudge,—pensó Lily con diversión.—pues guerra tendrás. Voy a hundirte.

—¡Ah!—exclamó Fudge, desconcertado.—Dumbledore. Sí. Veo que..., que...recibió nuestro mensaje...de que habíamos cambiado el lugar y la hora de la vista...

—Pues no, no lo he recibido.—contestó con tono alegre.—Sin embargo, debido a un providencial error, llegue al Ministerio con tres horas de antelación, de modo que no ha habido ningún problema.

—Si..., bueno...., usted Lord Warrington...bienvenido...eh...supongo que necesitaremos otras dos sillas...Esto..., Weasley, ¿podría...?

—No se moleste.—dijo Dumbledore con amabilidad.

Tanto el como Cassius sacaron sus varitas y hicieron aparecer dos mullidas butacas entre Lily. Ambos se sentaron mientras los miembros del Wizengamot se removían inquietos.

—Sí.—repitió Fudge.—Bueno, esta bien. Los cargos. Sí...Los cargos contra la acusada son los siguientes: que a sabiendas, deliberadamente y consciente de la ilegalidad de sus actos, tras haber recibido una anterior advertencia por escrito del Ministerio de Magia por un delito similar, realizó un encantamiento patronus en una zona habitada por muggles, en presencia de un muggle, el dos de agosto a las nueve y veintitrés minutos, lo cual constituye una violación al Párrafo C del Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad, mil ochocientos setenta y cinco y también de la Sección Trece de la Confederación Internacional del Estatuto del Secreto de los Brujos. ¿Es usted Lily Jamie Potter, residente en el número cuatro de Privet Drive, Little Whinging, Surrey?—pregunto Fudge, fulminando a Lily con la mirada por encima del pergamino.

—Sí.—respondió Lily con una sonrisa llena de tranquilidad.

—Recibió una advertencia oficial del Ministerio por utilizar magia ilegal hace tres años, ¿no es cierto?

—Sí.

—Y aún así, ¿conjuro usted un patronus la noche del dos de agosto? ¿A sabiendas de que no le esta permitido utilizar la magia fuera de la escuela hasta que haya cumplido diecisiete años? ¿A sabiendas de que se encontraba en una zona llena de muggles? ¿Completamente consciente de que estaba muy cerca de un muggle en ese momento?

La bruja del monóculo interrumpió con voz retumbante:

—¿Hizo aparecer un patronus hecho y derecho? ¿Uno corpóreo?

—Sí. Tiene forma de dragón, uno de quince metros, pero he logrado hacerlo más pequeño para no llamar tanto la atención.

—¿Y tiene usted quince años?

—Sí.

—¿Dónde aprendió a hacer eso? ¿En el colegio?

—Sí. Mi jefe de casa, el profesor Severus Snape, fue quien me enseño en mi tercer año.

—Impresionante.—opinó Madame Bones.— un verdadero patronus a esa edad...Francamente impresionante.

Algunos de los magos y brujas que la rodeaban se pusieron a murmurar de nuevo; unos cuantos movían la cabeza afirmativamente, mientras que otros la movían negativamente y fruncían el entrecejo.

—¡No se trata de lo impresionante que fuera el conjuro!—advirtió Fudge con mal genio—¡De hecho yo diría que cuanto más impresionante, peor, dado que lo hizo delante de un muggle!

—No hubiera tenido que hacerlo si no fuera por los dementores.

—¿Dementores?—se extraño Madame Bones—¿Qué quieres decir?

—¡Ah!—dijo Fudge sonriendo con suficiencia, mirando a los miembros del Wizengamot como invitándolos a compartir el chiste.— Sí. Sí, ya me imaginaba que escucharíamos algo semejante.

—¿Dementores en Little Whinging?—pregunto Madame Bones con profunda sorpresa.—No entiendo...

—¿No entiendes, Amelia?—dijo Fudge sin dejar de sonreír.— Déjame que te lo explique. Esta chica ha estado pensándoselo bien y ha llegado a la conclusión de que los dementores le proporcionarían una bonita excusa, una excusa fenomenal. Los muggles no pueden ver a los dementores, ¿verdad que no, chica? Muy conveniente, muy conveniente...Así sólo cuenta tu palabra, sin testigos...Lamento interrumpir lo que sin duda habría sido una historia muy bien ensayada...

—¿Le parece una mentira?—dijo Lily con suficiencia, sonriendo ladinamente.— ¿Entonces porque no se lo pregunta a Lord Warrington, quien fue el atacado por el dementor?

Un silencio inundo la sala y Fudge empalideció. Cassius, con rostro enfurecido, se levantó.

—Lo que dice Lily es verdad. Aquella noche del dos de agosto yo había salido con su primo, un muggle, cuando dos dementores aparecieron en el callejón.—afirmó Cassius y los miembros de la sala se impactaron.— A diferencia de Lily, yo no se realizar un patronus, por lo que lo único que pude hacer fue colocarme protectoramente frente al primo de Lily. Cuando el dementor parecía a punto de darme el beso, Lily llegó y realizo el patronus. Si no hubiera sido por ella, en este momento no estaría contando esto.

—¡Imposible!—exclamó Fudge, histérico.

—¡¿Acaso esta diciendo que yo, Lord Warrington, estoy mintiendo?!—exclamó Cassius iracundo.— ¡Daré mis recuerdos ahora mismo si es necesario! ¡Entonces será cuando el Ministerio tenga que responder ante nosotros sobre el hecho de haber dejado libre a dos dementores!

—Pe-Pero...—balbuceo Fudge, empalideciendo.

—Eso sin contar, —añadió Lily en voz alta y una enorme sonrisa.— el hecho de que este juicio no tiene sentido, puesto que no hice nada ilegal.

—¡Realizaste magia fuera de Hogwarts siendo menor de edad!—replicó Fudge.

—Ahí es donde esta su error.—dijo Lily.— El año pasado fui obligada a participar en un torneo de muerte donde la regla era que solo mayores de edad podían ingresar. Desde el momento en que mi nombre entró al cáliz y participe en el torneo, la magia me declaro como una joven emancipada, por lo que, en términos simples, estaba y estoy en todo mi derecho de hacer cuanta magia se me de la gana.

—La joven Potter tiene razón.—asintió Madame Bones y Fudge parecía cada vez más lívido.

—¡Es demasiada casualidad que dos dementores deambularan por un barrio muggle y tropezaran con una bruja!—chilló Fudge en un último intento.

—Este juicio no tiene significado ya, —hablo Dumbledore.— pero creo que aún así hay que resolver todos los cabos sueltos. Ninguno de nosotros piensa que los dementores estuvieron ahí por casualidad.

—¿Y qué se supone que significa eso?—pregunto Fudge en tono glacial.

—Significa que les ordenaron ir allí.

—¡Me parece que si alguien hubiera ordenado a un par de dementores ir ahí, habríamos tenido constancia de ello!

—No si actualmente los dementores estuvieran recibiendo órdenes de alguien que no es el Ministerio de Magia.

—No tengo ningún motivo para creer que tus opiniones sean otra cosa que paparruchas, Dumbledore. Los dementores están donde tienen que estar, en Azkaban, y hacen todo lo que nosotros les ordenamos.

—En ese caso, tenemos que preguntarnos porque alguien del Ministerio ordenó a un par de dementores que fueran a ese callejón el dos de agosto...

En medio del absoluto silencio con que fueron recibidas las palabras de Dumbledore, la bruja a la derecha de Fudge se inclinó hacia delante.

—La presidencia le concede la palabra a Dolores Jane Umbridge, subsecretaria del ministro.

—Estoy segura de que no lo he oído bien, profesor Dumbledore. ¡Que necia soy! Pero, ¡por un brevísimo instante me ha parecido que insinuaba usted que el Ministerio de Magia había ordenado a los dementores que atacaran a esta muchacha!

—Si es cierto que los dementores solo reciben ordenes del Ministerio de Magia, y si también es cierto que dos dementores atacaron a Lily, Lord Warrington y su primo hace una semana, se deduce, por lógica, que alguien del Ministerio ordeno el ataque. Aunque, evidentemente, esos dos dementores en particular podían estar fuera del control del Ministerio.

—¡No hay dementores fuera del control del Ministerio!—espetó Fudge rojo como tomate.

—Entonces no cabe duda de que el Ministerio llevará a cabo una rigurosa investigación para averiguar que hacían dos dementores tan lejos de Azkaban y porque atacaron sin autorización.

—¡No te corresponde a ti decidir lo que el Ministerio de Magia tiene que hacer o dejar de hacer, Dumbledore!

—Eso es verdad.—intervino Cassius.— El tema de esta vista era que Lily Potter hizo magia siendo menor de edad, sin embargo, ella esta emancipada desde el año pasado, por lo que no ha incumplido ninguna regla. Ahora, como yo soy quien casi fue victima del beso de un dementor debido ya sea a movimientos externos o a la estupidez del ministerio de magia, ¡Exijo una investigación al respecto! ¿Acaso usted ministro, esta insinuando que todo esto es una maldita farsa?

—No...no, claro que no, yo...

—¡¿Y cómo se atreve, además, a juzgar en un tribunal penal un simple caso de magia en menores de edad?! ¡¿No es esto sino una maldita artimaña suya para desacreditar aún más a Dumbledore y atacar a Lady Potter?!

—Lady Potter queda absuelta de todos los cargos.—intervino la atronadora voz de Madame Bones.— Aquí no hay delito que seguir, pero si una investigación que realizar.

—Me parece bien.—dijo Lily levantándose con elegancia y sonrió.— Por cierto, debido a que ahora estoy emancipada, me gustaría aprovechar el momento para reclamar algo: —todos la miraron confundidos, pero Cassius sonrió, sabiendo lo que se venía: —¡Yo, Lily Jamie Potter, reclamó mi asiento en el Wizengamot como Lady Potter!

Un asiento brilló.

—También reclamo mi asiento en el Wizengamot en representación de la casa Black, Peverell y Slytherin.

Tres asientos más brillaron y el lugar quedo en shock. Lily sonrió burlona al ministro.

—Bueno, debo irme. Permiso.

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