—Allí, mira.

—¿Dónde?

—Al lado de la chica castaña de Gryfreplaceor.

—¿La que trae un aparato en los oídos?

—¿Has visto su cara?

—¿Has visto su cicatriz?

—¿Se convertirá en una bruja oscura?

Los murmullos siguieron a Lily durante los siguientes cuatro días. Los alumnos intentaban verla en cualquier momento. Si su persona ya era popular desde hace tiempo, gracias a su selección ahora era casi imposible pasar desapercibida. La comunidad se dividía entre los que sentían pena por ella por quedar en Slytherin y los que la veían con recelo, pensando que iniciaría un genocidio en cualquier segundo.

La mayoría de sus clases las compartía con Gryfreplaceor, por lo que casi todo el tiempo estaba con Hermione o en su defecto con Theodore, quien sorprendentemente no tenía ningún prejuicio hacia esta.

Amaba las clases de Astronomía, Encantamientos y Transformaciones, pero detestaba Herbología e Historia de la Magia. En realidad, no era mala en ninguna materia, más bien daba buena competencia académica a su amiga Hermione y a un chico de su casa llamado Draco Malfoy.

Según lo que ella había notado, Draco Malfoy era, según la jerarquía de Slytherin, el rey de los de primer año. Según palabras de Theodore, no era el rey de Slytherin solo porque no podía reclamar el trono hasta su tercer año. Era un niño frío, arrogante y algo serio, pero bastante habilidoso en todas las materias. Siempre estaba con Crabbe y Goyle, dos chicos gordos y fuertes, pero el único que verdaderamente parecía ser su amigo era Blaise Zabini.

Las cosas con sus compañeras de cuarto no habían mejorado. Cada día era un martirio. La trataban como si de una peste se tratara. Le desaparecían pergaminos, le escondían su corbata e incluso le manchaban el uniforme. Lo bueno era que Lily tenía repuesto de todo, pero ya estaba bastante cansada de la situación.

El viernes por la mañana, para finalizar la semana, tenían clase doble de Pociones con Gryfreplaceor y aunque a Lily le encantaría sentarse con Hermione, Theodore le advirtió que en esa clase lo mejor era mantenerse con los de su propia casa. Al terminar de desayunar, su lechuza apareció frente a ella y le dejó una carta:

Querida Lily

Se que tienes las tardes del viernes libres, así que ¿te gustaría venir a tomar una taza de té conmigo, a eso de las tres? Quiero que me cuentes todo lo de tu primera semana. Envíame la respuesta con Hedwig.

Hagrid.

Haciendo una rápida contestación, le dio la carta a Hedwig, quien se fue volando, se colgó su bolso y salió junto a Theodore del Gran Comedor. Las clases de Pociones se daban en las mazmorras, en un calabozo.

Hacía mucho más frío allí que arriba, aunque Lily ya estaba acostumbrada porque llevaba toda una semana viviendo con los Slytherin. El profesor Snape, a quien había encontrado mirándola más de una vez durante la semana, comenzó la clase pasando lista.

—Ah, sí...Lily Potter...—murmuró el profesor Snape y la miro profundamente.

Parkinson, Greengrass y las hermanas Carrow, rieron.

—Ustedes están aquí para aprender la sutil ciencia y el arte exacto de hacer pociones.—Hablaba casi en un susurro, pero se le entendía todo. Tenía el don de mantener a la clase en silencio sin ningún esfuerzo.— Aquí habrá muy poco de estúpidos movimientos de varita y muchos de ustedes dudaran que esto se magia. No espero que lleguen a entender la belleza de un caldero hirviendo suavemente, con sus vapores relucientes, el delicado poder de los líquidos que se deslizan a través de las venas humanas, hechizando la mente, engañando los sentidos...Puedo enseñarles como embotellar la fama, preparar la gloria, hasta detener la muerte...si son algo más que los alcornoques a los que habitualmente tengo que enseñar.

Theodore y Lily compartieron una pequeña mirada, para después mirar a Hermione, sentada al borde de la silla junto a Ronald Weasley, parecía desesperada por empezar a demostrar que ella no era un alcornoque.

—Potter.—llamó Snape suavemente.— ¿Qué obtendré si añado polvo de raíces de asfódelo a una infusión de ajenjo?

—Una poción para dormir muy poderosa, conocida como Filtro de Muertos en Vida.—respondió Lily suavemente.

—¿Dónde buscarías si te digo que me encuentres un bezoar?

—En el estomago de una cabra y sirve para salvarte de la mayor parte de los venenos.

—¿Cuál es la diferencia, Potter; entre acónito y luparia?—pregunto por último, con los ojos brillantes.

—Es la misma planta, solo un diferente modo de llamarla.

—Bueno, —habló Snape y se acercó a la chica, colocando su mano sobre su cabello y acariciándolo un poco. Lily sintió la mano de Theodore sobre la suya, enterrándole las uñas— Muy bien hecho, señorita Potter.—se alejo y miro al resto de la clase con frialdad— ¿Por qué no lo están apuntando todo?

El resto de la clase, las sonrisas de las compañeras de cuarto de Lily, desaparecieron; y Snape se dedicó a halagar las habilidades de Malfoy y Lily en Pociones, así como de quitar puntos a Gryfreplaceor cuando Neville Longbottom hizo explotar su poción de cura para forúnculos, causando heridas en su cuerpo.

Para cuando la clase acabo, Lily salió alegre junto a un incrédulo Theodore y una deprimida Hermione.

—¿Me acompañan a ver a Hagrid?—pregunto Lily.

—Paso, prefiero ir a repasar esto o Snape no me lo pasara ni porque sea Slytherin.—dijo Theodore con un suspiro.

—Yo si te acompaño, necesito relajarme.—suspiró Hermione.

Salieron del castillo cinco minutos antes de las tres y cruzaron los terrenos que lo rodeaban. Al llegar a la pequeña cabaña de Hagrid, al borde del bosque prohibido, una ballesta y un par de botas de goma estaban al lado de la puerta delantera. Cuando Lily llamó a la puerta, oyeron unos frenéticos rasguños y ladridos.

—Atrás, Fang, atrás. — la cara de Hagrid apareció al abrir la puerta.— Entren. Atrás, Fang.

Las dejo entrar, tirando del collar de un imponente perro negro. Había una sola estancia y del techo colgaban jamones y faisanes, una cazuela de cobre hervía en el fuego y en un rincón había una enorme cama con una manta hecha de remiendos.

—Están en su casa.—dijo Hagrid soltando a Fang, que se lanzó contra Hermione a que esta lo acariciara.

—Gracias, Hagrid. Ella es mi amiga Hermione Granger.—presentó Lily.

—Una Gryfreplaceor, ¿eh? Es bueno ver que tengas buenas amistades, Lily.—sonrió Hagrid.

El pastel casi les rompió los dientes mientras escuchaban a Hagrid hablar sobre lo sorprendido que estuvo de que quedara en Slytherin, pero que el no creía lo que decían muchos alumnos sobre que se volvería mala.

—Son idiotas. Eres la chica más buena que conozco.—afirmó Hagrid.— La casa de Slytherin tiene suerte de tenerte.

Hablaron un poco sobre como Hermione tuvo problemas con Filch y su gata, así como de la clase de Pociones.

—Vaya, Snape rara vez se comporta amable. Que buena suerte tienes, Lily.—dijo Hagrid y miro a Hermione.— y tu no te preocupes, Snape es siempre así con los Gryfreplaceor, solo intenta no resaltar de mala manera en su clase y estarás bien.

De pronto, Lily miro el recorte de periódico que estaba sobre la mesa. Era de El Profeta.

RECIENTE ASALTO EN GRINGOTTS.

—¡Hagrid!—dijo Lily al terminar de leer la nota.— ¡Ese robo en Gringotts sucedió el mismo día que me llevaste al Callejón Diagon! ¡Pudo haber sucedido mientras estábamos allí!

Hagrid evitó su mirada, gruño y les ofreció mas pastel. Lily intuyo que no quería o no podía hablar de ello, por lo que le sonrió y le siguió la corriente. Al cabo de unas horas, Hermione y Lily regresaban al castillo una hora antes de la cena, con los bolsillos llenos del pétreo pastel que fueron demasiado amables para rechazar.

—¿Mañana nos vemos en la biblioteca para estudiar?—propuso Hermione, alegre de que al fin fuera fin de semana.

—Seguro, después del desayuno nos vamos juntas y luego caminamos un rato por los terrenos.—respondió Lily.

—¡Genial!—exclamó Hermione.— Entonces te dejo, quiero dejar mis cosas en el cuarto antes de la cena. ¡Hasta mañana, Lily!

—Hasta mañana, Hermione.—sonrió Lily.

Despidiéndose de su amiga, Lily emprendió camino rumbo a su sala común con un sentimiento de preocupación en su interior. Tenía un muy mal presentimiento.

La sala común se encontraba vacía, solo Theodore estaba en la sala leyendo tranquilamente. Se saludaron con un asentimiento de cabeza y Lily subió las escaleras para ir a su habitación, al entrar a esta, se encontró con las maliciosas sonrisas de sus compañeras.

Su cama estaba deshecha, su ropa y objetos personales estaban tiradas por el suelo. Pansy Parkinson, al frente de toda la situación, sonreía sosteniendo una fotografía que Lily conocía muy bien.

Era la única fotografía que su tía Petunía conservaba de su madre.

—¿Qué crees que estas haciendo, Parkinson?—cuestionó Lily con rostro serio.

—¿Qué mas, Potter? Enseñarle a las moscas muertas como tu lo que se ganan por estar en donde no pertenecen. Debiste haber vuelto a tu casa con tu tía en cuanto quedaste en Slytherin, pero no. —la miró con coraje.— Te has quedado aquí a pesar de que te hemos demostrado que no te queremos, incluso conseguiste el favoritismo de Snape...ahora debes pagar por ella.

—¡Parkinson, NO!—grito Lily, pero fue demasiado tarde.

Parkinson había quemado la fotografía con el fuego de una vela. Todas rompieron en sonoras carcajadas. Lily apretó sus puños y lo siguiente que paso, nadie se lo espero.

Lily tuvo una explosión de magia que hizo derribar a las cuatro niñas. Hizo un movimiento con su varita que causo que el cabello de estas se cortara y que aparecieran unas cortadas en sus brazos. Se acercó con paso firme hasta Parkinson, la tomó fuertemente del cabello y la arrastro por el suelo hasta lanzarla fuera de la habitación, al pasillo femenino.

Las demás chicas, de todos los grados, habían salido al escuchar los gritos de las niñas y jadearon incrédulas al ver lo que Lily hacía.

—¡Detente ahora mismo, Potter!—exclamó Sophie Vanity y la señaló con su varita.— ¡Pe...!

—Termina esa frase, Vanity y te aseguro que para cuando me petrifiques, yo le habré cortado la garganta a esta chica.—aseguró Lily con frialdad. Sophie dudo. Parkinson lloraba.

—No te atreverías.—dijo Sophie.— Te meterás en problemas, Potter. Irías a Azkaban.

Lily soltó una carcajada que les helo la sangre.

—¿Así de estúpida eres?—miró a Sophie con burla y enterró su varita en el cuello de Parkinson.— Yo soy Lily Potter, La Chica que Vivió, me consideran una heroína. Todo el mundo lo hace. ¿Realmente crees que si la mato, no me creerán si les digo que fue su propia culpa al intentar lanzarme una maldición? Después de todo, solo soy una pobre chica que quedo en esta casa de serpientes.

—P-Potter...—tartamudeó Sophie, asustada y el llanto de Parkinson incremento.

—¿Querían saber porque termine aquí? Bueno, ya lo están viendo.—dijo Lily con frialdad.— Quizá si hubieras detenido a estas idiotas cuando comenzaron a molestarme, no hubiéramos tenido que llegar a esto.

—Basta.—dijo una chica de séptimo dando un paso al frente.—No nos atacamos entre nosotros, es una de nuestras reglas.

—Ella la rompió primero.—reclamó Lily.

—Y por ello será castigada.—afirmó la chica y bajo la cabeza. Las demás la imitaron.— Te ruego que la sueltes. Esto no volverá a pasar.

Lily afianzó su agarre en los cabellos de Parkinson, la alzó de golpe y luego la estampo contra el suelto, haciéndola soltar un grito de dolor. La soltó, se sacudió las manos y las miro con frialdad.

—Quiero mis cosas intactas para después de la cena.— dijo Lily.

Dicho esto, bajo de las escaleras con furia. Abajo estaban muchos miembros de la casa, quienes habían escuchado el ruido pero no sabían que sucedía. Ignorando los llamados de su prefecto, Adrian Pucey, Lily salió de la sala común y fue hasta el Gran Comedor, donde aún no había nadie.

Se sentó en la mesa, tomó sus audífonos colocándolos en sus oídos y dio play a su Walkman. Se relajo escuchando The Kids Aren’t Alright de The Offspring. Realmente no es como que ella necesitara una canción en especifico o un tipo de música cuando necesitaba relajarse. No. Ella solo necesitaba escucharla y ya era feliz.

No tenía intención alguna de matar a Parkinson, pero como supuso, su actuación fue lo suficientemente convincente como para espantarlas. Con eso no se meterían con ella en un buen rato.

Dudley tenía razón. Enojada daba mucho miedo.

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