Se aparecieron al día siguiente en un bosque de Canadá, donde después de lanzar una serie de diversas protecciones, sacaron el guardapelo, la copa y la diadema. El guardapelo tenía que abrirse para ser destruido y Lily lo hizo hablándole en Lengua Pársel.

Theodore, con temor, lanzó el Fuego Maligno sobre los tres Horrocruxes. Ninguno tenía experiencia en dicha maldición, pero era más que obvio que solo podía ser realizada por alguien con experiencia en magia negra y las únicas opciones eran Lily y Theo, pero este último no iba a permitir que la pelirroja lo hiciera, por lo que decidió hacerlo el mismo.

No había salido nada bien. Casi todo el bosque termino incendiándose porque no consiguieron controlar la maldición, por lo que terminaron volviendo a Inglaterra, colocando el campamento en el bosque de Dean. Estaban heridos, cansados y desganados, pero al menos si que habían conseguido destruir los tres Horrocruxes.

Ahora solo faltaba destruir a la serpiente Nagini.

La situación no era sencilla, la guerra estaba provocando que incluso ir a tiendas de conveniencia en el muggle era demasiado peligroso, por lo que la comida escaseaba. Incluso la comunicación a través de Potterwatch se había interrumpido desde hace más de dos meses.

Pero no fue hasta un mes más tarde cuando la suerte les sonrió por fin. Lily montaba guardia en la entrada de la tienda cuando Theo, dentro de la tienda, gritó de emoción.

—¡Ya la tengo! ¡Ya la tengo! ¡La contraseña era “Albus”! ¡Vengan!

Hermione, quién leía un libro, lo dejó y junto a Lily, corrieron emocionadas hasta Theo, colocándose a su lado, arrodillados en el suelo junto a la pequeña radio, la cual empezaba a sonar:

«...que nos disculpen por nuestra ausencia temporal de la radio, debida a las diversas visitas a domicilio que últimamente han realizado esos encantadores mortífagos en nuestra zona.»

—Lee Jordan.—reconoció Hermione.

«...Ya hemos encontrado otro refugio —continuaba Lee—, y me complace comunicarles que esta noche me acompañan dos de nuestros colaboradores habituales. ¡Buenas noches, chicos!»

«¡Hola!»

«Buenas noches, Río.»

—Río es Lee.—entendió Hermione.

«Pero antes de escuchar a Regio y Romulus, —prosiguió Lee— vamos a informar de esas muertes que la cadena Noticiario Radiofónico Mágico y El Profeta no consideran dignas de mención. Con enorme pesar hemos de informar a nuestros oyentes de los asesinatos de Ted Tonks y Dirk Cresswell.

Lily notó un vacío en el estómago y los tres jóvenes se miraron horrorizados.

»También han matado a un duende llamado Gornuk. Todo parece indicar que Dean Thomas, hijo de muggles, y otro duende, los cuales presuntamente viajaban con Tonks, Creswell y Gornuk, lograron huir. Si Dean nos está escuchando, o si alguien tiene alguna idea de su paradero, que lo comunique, porque sus padres y hermanas están desesperados por saber algo de él.

»Entretanto, en Gaddley, los cinco miembros de una familia de muggles también han sido hallados muertos en su casa. Las autoridades muggles lo han atribuido a una fuga de gas, pero miembros de la Orden del Fénix me han hecho saber que fueron víctimas de una maldición asesina. Ésa es otra prueba más, por si no teníamos ya suficientes, de que la matanza de muggles se está convirtiendo en poco menos que un deporte recreativo bajo el nuevo régimen.

»Por último, lamentamos informar que la Orden del Fénix ha recibido un fuerte baja de miembros a manos de los mortífagos, esto debido a que fueron interceptados en una de sus reuniones. Lamentamos informar de la muerte de Alastor Moody, Dedalus Diggle, Elphias Dodge, Emmeline Vance, Sturgis Podmore, Hestia Jones y Molly Weasley. Así como también debo informar de la desaparición o posible captura de Sirius Black.

»Queridos oyentes: quiero invitarlos a guardar con nosotros un minuto de silencio en recuerdo de nuestros amigos magos y brujas fallecidos, el duende Gornuk y los muggles anónimos, pero no por ello menos recordados, asesinados por los mortífagos.

Se produjo un silencio, y los tres amigos no abrieron la boca. Los tres sentían una enorme angustia, pero para Lily todo era mucho peor. Habían eliminado a casi toda la Orden, por no decir que también estaban los más importantes, como Alastor Moody y Emmeline Vance. Ahora solo quedaban los Weasley, Kingsley y Remus, pues Sirius, su padrino, estaba desaparecido o en un peor caso, capturado.

El resto de la transmisión les permitió escuchar las voces de Kingsley, Remus y Fred, quienes participaban en la radio bajo seudónimos.

La voz de los tres era seria mientras informaban de los ataques a muggles, sin embargo, la voz específicamente de Remus y Fred, estaban teñidas de dolor. Remus por el desconocido paradero de Sirius, mientras que Fred por la muerte de su madre.

En cuanto la transmisión acabo, el silencio inundo el lugar. Los tres estaban pálidos y perdidos en sus propios pensamientos.

Para Theo, la muerte de Ojoloco Moody era una enorme perdida, era de los pocos magos poderosos que aún estaban de parte de la luz. Con su muerte, significaba que Kingsley sería el nuevo líder de la escasa Orden. Por otra parte, la posible captura de Sirius significaba que Remus y Lily estarían más preocupados por él que por ellos mismos.

Efectivamente, justo como Theo pensaba, Lily estaba terriblemente preocupada por Sirius. Remus y él eran lo último que les quedaba, eran, junto a Theo y Hermione, su única familia. Lily se levantó abruptamente y salió de la casa de campaña respirando agitadamente, sentía que estaba a punto de entrar a un ataque de pánico.

Se tiró al suelo y cerró los ojos, intentando regular su corazón y reprimir el sentimiento. Desde hace poco más de siete meses llevaba teniendo ataques de pánico y, al igual que ahora, lo único que la tranquilizaba era pensar en Draco e imaginar que este la abrazara.

¿Qué si era tóxico de su parte pensar en su ex novio mortífago? Quizá un poco. No era del todo bueno para la poca estabilidad mental y sentimental que le quedaba, pero debía aferrarse a algo y desgraciadamente Draco era demasiado especial para ella.

O al menos el recuerdo de lo que fueron era especial para ella.

—¿Estas bien?—pregunto Theo, acostándose a su lado al igual que Hermione.

—Ya estoy harta.—confesó Lily con la voz quebrada, abriendo los ojos llenos de lágrimas. Se sentó y miró a sus dos amigos.— En verdad lamentó tanto haberlos embarcado en esta maldita misión suicida.

—Tu no nos obligaste a nada, Lily.—corrigió Hermione inmediatamente, tomándola de la mano.

—Nosotros decidimos seguirte a donde fueras, por algo somos mejores amigos.—afirmó Theo acariciando su espalda.

—¡Pero aún así no es justo!—explotó Lily.— ¡Tuvimos que dejar toda nuestra vida por mi maldita culpa! ¡Si no fuera la maldita niña que vivió podríamos vivir tranquilos! ¡Mis padres seguirían vivos y tuviéramos una normal!

—Basta, Lily.—dijo Theo con seriedad.

—Nada de basta, Theo.—replicó Lily con un tinte de frialdad.— Llevamos casi dos años huyendo. La guerra ya esta prácticamente ganada para Quien-Tu-Sabes. Dumbledore y Moody están muertos. Mi padrino desaparecido. Los Horrocruxes han sido destruidos pero aún falta Nagini. E incluso si por obra del espíritu santo tuviéramos la oportunidad de matar a la serpiente y lo consiguiéramos, ¿Cómo se supone que vamos a vencer a Voldemort y todo su maldito ejercito? ¡Literalmente tiene a el 90% de la población mágica bajo su poder! Eso sin contar a su ejercito de gigantes, vampiros, hombres lobos y dementores.

Un silencio pesado se instaló en el lugar. Theo se removió incomodo.

—Perdón pero...¿Qué es el espíritu santo?

Lily y Hermione suspiraron.

Si salían con vida de todo eso, definitivamente iban a llevar a Theo al catecismo.

—¿Qué les parece si vamos a Londres muggle y conseguimos algo rico para cenar?—propuso Hermione con una sonrisa débil, intentando olvidar el tema anterior.

—No creo que sea nuestra mejor idea, es peligroso.—replicó Lily.

—Los mortífagos deben seguir festejando las bajas de la Orden, creo que no será tan peligroso.—admitió Theo.— Creo que después de andar comiendo bayas y muchas verduras, quizá una buena comida caliente no nos hará daño.

—Bien.—suspiró Lily.

Recogieron todo el campamento. Como no sabían lo que podría llegar a pasar, era mejor ir cargando todas sus cosas. Se aparecieron en un callejón de Londres Muggle, pero al ver la ciudad, un mal presentimiento los recorrió, por lo que terminaron apareciéndose en un pequeño pueblo muggle cercano a Londres.

Castle Comb era el pueblo más bonito de Londres y esta vez si que se salieron a caminar por el pueblo. Los tres usaban gorros de lana que cubrían sus cabellos, especialmente Lily y Hermione, quienes eran las que tenían cabelleras resaltantes, una por ser pelirroja y la otra por su ya conocido cabello castaño rizado.

Aún así, era necesario cubrir más que sus cabellos, por lo que también llevaban bufandas café oscuro que cubrían parcialmente sus rostros.

Para Lily, quién no había olvidado del todo a su ex pareja, era difícil adaptarse a dejar sus horquillas y comenzar a trenzar todo su cabello en un rodete alto, así como también olvidarse de su icónica y siempre suave bufanda plateada con ciertos hilos de oro blanco y empezar a usar una simple y rasposa bufanda café opaco.

Al menos sus pendientes, obsequió de Theo, seguían permanentes en sus orejas.

Al cabo de una hora, Theo, quién era el encargado de la comida, ya andaba con dos grandes bolsas de papel llenas de alimentos para preparar una buena cena. Iban tan centrados en disfrutar la tranquilidad del pueblo que les tomó por sorpresa cuando el mercado explotó en mil pedazos.

Gritos de terror, personas llorando, el crepitar de las llamas creciendo a través del fuerte viento que empezaba a soplar y pitido de sus oídos, hacía para Lily imposible la tarea de orientarse.

Sintió como la tomaban de ambos brazos y suspiró de alivió al ver que eran Theo y Hermione, cuyos gorros, al igual que el suyo, se habían caído en la explosión.

—¡Son mortífagos! ¡Hay que irnos!—grito Hermione aterrada mientras comenzaban a huir.

—¡¿No que iban a estar celebrando?!—grito Lily mirando a Theo. Antes de que este pudiera decir algo, escucharon como un mortífago lanzaba una maldición explosiva y gritaba:

—¡SII! ¡FESTEJEMOS LA VICTORIA SOBRE LA ORDEN!

Los dos Slytherin rodaron los ojos mientras Hermione soltaba un chillido asustada. No podían aparecerse pues un mortífago podría notarlo y seguirlos, por lo que primero tendrían que huir del lugar.

Siguieron corriendo, empujando a quien se les atravesara enfrente, hasta que de pronto, al doblar en una de las calles, huyendo de las explosiones, Lily chocó contra alguien y volvió a caer al suelo.

Sujeto su cabeza, semi sentada en el suelo, mientras la persona frente a ella, una mujer de tez trigueña y cabello negro ondulado, se levantaba y la miraba con sorpresa.

—Lily...—susurró la mujer y Theo inmediatamente alzo su varita contra ella, dispuesto a obliviarla.— ¡No! ¡Síganme!

Sin darles tiempo a reaccionar, la mujer se colocó rápidamente a espaldas de los tres chicos y los empujo, guiándolos a través de la asustada multitud. Llegaron hasta una calle oscura, donde la mujer los sujeto a los tres y, de pronto, se aparecieron en otro lugar.

Estaban, muy probablemente, a las afueras de Castle Comb, pues podían ver el pequeño y antes bonito pueblo ahora estaba envuelto en llamaradas abrasadoras de fuego y gritos aterrados de la gente.

—Vamos, por aquí.—susurró la mujer.

Theo y Hermione intentaron detener a Lily, quién no sabía porque, pero confiaba en la mujer, por lo que la siguió pese a la desconfianza de sus amigos. Anduvieron en silencio hasta internarse en un pequeño bosque, encontrándose con una cabaña que estaba bastante bien protegida por varios encantamientos.

—Pueden ponerse cómodos.—dijo la mujer, abriéndoles la puerta.

—Gracias, pero antes quisiera saber quién es usted y porque sabe mi nombre.—dijo Lily, ingresando junto a Theo y Hermione.

La mujer sonrió.

—No creo que haya alguien que no te conozca hoy en día, Lily Potter.—dijo la mujer.—Me llamo Mary Elizabeth Cattermole...aunque bueno, quizá ya no deba llamarme así.

—¿A qué se refiere?—cuestionó Theo, sujetando su varita con fuerza. La mujer sonrió tristemente.

—Mi esposo y mis dos hijos fallecieron hace unos meses a manos de los mortífagos.—confesó con la mirada vacía.—Por eso no creo que deba seguir usando ese nombre.

—¿Entonces cómo...?

—Mary.—interrumpió a Hermione con una sonrisa.— Mary Macdonald.

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