En la lejanía, Zeus hizo un gesto con la mano y, como si estuviera tirando basura, lanzó a Anita al calabozo de agua.

Era como si lo que acababa de matar no fuera una persona viva, sino un insignificante saco de trapo.

Evrie se quedó parada en su lugar, su vista estaba nublada por un velo de lágrimas.

Sus lágrimas caían sin control.

Justo cuando estaban a punto de escapar…

Justo cuando Anita tanto quería dejar ese infierno de lugar.

¿Por qué, por qué tenía que ser así?

—¡Búsquenla! En tan poco tiempo esa mujer no puede haber ido lejos. ¡Al que la atrape, le doy un millón de efectivo! — gritó Zeus a lo lejos.

Los guardaespaldas, como si les hubieran inyectado adrenalina, ignoraron los disparos que retumbaban en el exterior y se pusieron a buscar por todos lados, incluso en la oscuridad de la noche.

Era verdad lo que decían: el dinero mueve montañas.

Evrie, instintivamente, soltó la cuerda y buscó rápidamente un lugar donde ocultarse.

Después de varios días allí, conocía el terreno como la palma de su mano y pronto encontró una bodega escondida en la que se zambulló sin dudarlo.

—¡Ay! — Se escuchó un quejido apagado debajo de ella, como si hubiera caído encima de alguien.

Evrie se concentró en la oscuridad, la luz era demasiado tenue para ver la cara de la otra persona, pero podía distinguir que era una mujer.

—¿Linda? — adivinó Evrie casi por reflejo.

—¿Evrie? ¿Cómo llegaste acá? — le preguntó Linda, sorprendida al reconocer su voz en la oscuridad.

—Shh, cállate— Evrie rápidamente le tapó la boca y le susurró una advertencia en su oído—. No hagas ruido, o ambas vamos a terminar de vuelta en ese lugar.

Aunque todavía resentida por la traición anterior de Linda, Evrie sabía que en ese momento compartían el mismo objetivo: ambas querían huir.

De lo contrario, Linda no estaría escondiéndose allí.

Linda, sabiamente, se calló.copy right hot novel pub

En la oscuridad, el sonido de los pasos resonaba sobre ellas, mezclado con disparos esporádicos.

Las dos mujeres contuvieron la respiración, sin atreverse a emitir el más mínimo ruido.

Después de lo que pareció una eternidad, cuando los pasos se alejaron, Evrie exploró el lugar para confirmar su posición.

No podían quedarse allí, tarde o temprano los hombres de Leandro las encontrarían.

Evrie buscó a tientas la entrada a un estrecho pasadizo subterráneo, que era parte del diseño original del lugar. Afortunadamente, había memorizado cada rincón antes de la construcción, y ahora eso les servía para escapar.

—Sígueme— le ordenó a Linda, en un susurro cortante.

—¿A dónde vamos? — le preguntó Linda con cautela, aun desconfiaba de Evrie después de haberla traicionado una vez.

—Si no quieres morir aquí, entonces no preguntes— le respondió Evrie, con un tono de voz que no admitía protestas. Sin decir más, avanzó por la oscuridad, seguida de cerca por Linda, quien no quería quedarse sola.

El túnel era largo y tortuoso, aún más que el trayecto por la selva que habían tomado antes. Caminaron tanto que los pies les dolían, pero no se atrevían a detenerse.

Finalmente, llegaron al final del pasaje.

Linda estaba a punto de gritar de emoción.

Pero esta vez, Evrie fue más cautelosa y observó el exterior durante un buen rato antes de decidirse a salir, para asegurarse de que no había nadie.

Con cuidado, salieron del túnel y rápidamente cubrieron la entrada, tratando de no dejar rastro.

Aún estaba oscuro y no podían ver exactamente dónde estaban, pero sabían que no podían quedarse cerca del túnel.

Evrie finalmente respiró aliviada y encontró un rincón abandonado donde ocultarse y recuperar el aliento.

Después de una noche de fuga, sus piernas casi no podían mantenerla en pie.

Evrie la miró con escepticismo— Aquí todos están compinchados, ¿te atreverías?

Linda ya no dijo nada más.

Ella estaba tan nerviosa que casi olvidó que aquí la policía y los locales eran uña y carne.

Si les pedías ayuda, en un abrir y cerrar de ojos te mandaban de vuelta, y si las cosas se ponían feas, incluso podías perder la vida.

—¿Y ahora qué hacemos? —le preguntó Linda, incapaz de contenerse.

¿Qué hacer?

Evrie tampoco lo sabía.

En un lugar desconocido, sin poder confiar en nadie, sin teléfono, realmente se sentían acorraladas.

Evrie apretó los dientes y le dijo: —Quédate aquí quietita, voy a ver cómo está el ambiente afuera. —

No se atrevía a dejar que Linda se encargara de esa tarea.

Temía que por un descuido, Linda se delatara, la capturaran y terminara revelando el paradero de Evrie. Sería un desastre.

Linda, que había corrido toda la noche, estaba demasiado agotada para moverse y asintió con la cabeza, dejando que Evrie se fuera sola.

Aún era temprano y no había nadie en las calles.

Evrie caminaba por senderos desapercibidos, intentando ser lo menos visible posible.

Evrie, aterrorizada, intentaba deshacerse de esa mano, forcejeando con todas sus fuerzas.

Al girar la cabeza, se encontró con los ojos oscuros y profundos de un hombre.

¡Farel!

Se quedó paralizada, incluso su respiración se detuvo.

Ella, desaliñada y él, vestido de negro.

Sus finas cejas y rasgos distinguidos eran como los recordaba, fríos y arrogantes.

Esos ojos claros la miraban escondiendo un vórtice insondable.

Sus miradas se cruzaron y el tiempo pareció detenerse.

—Tonta. —

Unos segundos después, Farel pronunció secamente esa palabra.

Los ojos de Evrie se llenaron de lágrimas al instante.

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