—Tiene sentido. — Evrie sintió que él tenía razón.

Esas repentinas vicisitudes, ella ya las había enfrentado cuando vivía en el Triángulo Norte.

Fuera del restaurante había una terraza, y debajo corría el río caudaloso.

Pasaban de las diez, y poco a poco el cielo se iluminaba con fuegos artificiales, celebrando la llegada de la Navidad.

Evrie estaba pasando las fiestas en la ciudad por primera vez, se sentía diferente a lo habitual.

No tenía que preparar la cena de Nochebuena para toda la familia, ni soportar los constantes reproches y murmullos.

No había favoritismos ni miradas despectivas.

Se sentía tranquila y disfrutaba del momento.

Solo que había algo que le hacía sentir un vacío, como si faltara algo.

Evrie apretó los labios y se llevó un sorbo de vino tinto a la boca.

—Oye, si tienes el estómago delicado, ¿por qué bebes tanto vino? — Valerio, con su aguda visión, se percató de su copa vacía y le preguntó de manera despreocupada.

—Estamos celebrando, quiero sentirme un poco feliz. — Evrie parpadeó, mirando los fuegos artificiales en el horizonte, y de repente recordó los días en Brasil, las calles bulliciosas y los fuegos artificiales que llenaban el cielo.

Y ese beso inesperado.

Eso que le faltaba, era él.

—¿Feliz? ¡Más bien parece que estás ahogando tus penas en alcohol! — Valerio lo veía todo claro y torció el gesto. —De qué sirve que te guste alguien si esa persona está con su prometida, y al final soy yo el que te acompaña. Nosotros dos somos los que realmente nos comprendemos. Si pusieras tu corazón en mí, ya estarías contenta. —

Evrie lo miró de reojo. —Dijiste que no dependiera de un hombre, ¿y ahora quieres que ponga mi corazón en ti? —

Valerio se defendió con convicción. —Por eso yo soy el tipo de hombre que debería ser tu novio. Soy guapo y tengo presencia, estoy dispuesto a gastar dinero en ti, y nos conocemos bien. No hay necesidad de un amor que nos consuma. Si algún día te traiciono, simplemente me dejas y ya está. Todo limpio y satisfactorio, nada de sufrimiento. ¿No es mejor tener una relación así en lugar de lidiar con Farel, ese hombre sombrío y pegajoso? —

Evrie…copy right hot novel pub

—…—

A veces, sus ideales eran realmente extraños.

—¿Qué te parece si decidimos esto hoy? — Valerio intentó aprovechar el momento.

—Creo que eres como mi madre, ambos son unos tontos enamorados. Ella ya está así, y tú aún no has llegado a ese punto. Debo salvarte de seguir sus pasos. — Evrie se negó de inmediato.

—Creo que ser amigos está bien. —

—¿Amigos? No confío en ningún hombre que sea tu novio en el futuro. ¡Mejor me ocupo yo mismo! —

Evrie—No hace falta, ¡no quiero tener una relación amorosa! —

—Me estás mintiendo. Si hoy Farel estuviera soltero y te confesara su amor, ¿dirías lo mismo? —

Evrie—… Sigamos bebiendo. —

Ella tomó la botella y se sirvió más vino, chocando su copa con la de Valerio.

Valerio sintió su estado de ánimo caer y suspiró, acompañándola en el brindis.

—Si fuera él..

.— Evrie de repente le habló, mirando fijamente los fuegos artificiales sobre su cabeza —estaría dispuesta. —

Valerio… —…—

Simplemente se quedó sin palabras.

Con la cabeza dando vueltas y la cara roja e inflamada, parecía tonta y aturdida.

Valerio le quitó la copa de las manos y la pinchó en el hombro.

—¿Estás borracha? —

—No, todavía estoy lúcida. — Evrie insistió tercamente.

—Mentira, ya ni siquiera puedes caminar derecho. —

—Pero mi mente está clara. — Evrie persistió.

—Entonces dime, ¿te gusta más yo o Farel? —

Evrie bajó la cabeza, sin responderle.

Valerio resopló con desdén. —Eres tonta, igual que mi madre.

Ignorando sus palabras, Evrie se levantó para irse —Me siento mareada, quiero ir a casa. —

Valerio dejó su copa, caminando con pasos seguros. —Está bien, te llevaré a casa. —

—No es necesario. — Evrie negó con la cabeza y le dijo seriamente con la lengua pesada —No debes conducir después de beber.—

Valerio… —…—

Aún conservaba su sentido de responsabilidad.

—Está bien, buscaré a un camarero del hotel que nos lleve a casa como conductor sustituto, ¿qué te parece? —

Evrie caminaba hacia la puerta con pasos ligeros y vacilantes, como si flotara.

Justo cuando estaba a punto de subirse al auto, en el lado vacío de la carretera, un Range Rover negro se detuvo con firmeza.

Una fragancia fresca y única invadió sus fosas nasales.

Ella levantó la vista, encontrándose con ese rostro atractivo y superior, y soltó una risa tonta.

—Feliz Navidad, Dr. Farel. —

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