Margarita estaba aterrorizada, su voz temblaba.

—¿Cómo te atreves a irrumpir en la sala de pacientes y a sacarme sangre? Esto es ilegal. —

—¿Ilegal? —

Farel esbozó una sonrisa irónica. —Tú tienes un ataque de locura, destrozas todo a tu paso, no estás en sus cabales y dañas la propiedad del hospital. Yo sólo hago lo que haría un médico, intento ayudarte a curarte. —

Jugaba despreocupadamente con el tubo fino en sus manos, preguntándole con ligereza.

—Ayudar a los demás es mi deber, ¿dónde está el delito? —

El rostro de Margarita palideció, sintiendo un frío en la espalda.

El aura de él la asustaba tanto que casi la hacía enloquecer.

—¡Suéltame, déjame ir! —

Cuanto más luchaba, más rápido le extraía sangre.

El frasco de vidrio colgado junto a la cama se balanceaba, tiñéndose de rojo con la sangre.

Margarita sentía como si algo le estuviera siendo arrancado de su interior, ese sentimiento de pánico y descontrol la aterrorizaba.

—Papá, papá, ayúdame, ven rápido. —

Gritaba fuera de control hasta quedar ronca.

Lamentablemente, la sala tenía un espacio aislado, tanto la privacidad como el aislamiento acústico eran excelentes.

Afuera reinaba el silencio, sin señal de movimiento alguno.

Margarita se sentía más desesperada que nunca.

Incluso la mano larga y bien formada que presionaba su muñeca parecía una elegante garra demoníaca que le arrebataba la vida.

Miraba fijamente cómo su sangre se escurría poco a poco, llenando la botella.

Todo se oscurecía ante sus ojos.

No era anemia, era terror.

—¡Clic! —

La puerta de la sala se abrió de golpe, y Norman, con su bata blanca, llegó apresurado desde afuera.

Al ver lo que sucedía, se le heló la sangre.

—Sr.copy right hot novel pub

Haro, tenga piedad, Margarita no sabe lo que hace, por favor no sea tan duro con ella. —

Farel no detuvo su mano y cuando miró a Norman, su sonrisa se ensanchó aún más.

—Subdirector Norman, parece que no escuchaste nada de lo que te dije hace un tiempo. —

—Si no sabes educar a tu hija, permíteme enseñarte cómo hacerlo. —

Norman sudaba frío en la frente.

—Esta vez fue mi culpa, de verdad lo siento, déjame disciplinarla, te aseguro que te daré una explicación. —

Farel parecía impasible, ignorándolo por completo.

No tenía otra carta que jugar.

Era el único favor que él le debía.

Y tenía que usarlo por Margarita.

Farel finalmente se detuvo y luego soltó lentamente.

Margarita ya estaba muerta de miedo, desesperadamente se quitó la aguja, con sangre fluyendo por el dorso de su mano.

Sus movimientos eran de una gracia extrema.

Pero las palabras que salían de su boca estaban llenas de un frío mortal.

—Una, desaparece todos esos rumores maliciosos sobre Evrie. Dos, manda a tu hija a un hospital psiquiátrico. —

El rostro de Norman se quebró al instante.

¿Un hospital psiquiátrico?

¿Quería encerrar a Margarita en ese lugar?

Farel no lo miró de nuevo, se giró hacia la puerta.

Al abrirla, dejó caer una advertencia final.

—Si en ocho horas no resuelves todo, actuaré personalmente y, en ese caso, las consecuencias serán dobles. —

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