Evrie se quedó perpleja por unos segundos.

¿Estaba celoso?

Giró la cabeza hacia Farel—¿Es eso? —

Farel, sin cambiar su expresión, soltó unas palabras—Sí, él tiene razón. —

Evrie—…—

Él era sorprendentemente honesto.

No ocultaba en lo más mínimo sus celos.

—Entonces, ¿cómo planeas calmarme, Sra. Haro? —

Farel la instó con una frase.

Que él la llamara Sra. Haro logró que Evrie se sonrojara completamente.

Con Joan escuchando atentamente desde el asiento delantero, Evrie no se atrevería a flirtear delante de él.

Le dijo con la cara roja—Joan, conduce, hablaremos al llegar. —

Joan dejó de prestarle atención—Entendido. —

En el camino, gracias a las exageraciones de Joan y a que Evrie se informó sobre el tema en redes sociales, entendió la magnitud de las noticias del día.

No se imaginaba que este asunto continuara y que se hubiera difundido tanto en internet.

Parecía que tenía que acelerar el paso para renovar la Plaza de Plata.

Para poner fin a todo esto de una vez por todas.

De vuelta en la casa del Barrio El Magnético.

Apenas entró, Evrie fue presionada contra la puerta por Farel, cuyo robusto cuerpo se apoyaba contra ella de manera insinuante.

Se miraron a los ojos, no hizo ningún movimiento más, simplemente la miró fijamente.

Evrie parpadeó—¿Qué haces? —

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Así que estaba esperando eso.

Evrie se rio, abrazó su cuello, se puso de puntillas y le plantó un beso en sus labios.

—¿Mejor así? —

—¿Eso es todo? —

Farel claramente no estaba satisfecho.

—Entonces, ¿qué más quieres? ¿Un beso no es suficiente? ¿Quieres dos, tres? —

Le dijo Evrie, y mientras se ponía de puntillas para besarle de nuevo, Farel le sujetó la cabeza y sin pedir permiso separó sus labios, saboreando su sabor.

El intenso aroma de Farel invadió sus sentidos.

Era el aroma que le pertenecía solo a él.

Evrie cerró los ojos y alzó la cara para besarlo.

El beso duró mucho tiempo, y cuando terminó, ambos estaban sin aliento.

Farel, con la cabeza baja, rozando su nariz y sus labios en un susurro ronco le dijo.

—Sra. Haro, el deber conyugal nos llama… ya son ocho días. —

Las orejas de Evrie se tiñeron de rojo.

—Así que quieres…—

—Quiero hacerlo. —

Farel fue directo al grano.

Evrie se sonrojó—Pero aún no hemos comido, ¿qué tal si…—

—No, primero lo haremos. —

Cruzó el salón con pasos largos hacia el dormitorio principal.

Puso a Evrie en la cama y se inclinó sobre ella.

Sus besos cayeron con ternura.

Cada uno de ellos provocaba las sensaciones de Evrie.

Cada centímetro de piel que tocaba su mano era una conquista segura.

Había pasado mucho tiempo sin hacerlo.

Al final, no estaba claro quién estaba más entregado.

—Evrie, eres mía. —

—No de Valerio. —

En la penumbra, la voz clara y ronca de Farel sonaba casi infantil.

Evrie no pudo evitar sonreír.

—Aún en estos momentos, tienes a Valerio en tu mente. —

Farel mordió a Evrie en el cuello con frustración.

—Me molesta. —

Evrie le tomó su rostro y se acercó a besarlo.

Era un beso iniciativo, suave y con matices de emoción.

Farel se tensó por completo, la levantó y cambiaron de posición.

Evrie fue situada encima de él, aun sintiéndose débil y temblorosa.

—¿Estás tomando la iniciativa? —Farel levantó una ceja.

—Claro, enséñame. —

—¿Hoy estás tan dispuesta? —

—Es solo para consolarte. —

Evrie, jadeando, habló con una voz suave y ronca.

Bum——

Las llamas de la pasión se desataron de nuevo.

Esa noche no iba a haber descanso.

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