La expresión de Farel se mantuvo impasible.

Parecía que ya había previsto todo.

Dirigió su mirada hacia Giselle, sus ojos claros estaban mezclados con capas de frío.

—Realmente lo subestimé.—

Giselle sonrió amablemente. —Sr. Haro, esperemos y veremos. —

Farel se giró y salió de la habitación con paso firme.

Joan lo seguía de cerca, frunciendo el ceño.

—Sr. Haro, si ya sabe que ella estaba con Leandro, ¿por qué no la detiene? —

—Es tarde. —Farel habló con gravedad—Todo lo que ella ha confesado indica que la Familia Haro ya tiene problemas, me temo que ya no tengo el derecho de detener a nadie. —

Joan quedó confundido.

Farel se subió al coche y cerró los ojos.

—Maneja, vamos a la casa de mis padres. —

Después de que Farel se fuera, el teléfono de Giselle sonó.

Miró el número y contestó la llamada.

—Jefe, Farel ya sospecha de ti. Lo que sigue depende de ti, cuanto más hábil seas, más rápido podré lograr mi objetivo. —

La voz del hombre seguía sonando autoritaria.

—No te involucres por ahora, cuando llegue el momento, te buscaré. —

Giselle miró por la ventana, con una sonrisa en los labios.

—Tranquilo, no te causaré problemas. Margarita ya es inservible, y yo estoy segura que cumpliré mi propósito. —

Tras colgar, guardó su teléfono.

En sus ojos brillantes, por un instante, pasó un destello de aceptación de la muerte.

Fue solo un instante y desapareció.

—Toc toc. —

Alguien llamó a la puerta.

—Adelante.copy right hot novel pub

Giselle se preparó para recibir y la puerta se abrió. Félix, empujando la silla de ruedas de Tomeo, entró.

—¿Farel no te causó problemas hace un rato? —

Tomeo estaba preocupado, temiendo que Farel la hubiera molestado.

Giselle negó con la cabeza. —No, solo charlamos un poco. —

Tomeo se tranquilizó, se sentó frente a su cama y comenzó a hablar.

—Giselle, quiero decirte algo. —

—¿Qué cosa? —

Tomeo sacó de un compartimento secreto de su silla de ruedas varias carpetas y un testamento, y se los entregó a Giselle.

—Estos son mis bienes. Aparte de darle algo de dinero a tu hermano, el resto de las antigüedades y obras de arte de la Familia Rivera, las porcelanas y las piedras preciosas, todo te lo dejo a ti para que lo heredes, espero que puedas atesorar y engrandecer estos tesoros. —

Giselle se sorprendió por un momento, mirando el testamento en sus manos.

—¿Estás seguro? —

Esas antigüedades tenían un valor que se mantenía con el tiempo, eran mucho más valioso que el dinero.

¿Quería dejarle todo a ella?

Tomeo suspiró ligeramente, estaba su rostro lleno de culpa.

—La desaparición tuya de aquel entonces fue culpa mía y de tu hermano, no te cuidamos bien. En aquel momento estábamos ocupados con la fiesta de cumpleaños de la familia y te descuidamos. Después de años sin encontrarte, ambos nos hemos sentido muy culpables. Afortunadamente, finalmente has vuelto. —

—Desde pequeña te gustaban las pinturas y antigüedades de papá, siempre querías llevarlas a tu habitación para admirarlas, así que ahora te las dejo todas. —

Giselle bajó la cabeza y sonrió levemente.

—¿Todo es para mí? —

Tomeo le entregó todas las llaves y contraseñas.

—No me queda mucho tiempo, Giselle. Espero que tú y tu hermano vivan bien y cuiden de la familia por mí. —

Las llaves estaban frías, calando hasta los huesos.

Era un peso pesado.

Giselle sostuvo las llaves y cerró los ojos.

—Estoy cansada, quiero descansar. —

—Por supuesto, descansa, tu hermano y yo no te molestaremos. —

Tomeo le hizo una señal a Félix, quien ágilmente lo llevó fuera de la habitación.

Cerró la puerta y le echó un último vistazo a su hermana.

Tomeo le lanzó una mirada. —Ella es más confiable que tú, al menos no venderá mis tesoros a la ligera. —

—Mejor cállate. —

Después de que se fueron.

Giselle abrió los ojos y sacó una fotografía de debajo de la almohada.

En la imagen, un sol radiante bañaba a una Giselle de cinco años y al joven Leandro, ambos excepcionalmente atractivos.

—Hermano, por favor sonríe para la foto. —

—Hermano, esto es una pintura original de la primavera que robé de papá, para ti. —

—Hermano, este es el sello antiguo que te gusta. Se lo pedí como regalo de cumpleaños a papá, para dártelo a ti.

—Hermano, ¿dónde has ido? Has estado ausente por mucho tiempo. Hoy es mi cumpleaños, ¿podrías celebrarlo conmigo? —

En un rincón desolado del jardín, el joven Leandro miraba hacia abajo a ella, con una voz profunda y melodiosa.

—¿Quieres irte con tu hermano? —

—¿A dónde? —

—A las nueve de la noche, en el mismo lugar de siempre en el jardín trasero, iré a buscarte. No se lo digas a nadie. —

—Está bien, te esperaré, hermano. —

Giselle apretó la foto, con los ojos brillando con destellos de emociones profundas.

Luego, Rebeca fue capturada.

La golpearon hasta dejarla inconsciente y pasó la noche en el pequeño castillo del invernadero.

Nadie la buscó, nadie se preocupó por ella.

Hasta que el cielo se comenzó a aclarar.

Leandro, cubierto de polvo, se presentó ante ella.

—Hermano, te esperé toda la noche. Pensé que ya no querías verme. —

La mano de Leandro que se posó en su cuello se detuvo un instante.

La miró, sus ojos ocultaban un abismo insondable.

—¿Así que realmente quieres irte conmigo? —

—Sí. —

—¿A cualquier lugar? —

—Sí. —

—¿Incluso al infierno? —

—Dondequiera que vayas, hermano, yo te seguiré. —

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