Evrie lo escuchó atentamente.

—Lo siento, fui un poco impulsivo, hablé sin pensar y no pude resistirme a revelar sus secretos, ¿todo bien? —

Valerio sentía algo de remordimiento.

Aunque no le gustaba su obsesión por el amor.

No podía soportar verla sufrir demasiado.

Evrie pretendió que no pasaba nada.

—No hay problema, solo es una pequeña cuestión, ya estoy acostumbrada. Más bien tú me has hecho ver la realidad, en la vida al final siempre tienes que contar contigo mismo. —

Valerio, como si fuera obvio, le dijo: —Por supuesto, primero tienes que amarte a ti mismo para poder asegurarte amar a los demás. Todavía te falta mucho, sigue cultivándote. —

Después de decir esto, recordó algo más y continuó hablando.

—Ah, por cierto, este sábado es el cumpleaños de mi madre, es la primera vez que regresa a Alnorter desde su recuperación y quiere celebrarlo a lo grande, invitando a sus antiguos amigos y conocidos, asegúrate de venir. —

Evrie asintió con la cabeza —Entendido. —

Llegó el sábado.

Evrie, llevando un regalo, llegó temprano a la casa donde vivía Valerio.

Después de despertar, la madre de Valerio, Nieve, vio que todo había cambiado y le solicitó el divorcio a Amir, llevándose a Valerio de vuelta a la Capital.

Durante los últimos dos años estuvo recuperándose en la Capital.

También, debido a la reciente limpieza en el Triángulo Norte, muchos fueron enviados de vuelta al país.

El espacio de experiencias de Valerio ya no era necesario y planeaba convertirlo en un nuevo proyecto, por eso regresó temporalmente a Alnorter para trabajar y Nieve también vino a pasar unos días en la ciudad.

—Nieve, ¡feliz cumpleaños! —

Evrie entró y puso el regalo en la mesa, abrazando a Nieve con mucho cariño.

—Oh, es Evi, cómo te extrañé. —

Nieve sonreía con dulzura, con una ternura en sus ojos.

Vestía un largo vestido de un color sólido y zapatos planos, sosteniéndose en un bastón y caminando lentamente.

A pesar de ello, su porte y su gracia eran innegables, tenía un brillo que ni el paso de los años podía ocultar.

—Nieve, ¿cómo está tu pierna? — le preguntó Evrie con preocupación.

—Desde la última vez que me hicieron acupuntura, ha mejorado mucho, aunque tendré que quedarme en Alnorter durante medio año para recibir tratamiento semanal.copy right hot novel pub

Parece que nos veremos más a menudo. —

Nieve parecía muy contenta.

Durante años, había tratado a Evrie como a una hija, brindándole a Valerio tanto amor maternal como le daba a ella.

—Claro, vendré a verte con frecuencia. —

Justo cuando terminó de hablar, afuera se detuvo un Lamborghini lujoso.

Al abrirse la puerta, Félix entró cargando un montón de cajas de regalos.

—¡Nieve, feliz cumpleaños! —

Nieve se rio —Ah, ya llegó Félix, siéntate. —

—No hace falta, no estoy cansado. —

Nieve ya estaba acostumbrada a su comportamiento.

Mientras hablaban, Valerio bajó del segundo piso y comenzó a burlarse de él.

—Ya basta, deja de limpiarlos, si sigues así las vas a empañar.—

Félix, con el corazón en un puño, replicó —Es el único par de tesoros completos que me dejó mi padre, ¿qué hay de malo en mirarlos un poco más? —

—No importa cuántas veces los mires, siguen siendo míos, y no están en venta. —

—…—

Félix estaba tan frustrado que le picaban los dientes.

Nieve le echó un vistazo a su reloj y les cortó la discusión.

—Ya basta, ustedes dos, no discutan más. Ya casi es hora, todo está listo para la fiesta, debemos irnos. —

Valerio se comportó obediente y dijo.

—Como ordene, mi señora madre, tú y Evi vayan en mi coche, llegaremos en diez minutos. —

Félix protestó —¿Y qué hay de mí? Mi coche también puede llevar gente. —

—Llévate a ti mismo. —

..

.

Diez minutos más tarde.

El coche de Valerio llegó al lugar.

No pasó mucho tiempo antes de que muchos invitados llegaran a la fiesta.

Victoria trajo especialmente a Farel.

Al entrar, vieron a Evrie.

Hoy ella llevaba un vestido blanco, se había maquillado y lucía radiante, destacando entre la multitud.

Victoria tiró de la manga de Farel. —Vamos, vamos a saludarla—.

—Mamá…— Farel extendió su mano para detenerla —. No la molestemos—.

—¿Qué? — Victoria no entendía su actitud.

¿Cómo pretende ganársela si ni siquiera puede mirarla sin perder el alma, y aun así actúa como si estuviera muerto?

Farel le replicó —Usted diviértase, no tiene que preocuparse por mí y menos acercarse a ella—.

Victoria lo miró con reproche —Insistes en venir conmigo, pero una vez aquí no tomas la iniciativa. Mejor aléjate, me sofocas solo con verte—.

Farel se quedó en silencio.

Un poco más allá, la Sra. Serra estaba susurrándole instrucciones a Jacinto.

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