Marcela había conseguido dinero y ese mismo día armó un escándalo para que la dieran de alta del hospital.
El doctor revisó todos sus signos vitales y estuvo de acuerdo en que se trasladara a un hospital local para continuar con la observación por tres días más. Óscar se quedó con ella para completar los trámites del traslado.
Evrie, por su parte, no se volvió a aparecer.
Ni siquiera pagó los gastos médicos que quedaban pendientes. Cuando estaban finalizando el papeleo para el alta, resultó que debían unos cuantos miles y el hospital no quería dejarlos ir.
Marcela, murmurando quejas y maldiciones, pagó la deuda y así pudieron salir del hospital.
—¡Esa ingrata! Siempre supe que era una desagradecida— se quejó Marcela.
—Ya, mamá, no te enojes. Esa chica siempre fue complicada y terca. Que haya dado algo de dinero ya es mucho—, trató de calmarla Óscar mientras la ayudaba a subir al carro.
—Pero por favor, no vuelvas a tomarte esos venenos. El médico dijo que eso daña el estómago y puede causar cáncer—.
—Tranquilo, hijo, tengo más vidas que un gato— le aseguró ella.
Óscar seguía preocupado. —Además, tienes que controlar tu temperamento. Hoy el doctor me dijo que tus niveles de estrés estaban por las nubes, casi me muero del susto—.
—Ay, ya, estoy bien, ¿no ves? Además, conseguí un buen dinero para que encuentres una esposa—, replicó Marcela con un gesto de desdén.
Le irritaba que hablaran de su salud mental.
Si tenía problemas, era por culpa de los años de sufrimiento en esa casa.
Óscar, viendo que su madre se irritaba de nuevo, optó por quedarse callado.
…
Evrie llegó a su apartamento y se desplomó en la cama, cayendo en un sueño profundo.
Después de una noche sin dormir bien y de lidiar con Marcela por la mañana, estaba completamente agotada y le dolía todo el cuerpo, incluyendo las heridas que aún sentía latir.
Decidió no pensar en nada y descansar para el trabajo del día siguiente.
Quizás sea por el cansancio que se durmió enseguida.copy right hot novel pub
Evrie tuvo un sueño.
En él, los fuegos artificiales iluminaban el cielo y la familia de cuatro estaba reunida en una cálida casa antigua, con la chimenea encendida y el árbol de Navidad brillando. En la televisión del salón, sonaba un programa festivo mientras Pablo le daba un gajo de mandarina a la pequeña Evrie.
—Mi niña, ¿está dulce?—
—¡Está dulce!— exclamó Evrie con sus mejillas rellenitas, los ojos convertidos en finas líneas de alegría.
—Para papá, para mamá, para hermano— decía Evrie, aún pequeña, colocando pedazos de mandarina en las bocas de los demás.
—El último gajo es para ni niñita, que le encantan las mandarinas—.
Marcela la abrazaba mientras le arreglaba su vestidito rojo, su rostro lleno de una sonrisa tierna y amorosa.
—Nuestra Evi es tan linda y cariñosa, es nuestra pequeña joya—.
—Evi siempre será la pequeña joya de papá y mamá, y de su hermano, y siempre me protegerán…—
—Claro que sí, mi niña atenta.—
Pero la escena cambió.
Nieve cayendo del cielo, el viento aullando; era otra Nochebuena.
Evrie, con un abrigo fino, estaba de rodillas afuera de la casa. Dentro, Marcela le arrojó un pan frío golpeándola en la cabeza.
—Inútil de mala suerte, come, come, que es lo único que sabes hacer, todo el mundo sufre por tu culpa, ¿no lo entiendes?—
—Con este frío, ¿cómo es que no te mueres de hipotermia?—
—¿Por qué no fuiste tú la que recibió ese golpe? ¿Por qué no te mueres?—
El dolor en su frente y la oscuridad que le rodeaba, junto con los insultos que no cesaban, fueron demasiado para Evrie. No pudo más y se desmayó en la oscuridad.
…
Evrie despertó sobresaltada, la habitación estaba sumida en la oscuridad, había un silencio tal que parecía haber sido abandonada por el mundo.
Se levantó de la cama y encendió la luz de la mesita.
La habitación se iluminó instantáneamente y, mientras se apoyaba en la cabecera, Evrie suspiró aliviada.
Aún atormentada por las sombras de su sueño, se quedó sentada en la cama hasta que se recuperó.
—Toc, toc, toc—.
Alguien llamaba a la puerta.
Evrie volvió al presente.
Se levantó de la cama, cruzó la sala y fue a abrir.
Al abrir la puerta, encontró la cara amable y sonriente de Leandro esperándola afuera. Con una sonrisa de oreja a oreja, la saludó.
—¿Sorprendida? ¿Contenta?—
—¿Maestro?— Evrie exclamó sorprendida—, ¿ya regresaste del extranjero?—
—Claro, compré el boleto con anticipación y volé de regreso durante la noche.—
Leandro parpadeó, escaneando su rostro y cuerpo con la mirada, y preguntó:
—¿Qué te pasó en la frente?—
Evrie movió la cabeza de lado a lado. —Nada serio, solo un raspón sin importancia.—
Al oír eso, Leandro suspiró suavemente. —Evi, me enteré de lo que te ocurrió y no podía estar tranquilo, así que compré el boleto de regreso antes para venir. Supe que ayer en la noche llevaron a tu mamá a la UCI y que los gastos médicos deben ser altos. Toma este dinero para que te ayude con la emergencia y cualquier cosa me dices.—
Sacó un grueso sobre con dinero e intentó entregárselo a Evrie.
Evrie lo rechazó una y otra vez. —Maestro, no hace falta, mi mamá ya fue trasladada a otro hospital y ya reunimos el dinero. De verdad, no es necesario.—
—Sé que necesitas dinero, así que tómalo, es lo que te doy por ser mi aprendiz.—
Leandro insistía en dárselo, sin permitirle rechazarlo.
Mientras los dos se empujaban y jaloneaban, de repente sonó un —beep— en la puerta de enfrente interrumpiendo sus acciones.
Evrie, por instinto, miró hacia arriba y se encontró con la cara fría y distante de Farel…
Rayos, me han pillado.
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