Reconquistando a Mi Encantadora Secretaria por Joana Del Río
Reconquistando a Mi Encantadora Secretaria Capítulo 113

Capítulo 0113

Sin alternativa, Cira llamó a Miguel, informándole de su ubicación. El dijo que estaba cerca y llegaría en cinco minutos.

Pronto, el coche de Miguel se detuvo frente a ellas. Clara corrió hacia sus brazos, sollozando, y se la llevaron.

El estado de Cira tampoco era bueno, tambaleante e incapaz de sostenerse hasta llegar a casa, así que decidió dirigirse al hotel frente a Palacio del Oeste.

Mientras registraba su entrada en la recepción, una cámara la enfocó desde un rincón y, con un clic, tomó una foto más de ella.

Cira, sin siquiera desmaquillarse o asearse, simplemente se derrumbó en la cama.

Después de un fracaso tras otro en la búsqueda de empleo, la enfermedad grave de su madre, y las acusaciones de Morgan, estaba exhausta, tanto física como emocionalmente.

Quería dormir un poco, pero el sueño no llegaba. Su corazón pesaba, palpitando inquieto, como presintiendo que algo malo estaba por suceder.

Se esforzó por calmarse, pensando en la cirugía de su madre al día siguiente; necesitaba descansar.

Finalmente consiguió dormirse, pero apenas había cerrado los ojos cuando el sonido estridente del teléfono la despertó.

Se levantó de un salto, mareada por la baja presión sanguínea, su vista oscureciéndose momentáneamente.

A tientas encontró su teléfono en la alfombra al lado de la cama.

Era su padre quien llamaba.

Inmediatamente contestó: -¿Papá? ¿Qué pasa?

El padre llorando, gritaba: ¡Cira! ¡Ya llegamos al hospital, pero nos mandaron de vuelta, dicen que el corazón ya no está, que no pueden hacer la operación! ¡ Cira! ¿Qué hacemos?

Cira se sintió aturdida, sin recordar si siquiera respondió a su padre antes de colgar. Solo tenía una idea en mente: ir al hospital, ¡rápido!

Se levantó rápidamente, sus piernas cediendo un momento, cayendo de rodillas sobre la alfombra. Se levantó apoyándose en la pared y salió corriendo.

+15 BONUS

Abajo tomó un taxi al Hospital del Pueblo, instándole al conductor a darse prisa.

Al llegar, su padre ya estaba causando un alboroto en la puerta del consultorio médico.

Sostenía un cuchillo de frutas, amenazando a una enfermera joven, gritando histéricamente: -¡Ayer ustedes nos dijeron que viniéramos para la cirugía! ¡Y .hoy no hay corazón! ¡Seguro que los médicos aceptaron sobornos y se lo dieron at

otra persona! ¡Sinvergüenzas sin ética médica! ¡Si mi esposa muere, ustedes. serán los asesinos!

El médico tratante intentaba calmarlo: -Señor López, como le hemos explicado, la plataforma asigna los órganos según la gravedad del paciente. Ana Moreno podría vivir más de seis meses, mientras que el otro paciente solo tiene una semana. Por eso se le dio prioridad al otro paciente. No es decisión de los médicos, sino de la plataforma, ¡y nadie puede intervenir en ello!

Pero el padre de López, incapaz de entender o aceptar la explicación, temblaba con el cuchillo en mano, ya lastimando ligeramente a la enfermera: importa! ¡Devuélvanos el corazón!

Cira llegó al hospital casi al mismo tiempo que la policía.

¡No me

Al ver la escena, se quedó paralizada, con la mente en blanco, sólo pensando que todo estaba perdido.

Los policías, con escudos antidisturbios, se abrían paso entre la multitud. López estaba del otro lado del escudo, observando a su padre ahora apuntado por los policías. Gritó: -¡Papá!

El padre de López se giró, sus ojos enrojecidos: -Cira, ¿qué hacemos, qué hacemos…?

Cira no sabía qué hacer. El corazón no estaba, el escándalo en el hospital, la toma de rehenes, lesiones… su padre podría ir a prisión… ¿Qué podía hacer por su madre, por su padre, por ella misma?

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