Reconquistando a Mi Encantadora Secretaria por Joana Del Río -
Reconquistando a Mi Encantadora Secretaria Capítulo 119
Capítulo 0119
Marcelo se apartó de la mirada y se agachó para recoger las frutas caídas, devolviéndolas al cesto.
Cira también se agachó a ayudar, reorganizando la cesta de frutas. Decidió dejarlas en la puerta de Alicia, diciéndole a la enfermera que eran para ella.
Recibirlas o no era decisión de la enfermera, pero hacer la oferta era su responsabilidad.
Cira y Marcelo abandonaron el departamento de hospitalización juntos. En el ascensor, Marcelo la miró con ojos bajos y le dijo: No te enojes.
Cira sonrió: No estoy enojada. Ella me atacó porque mi padre hirió a su hija. Entiendo que duele ver a su propia hija herida. Si yo hubiera sido la herida, mis padres también habrían reaccionado así.
Por eso, entendiendo el dolor de los demás, no podía ignorar a su padre.
Marcelo le sugirió con calma:
–
Creo que ahora lo mejor sería no ir a verlos.
-Definitivamente debo verlos, necesito ganarme su perdón para que mi padre pueda tener una reducción de su condena dijo ella mientras el elevador llegaba al primer piso, y ambos caminaron lado a lado al salir del mismo.
Cira susurró: -Sé que no será fácil, todos tenemos corazón. Si hago varias visitas y muestro sinceridad, debería poder apaciguarlos. Si logro que se calmen y estén dispuestos a sentarse a discutir sobre compensación, todo será más fácil.-
Marcelo frunció ligeramente el ceño, anticipando cuánta más humillación tendría que soportar ella; la miró con cierta pena y preguntó: -¿Y ahora qué vas a hacer?
-Voy a ver a la dirección del hospital, a buscar el perdón por parte del hospital.
Marcelo respondió: -En estos tiempos sensibles, no te recibirán.
Cira asintió: -Lo sé, pero un amigo conoce a la administración del hospital, puede arreglar una reunión. Primero voy a tantear el terreno.
Se encontraron en la puerta trasera del hospital.
Marcelo vigilaba.
El líder miró a su alrededor, asegurándose de que nadie más estuviera cerca, y luego dijo en voz baja: -Esta perturbación en el hospital ya ha generado opinión pública en línea, los líderes están monitoreando la dirección que toma, ahora es
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Lo que significaba que, si la opinión pública tendiera a que aunque había altercados en el hospital, había razones comprensibles, estarían dispuestos a no perseguirlo. Pero si la opinión pública se inclinara por una dura sanción que era necesaria para calmar la ira del público, entonces perseguirían la responsabilidad.
¿No podrías llevarme a ver a otros líderes? Quiero
Cira mordió su labio inferior: intentarlo.
-Es demasiado sensible ahora, no se puede. Incluso venir a verte es arriesgado para mí. Si alguien me ve, dirán que recibi beneficios de ti.
Cira no lo presionó y agradeció al líder, quien se fue rápidamente.
Ella se acercó a Marcelo, forzando una broma: -Un distinguido profesor
universitario vigilando para mí, es un honor.
Desde que se separaron en el barco hasta ahora, apenas había pasado una semana y Cira había adelgazado notablemente, con ojeras evidentes, claramente sin haber descansado bien.
Marcelo, siempre sereno y profesor universitario, podría parecer una persona muy compasiva, pero rara vez se preocupaba verdaderamente por algo.
Sin embargo, en este momento, sentía pena por Cira.
Dijo suavemente: El Hospital del Pueblo también tiene otro nombre, Hospital Afiliado al Departamento de Medicina de la Universidad de Sherón.
Cira parpadeó: -¿Ah?
-Aunque no enseño medicina, puedo preguntar a mis colegas, quizás también pueda encontrar algunas conexiones–Marcelo quería ayudarla, para que no tuviera que trabajar tan duro.
Su familia dependía de ella, ¿pero en quién podía confiar ella?
Con la garganta apretada, Cira dijo: -Profesor Sánchez, de verdad, gracias.
Marcelo dudó un momento antes de levantar la mano y acariciar su cabello: -No te quedes más en el hospital, las enfermeras te miran con desdén, ¿qué pasa si alguien realmente te ataca?
Cira sonrió con incredulidad: -¿Cómo podría pasar eso?
-Además, parece que va a llover, déjame llevarte a casa.
Cira asintió ligeramente: -Está bien.
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Salieron del hospital juntos y, por casualidad, se encontraron con Keyla en el pasillo.
Keyla caminaba con una enfermera, sin nadie más en el pasillo, imposible de evitar.
Por supuesto, Cira tampoco necesitaba evitarla, pasando junto a ella sin desviar la mirada.
Al cruzarse, Keyla la llamó: -Cira.
Cira no respondió.
Ya habían roto toda formalidad, no había necesidad de mantener las apariencias.
Keyla miró hacia atrás para ver a Cira y Marcelo girando en el pasillo.
La enfermera que estaba a su lado preguntó: -¿Conoces a ella, señorita Molina?
-Algo así.
La enfermera comentó: -Entonces tal vez no sepas, ella es la familiar del altercado en el hospital del que hemos estado hablando todo el día.
Keyla parpadeó sorprendida.
No esperaba que fuera Cira.
La lluvia de octubre en la ciudad de Sherón llega sin aviso.
Había nubes oscuras y en el tiempo que tomaron de caminar desde el pasillo a la entrada del hospital, la lluvia ya había comenzado a caer suavemente,
oscureciendo el cielo aún más.
Aunque solo eran las tres de la tarde, el cielo estaba tan gris como si fueran las cinco o seis.
-Espérame aquí, iré a traer el coche -dijo Marcelo con voz suave.
-Está bien.
Marcelo se fue y Cira se quedó parada sola en la entrada del hospital, viendo cómo las gotas de lluvia caían como perlas sueltas.
-Cira.
Cira se giró.
Keyla se acercaba corriendo con un paraguas: Vi que empezó a llover y temí
Cira no entendía qué pretendía ella.
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