Recuperando a mi multimillonaria esposa -
Capítulo 108
Capítulo 108: Una responsabilidad enviada del Cielo
Al día siguiente, llegué puntualmente al edificio de la Empresa Boreal. Pero no me encontré con Patricio, y fue Felipe el que firmó el contrato conmigo. Él apretó mi mano y dijo con un tono significativo: ¡Espero que nuestra cooperación siga adelante!
¡Entonces yo deseo que su empresa tenga una corriente contínua de nuevos proyectos! – respondi con una sonrisa.
La firma del contrato fue un éxito, y desde ese momento, mi empresa de construcción y renovación, Obras Premier, finalmente adquirió una legitimidad oficial.
Aunque por ahora todo estaba respaldado por la Corporación FuenteRico de la ciudad Jim, ya sentía que la responsabilidad sobre mis hombros era abrumadora. Después de todo, tomar las riendas de un proyecto tan grande me era un punto de partida elevado y me hacía sentir un
poco nerviosa.
Sin embargo, también me sentía feliz porque sabía que mi hija y yo no tendríamos preocupaciones económicas en el futuro.
La noticia se difundió rápidamente, y todos en la industria especulaban sobre el trasfondo de
Obras Premier.
Después de dejar la Empresa Boreal, dudé un momento y finalmente decidí llamar a Patricio. De cualquier manera, él había sido fundamental para asegurar el contrato.
Pasaron varios segundos antes de que se contestara la llamada. Su voz sonaba un poco ronca al preguntar: -¿Qué sucede?
Él hablaba siempre de forma tan concisa y prepotente.
Su pregunta me quitó al instante las ganas de hablar. Cuando notó que yo guardaba silencio, pareció un poco ansioso y añadió: —¿María?
-Yo… Bueno, sólo quería decirte que mi empresa ya firmó el contrato con la Empresa Boreal dije, tratando de levantar el ánimo-. Pero como no te vi allí, te llamé para
informarte.
-¿Qué pasa? ¿Me extrañas? -preguntó con un tono divertido en su voz.
–
Me quedé sorprendida de inmediato, preguntándome por qué ese hombre podía coquetear en cualquier momento.
-Cof… ¿Por qué no estás en la empresa hoy? -pregunté torpemente. Aunque no estaba frente a mí, me puse tensa en cualquier caso, y tuve que cambiar de tema.
—Estoy en Canadá —contestó refunfuñando.
-¿Cómo? ¿Canadá? ¿Cuándo vas a volver? -exclamé sorprendida, pues no me había dicho
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hospital.
Dime, ¿me extrañaste alguna vez? -inquirió con un tono de voz fuerte.
¿De qué estás hablando? ¿Quién soy yo para extrañarte? ¿Podrías ser más serio? Sólo quería decirte que
firmé el contrato, y no te vi allí, así que te llamé –repliqué fingiendo seriedad.
Yo trabajo en la Empresa Boreal, ¿crees que no sabría que firmaste el contrato? No necesitas dar pretextos, ¿por qué no simplemente decirme que me extrañas? —dijo él, pareciendo estar un poco impaciente.
-Entonces colgaré–respondí con indiferencia.
-¿Llamas y cuelgas cuando quieres? Así que te vas después de coquetear conmigo, ¿verdad? preguntó, ahora con la voz mucho más clara.
-¿Con quién estás coqueteando? -refuté molesta mientras ponía los ojos en blanco.
-Señorita, ¿sabías que estaba durmiendo? Me llamaste y me despertaste, y ahora me dices que vas a colgar –soltó con un evidente descontento en su voz.
Sólo entonces me di cuenta de que era la madrugada en Canadá, lo que me hizo sentir avergonzada. Lo siento… N–no sabía que te habías ido al extranjero. Pues vete a dormir. No es nada urgente.
-Pero dime, me extrañaste, ¿verdad?
De repente, me sentí como si me faltara el aire y mi corazón comenzó a latir rápido. ¿Cómo podría decir eso? ¡Para mí era como una sentencia de muerte!
—¡Estás perdiendo mi tiempo! —exclamó él, y su voz se volvió fría inexplicablemente.
-Yo… Bueno, sí, te extrañé -no tuve más remedio que ceder y respondí con colaboración. Sabía que no debía decir esas palabras, pero si no lo hacía, sin duda seguiría molestándome.
-¡Muy bien! Colgaré ahora.
Después de eso, finalizó la llamada.
Miré mi celular y me irrité tanto que me quedé sin palabras. ¿Qué estaba haciendo él? ¿Quién demonios estaba flirteando? Además, tampoco me había dicho cuándo iba a volver. No sabía por qué, pero empecé a desear que regresara pronto.
La firma del contrato ya había decidido el destino de la licitación, y me preguntaba en qué estado de ánimo estaría Hernán.
Seguramente, ahora estaba hecho un desastre absoluto, en el que no tenía nada que perder ni nada que ganar.
No obstante, lo que nunca habría imaginado fue que, la noche antes de la audiencia de divorcio, Hernán apareciera en la villa, tomado del brazo de mis padres.
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