Capítulo 110: Esto era sólo el comienzo

Al notar a Hernán entrar en la habitación principal, me dirigí directo al vestidor a por el pijama con la intención de ir a la otra a dormir.

Pero él, sin vergüenza, me cerró el paso y me preguntó: -Cariño, ¿a dónde vas?

No pude soportarlo más y, bajando la voz, le grité: –¡Quítate de en medio, o te enfrentarás a las consecuencias!

Él sonrió y respondió: -Oh por favor, no hables así. Míra, no es fácil que estemos juntos, y hace mucho que no tenemos sexo. ¿No te preocupa que tus padres se enojen silo descubren? ¡ No olvides que tu papá está enfermo!

-¡Eres un loco! -lo regañé enojada mientras levantaba la mano para

abofetearle.

Pero él me agarró en el acto de la muñeca y dio un paso hacia mí, continuando descaradamente: -Hace apenas unos días que no nos vemos, ¿y ya te has vuelto tan agresiva? Pero no importa, me encanta que seas así.

Diciendo eso, se acercó a mí. Estaba a punto de mover la pierna cuando él me detuvo de inmediato. ¿Qué pasa? ¿Quieres repetir el mismo truco? ¡Pero no soy tan tonto!

Me sentía tan furiosa que temblaba. -Hernán, la verdad es que nunca imaginé que fueras tan desvergonzado. ¿Qué demonios estás planeando?

-¿Tú qué crees? ¡Lo has tomado todo! ¿Crees que divorciarte de mí será tan fácil? En el peor de los casos, ¡vamos a llegar juntos al punto de no retorno! Si no temes que tu papá muera, entonces adelante, sigue con tus dramas. Estoy aquí para acompañarte-. Me miró con una sonrisa malvada mientras sus manos no dejaban de recorrer mi cuerpo. 1

-Si no, entonces vuelve a mi lado obedientemente. ¡No pienses en salir a seducir a otros hombres! No servirá de nada -añadió con regocijo.

Al oír eso, apreté los dientes con tanta furia que incluso chirriaron.

-Por tu culpa, ahora mi proyecto se fue al diablo y mi papá está en la prisión. Y aun así, todavía quieres quedarte con toda la propiedad. ¡No puedo creer que seas tan despiadada! ¿ Tienes a alguien ayudándote, verdad? Pero no importa, esta noche tienes que acostarte conmigo, ¡sí o sí!

Dicho eso, se acercó de nuevo, y justo cuando estaba a punto de besarme, me revolvió el estómago. Al siguiente instante, el vómito salió de mi boca y salpicó toda su cara.

El olor agrio era insoportable, incluso para mí. Hernán me soltó bruscamente y gritó: —¡María!

Mientras se limpiaba la cara, corrí deprisa al baño y me incliné sobre el inodoro para vomitar. El también entró corriendo y abrió el grifo, limpiándose frenéticamente el rostro mientras

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Contuve las ganas de vomitar y me sequé la boca con la mano, — Sí, soy una loca. ¡Me dan náuseas sólo con verte! ¿Sabes qué? ¡lares más asqueroso que la mierda!

Después de eso, me retiré. No había ninguna manera de que compartiéramos una habitación, y mucho menos una cama.

Mi mente trabajaba a toda velocidad, tratando de descubrir cómo revertir esa situación; de lo

contrario, las consecuencias serfan interminables.

Pero lo que me sorprendió aún más fue que Hernán se paseaba descaradamente desnudo frente amf.

Sin más remedio, me levanté y parti directamente a la habitación de invitados. Debido a lo que acababa de suceder, no se atrevió a seguirme esta vez. O

No obstante, esto era sólo el comienzo,

Al día siguiente, Soffa, radiante de alegría, apareció en la villa tomada del brazo de Sonia.

Mis padres, que no sabían nada, las saludaron con entusiasmo. Sofía, en frente de todos, se mantuvo cerca de Hernán, actuando como una hermana obediente.

Pero Dulcita mostró un comportamiento inusual; se quedó junto a mi madre y, independientemente de cómo la llamara su abuela, no se movió en absoluto.

De hecho, Sonia no prestó ninguna atención a Dulcita, ya que estaba completamente fascinada por la casa.

Ella se las arreglaba con las preguntas de mi madre mientras sus ojos codiciosos recorrían cada rincón. Al darse cuenta de su distracción, mi madre se quedó algo avergonzada y dijo: -No esperaba que ellos dos fueran tan capaces. En tan sólo unos años, lograron comprar esta hermosa casa. De seguro también invertiste mucho en esto, ¿verdad? Debería agradecerte.

Sonia alzó una ceja y reveló una expresión de ironía. -¿Agradecerme qué? Deberías agradecer a tu hija, quien hizo todo lo posible para tener esta villa.

Mi madre, aparentemente consciente de su descontento conmigo, cambió rápidamente de tema y preguntó: -Por cierto, ¿por qué Alejandro no vino con ustedes?

Ante esa pregunta, un incómodo silencio se apoderó de todos, y me volví hacia Sonia mientras mi corazón daba un vuelco.

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