Capítulo 113: Advertencia Peligrosa

Tan pronto como la vi a Sofía subir a mi coche, supe que no traía buenas intenciones.

Si bien ya se habían infiltrado en la mansión, seguramente estaban ocultando algo detrás. Y ahora mismo ella misma se adentraba en mi coche, seguramente buscaba desafiarme.

No me opuse en absoluto, simplemente encendí el motor en cuanto subió.

Ella me miró, -María, ¿qué sucede? ¿Te sientes molesto?

-¿Qué crees? Para serte sincero, me da náuseas verte, ¡es repugnante! -Respondí con

indiferencia.

-En eso estamos de acuerdo, ¡también siento lo mismo! -me miró con hostilidad-. Sería mejor que te mudaras de la mansión obedientemente, jo tendrás que afrontar las consecuencias!

-No te hagas ilusiones. ¿Consecuencias? ¿Olvidaste las consecuencias de Alejandro? Claro que no me importaría meter a dos o tres personas más, y si estás dispuesta, podrías ir a ver a tu padre adoptivo en cualquier momento. ¡No olvides que todas las pruebas están en mis manos! -No la miré, pero mi tono era inequívoco.

-María, ¡no abuses de la situación! —Estaba claramente enfadada por mis palabras, de repente se tornó inquieta, elevando su tono de voz.

-Es ustedes quienes van demasiado lejos, irrumpen en mi casa alborotando, ¿crees que realmente tengo miedo de ti? —miré hacia ella-. Un engendro como tú, ¿de dónde sacas la confianza? ¿Qué tipo de persona eres? ¿No tienes conciencia? Si te atreves a jugar sucio conmigo, ¡te enviaré al infierno junto con Hernán! ¡Si no me crees, inténtalo!

Resoplé fríamente, -¡Apenas han pasado unos días desde que las cosas se calmaron y te crees la reina! ¿Eres digna de vivir en la mansión?

-María… tú estás tratando de posponer lo inevitable, ¡no me culpes por no advertirte! ¿ Necesitas que intervenga con tus viejos, enfermos y débiles? -su actitud era siniestra.

De repente, mi corazón se contrajo fuertemente. De hecho, a mi alrededor había gente mayor, niña pequeña, todos ellos eran mis seres queridos, mi talón de Aquiles.

Estos dos individuos realmente podrían hacer cosas despiadadas y sin piedad.

-Sofía, ¿crees o no que puedo quitarte la vida sin tener que hacerlo yo? Por mis seres

queridos, no dudaré en pagar cualquier precio.

Dicho esto, cerré con llave las puertas del coche, aceleré bruscamente. Ella, desprevenida, se tambaleó hacia atrás, soltando un grito, …Ah… María, ¿qué demonios estás haciendo?

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Con una mano agarró la manija del techo del coche, mirándome alarmada, mientras la otra mano instintivamente protegía su propio vientre.

Me reí fríamente un par de veces, -Esto es algo que has buscado por ti misma. ¿Realmente crees que soy blanda? ¡Créeme, puedo hacerte arrepentirte de subir a este coche!

-¡Estás loca… tú, tú, tú, baja la velocidad, por dios… -Miró aterrorizada por la ventana del coche. En ese momento, yo conducía a toda velocidad por la carretera de la ciudad, dibujando continuamente la letra “S“, mientras ella buscaba desesperadamente su teléfono.

Cuando finalmente agarró el teléfono, con rapidez se lo arrebaté, abrí la ventana y lo lancé por

ella.

Mi comportamiento salvaje la asustó de verdad. Ella gritaba, llamando por el nombre de Hernán, al tiempo que me amenazaba, -Ma… María, si algo me pasara a mi, Hernán no te perdonará. Tú… ah… 1

-¡Ja! Te aseguro que antes de que se atrevan a tocar a mis seres queridos, haré que tu descendencia ilegítima desaparezca en un instante. ¿Crees que Hernán, por su interés personal, se divorciaría de mí? ¿Quieres que me divorcie para que tomes mi lugar?

Mientras conducía, la miraba y le preguntaba, -Te diré algo, gracias a tu comportamiento hoy, he cambiado de opinión. No voy a divorciarme. ¿Crees que Hernán preferirá vivir conmigo o contigo? ¡No me importa que te tuviera Hernán como una amante!

–Pero Sofía, déjame ser clara contigo: no tienes posibilidades. ¿No conoces a la familia Cintas? ¿No sabes cuánto adoran el dinero, cómo están dispuestos a ceder ante él? ¿No es esa vuestra debilidad?

-Si tomo el control de todas las fuentes económicas, haré que los miembros de la familia Cintas se arrodillen ante mí todos los días. Estarán encantados de seguir mis órdenes. Tú creciste en la familia Cintas, así que no me digas que estoy equivocada.

Ah, por cierto, ¡quizás no estés al tanto! Tu madre adoptiva se arrodilló ante mí el otro día, rogándome que no me fuera, ¡diciendo que eres una persona despreciable al igual que tu madre!

Nunca antes había asumido un papel tan despiadado, pero en este momento, al ver a Sofía desesperada y sin poder refutar, me dio una satisfacción inmensa.

Finalmente, con una voz lúgubre, le dije a Sofía, ¡Dile a Hernán que soy una persona que no olvida una afrenta! ¡Sería mejor que no me acorralara!

María… ¡Eres una zurrona! -su rostro estaba pálido por el miedo.

En la entrada del Mundo de hielo y nieve, Sofía bajó del coche con las piernas temblorosas. Incluso cuando Hernán le preguntó qué le pasaba, ella solo me miró, sacudiendo la cabeza con

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