Capítulo 115: Ante los ojos de la niña

Miré a Hernán, -Hernán, si todavía tienes conciencia, llévala lejos de aquí. Si algo le pasa a mí padre, ¿podrás estar tranquilo?

Bajo mi furiosa acusación, Hernán echó un vistazo a mi padre, cuya cara ya carecía de color de

sangre.

Instintivamente, Hernán intentó detener a Sofía, -¡Ya basta! ¡No digas nada por ahora!

Pero Sofía ignoró por completo el estado de mi padre, actuando como si estuviera lleno de energía, como si temiera que algo malo no sucediera.

—María, deja de hacer el ridículo aquí. Sí has tomado lo que pertenece a la familia Cintas, devuélvelo. Originalmente, esta casa también fue comprada por Hernán para mí. Ahora, has obtenido esto de manera deshonesta y has traído a toda tu familia a vivir aquí. ¿Estás tan desesperada por la pobreza? —se burló mirándome a mí, quien estaba apoyando a su débil y frágil padre.

La expresión de la anciana de la familia Cintas a un lado tampoco era buena y mostraba un atísbo de pánico.

-Papá… ¡vuelve a tu habitación! Mamá, llévate a papá a la habitación… -miré con consternación a mi padre, queriendo llevarlo de vuelta a descansar.

Pero mi padre se recompuso, agarró la mano mía que tenía agarrada en su brazo, no tengas miedo, tu padre no es tan frágil.

. María,

Sus ojos, como espadas afiladas, se dirigieron a Hernán, imponentes y dominantes, sin margen para desobedecer.

Sin embargo, podía sentir su contención, el rostro de mi padre estaba pálido como el papel: Chaval, eres realmente un buen actor. Durante todos estos años, he dejado a mi amada hija completamente a ti, te apoyé sin reservas en tu carrera, no nos importa cómo nos trates a nosotros dos, pero ¿así es como tratas a mi hija?

Hernán, sintiéndose culpable, no se atrevía a enfrentar la mirada de mi padre, la esquivaba.

-Si no la amas, está bien, pero considerando que ella te ha dado una hija, ha estado a tu lado día tras día durante diez años, ¿no deberías tratarla bien por eso? @

Las palabras de mi padre resonaban fuertes y firmes. No esperaba tener a mi padre tan preocupado por algo así. Siempre había sido una figura respetada en la escuela, nunca había presenciado algo tan despreciable.

-No esperaba que pudieras tratarla de esta manera. ¿Crees que, al estar sola y sin apoyo, puedes maltratarla a tu antojo? Te lo digo, Hernán, aunque gastara yo, Zorman Lara, todo lo

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Señor, no digas esas cosas. Fue ella quien era demasiado provocadora. No veas a tu hija tan inocente. No es tan honesta como dices. Se encuentra con hombres a escondidas, ¡tiene sus propios trucos! -dijo Hernán, tratando de imponer su versión con una expresión avergonzada.

-Hernán, algún día entenderás lo que has hecho. ¡No busques excusas para tu falta de vergüenza! –quería terminar esta disputa lo más pronto posible-. ¡Papá, volvamos a la habitación!

Eres tú quien me robó mi fortuna. ¿Quién sabe qué más habrías hecho a mis espaldas?

-Hernán, ¡me has decepcionado de verdad! ¡Eres simplemente un lobo con piel de cordero! – mi madre ya no podía contenerse más. No hables sin pruebas, nuestra hija no es tan mal educada como los de tu familia. ¡Tú y tu familia…!

-Señora, solo ves mi parte de la historia, ¿quién sabe si ella me puso los cuernos hace mucho tiempo? ¡Fue ella quien me empujó a esto! No te atrevas a presionarme de esa manera, no menciones constantemente esos asuntos del pasado. Invertisteis dinero, eso es cierto, pero fue para tu hija. ¡He devuelto lo que se debía! En general, ¿no he sido generoso con ustedes? No traigas constantemente esos asuntos a colación delante de mí.

-Hernán… -mi padre se tambaleó, airado, su rostro de repente se distorsionó-. ¡Eres verdaderamente desvergonzado!

-Eso también fue por la presión de tu hija. María, si quieres el divorcio, ¡vete! De lo contrario, mírame, continuaré con Hernán, ¡no me importa en absoluto!

Dijo Sofía sin ningún sentido de la vergüenza. —Ah, pero controla a tu hija, no la dejes andar por ahí. Nosotros, como pareja, nos llevamos bien, estaríamos juntos en cualquier momento. La próxima vez, no hagas tanto ruido, ¡que afectará nuestro estado de ánimo!

Mi padre miró a Hernán, señalándolo con el dedo. —Tú…

Antes de que pudiera decir más, las venas de su frente se hicieron visibles y, poco a poco, su cuerpo se desplomó hacia adelante.

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