Capítulo 125: La Sensación de Liberación Completa

Al salir del juzgado, sentí como si por fin me hubiera liberado.

Antes de que pudiera despedirme del abogado González, Hernán salió disparado desde adentro, bajando rápidamente los altos escalones en mi dirección.

Todos estaban vigilantes, protegiéndome en el centro.

Unos amigos que salieron con él lo detuvieron. Su mirada triste se posó en mí y me dijo: – María… No llegó a decir lo que seguía, y al ver esa escena, también me entristecí.

–María, no te vayas… Por favor, déjenme pasar, María, dame la oportunidad de hablar contigo, solo necesito decirte unas palabras – rogó, tratando de liberarse de las manos que lo aferraban, con una mirada suplicante hacia mí-. María, dame una chance más de hablar contigo, incluso si es para divorciarnos, aún hay muchas cosas que necesitamos discutir, ¡ Amor! ¡Te lo suplico!

-No vuelvas a llamarme así, ya no tienes derecho. Además, no creo que haya algo más que podamos hablar nosotros dos- le respondí con determinación.

-No, María, tengo algo que decirte, ¡por favor! ¡No me detengan! ¿Qué están haciendo?– Hernán me miró con urgencia, temiendo que me diera la vuelta y me fuera, gritándole sin cesar a esas personas.

Dejé que lo soltaran y le dije con calma: -Dime lo que quieras.

Miró a la multitud a mi alrededor, parecía dudar.

-¿Podemos hablar en otro lugar? Déjame invitarte a tomar un café, al menos- me miró con ojos melancólicos, Hernán.

-No es necesario. Puedes hablar aquí mismo- rechacé su propuesta con firmeza, aún recordaba las recientes marcas en mi cuerpo.

Se acercó a mí lentamente, me miró y con cuidado consideró cómo abordarme. Pasó un buen rato antes de que dijera: -María… ¿Podemos no divorciarnos?

-¿Qué piensas tú?-le respondí.

-Siento que todo esto es irreal, como si estuviera soñando. ¿Cómo puede ser así? En realidad, no quiero separarme de ti- su expresión denotaba un dolor.

-Ya estamos separados, ¿qué vamos a hacer con nuestra hija? Nunca he pensado en dejarte a ti o a nuestra hija. ¿No podemos evitar el divorcio? Piensa en Dulcita, no podemos dejarla sin una familia completa./

Lo miré asombrada, ¿acaso mis oídos me estaban fallando? El juicio ya había concluido y ahora

+15 BONUS

¿Está loco?

El hombre ya no significaba nada para mí, solo quedaba desprecio.

Incluso en estos últimos tiempos, me he estado preguntando a mí misma una cosa, ¡qué tonta fi al casarme con él! Él sólo tiene una boca que sabe mentir.

No pude contenerme y me eché a reír.

-Hernán, jenfrenta la realidad! ¿No era esto lo que deseabas desde hace tiempo?

-No, María, fue para conseguir dinero, fue con ella… … tenía miedo de que te fueras si descubrías la verdad de mi infidelidad. Si no tuvieras un centavo, no me dejarías. ¡Lo hice por miedo a que me dejaras! – Hernán dio un paso adelante, explicando apresuradamente.

¡Qué razón tan vil, siento que darle esta oportunidad es una pérdida de tiempo!

–Estás equivocado, Hernán, incluso si no tengo nada, igual te divorciaría. ¡Me tomó diez largos años para conocerte verdaderamente! Tus acciones me han hecho despreciarte por completo.

—¡María, has cambiado! Antes no eras así, no eras tan despiadada. ¿Patricio te prometió algo? No creas las palabras de Patricio. Después de todo, tenemos una hija, cometí un error antes, pero después… … ¡fue inevitable!

-¿No estás a punto de tener otro hijo?– Miré a Sofía corriendo hacia nosotros-, ¡no culpes a nadie más por tus responsabilidades! Ya veo tu mezquindad, no eres la persona que quiero. Desde el día en que me hiciste promesas, empezaste a traicionarme, así que nuestra separación es solo cuestión de tiempo.

Hernán agarró mi mano, diciendo: -María, te quiero de verdad, cometí un error, ¿por qué no puedes perdonarme?

Estallé en furia y le dije: -Has estado engañándome todo este tiempo, usando el dinero que gané para mejorar tu estilo de vida. No dudaste en lastimarme para arrebatarme lo que por derecho me pertenece. ¿Qué razón tienes para tratarme así?

Las palabras de Hernán me dejaron sin respuesta, como si un hermoso sueño finalmente se hubiera roto de la manera más cruel.

Aparté su mano de la mía y miré a Sofía acercándose cada vez más, sonriendo mientras decía: -¡Mi sueño se acabó! ¡Tu pesadilla apenas comienza!

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