Recuperando a mi multimillonaria esposa -
Capítulo 136
Capítulo 136 La Prima Traviesa
Me sorprendí un poco, no esperaba que ella invitara a Patricio a cenar con nosotros.
Pero es posible que llegue tarde, fue a la Ciudad Orillana y está de regreso. No necesitamos esperarlo, ¡podemos empezar a comer!– dijo, explicando todo como si nada—. Fue una decisión de último momento, justo cuando me llamó para preguntarme qué quería comer. Le dije que íbamos a cenar juntos y lo invité, ¿no te molesta, ¿verdad?
Rápidamente respondí: -¡Claro que no!
Pero después de decirlo, me sentí un poco incómodo. ¿Realmente no me molestaba?
Pero, ¿cómo podría molestarle a esta joven tan sincera y amable?
-¡Perfecto entonces! – dijo, entregándome el menú-. Ya he pedido mi comida. Es nuestra primera vez comiendo juntos, ¿qué te gusta? ¿O prefieres elegir por ti mismo?
Su entusiasmo hacía que fuera muy fácil llevarse bien con ella. No parecía encajar con la actitud arrogante que mostró cuando la conocí por primera vez. Recuerdo claramente que cuando se levantó ese día y miró a las otras personas comiendo, su expresión era completamente diferente a lo que veo ahora. Parecía ser una persona completamente distinta.
Elegí lo que quería comer y devolví el menú al mesero. Miré a Mariana y le dije: -He estado ocupado últimamente y no he podido contactarte, ¡lo siento mucho!
-¡No te preocupes! Sé que estás ocupado- dijo con una voz encantadora-. Admiro mucho que tengas tu propia empresa.
Sonreí, pensando para mí mismo que mi’empresa casi está a punto de quebrar, ¿y ella todavía me admiró? Sonó un poco irónico, pero supongo que era porque no conocía la situación real.
Justo cuando nos trajeron la comida, miré a Mariana y pregunté: -¿De verdad no vamos a esperar al asistente Patricio?
-Es… asistente?– los ojos de Mariana se abrieron un poco y luego los disimuló-. Oh, no, no necesitamos esperarlo.
Sentí como si hubiera dicho algo equivocado. Le pregunté: -¿Dije algo mal?
–No… no, para nada. No necesitamos esperarlo. Además, estás hambriento. No sabemos cuándo llegará él. ¿Por qué deberíamos esperar? ¡Empecemos a comer! – Tenía una expresión juguetona, como una princesa mimada, y me gustaba mucho verla así.
Un rato después, Patricio entró apresuradamente. Cuando entró, captó todas las miradas. Me sentí un poco nervioso. Mariana estaba emocionada y lo observaba mientras se acercaba, siempre sonriendo.
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La expresión de Patricio seguía siendo la misma de siempre, muy fría. Dijo: tarde.
-Lo siento, llegué
Luego, de manera natural, se sentó a mi lado. Mariana siguió sonriendo y le preguntó a Patricio: ¡Primo, eres demasiado lento! Si hubieras llegado un poco más tarde, ¡ya nos habríamos ido!
-Hay mucho tráfico en el centro- respondió mientras tomaba el menú que el mesero le entregó y ordenaba algunos platillos-. Disculpa, tengo que ir al baño.
Se levantó de nuevo y se dirigió al baño.
Sentí una mirada fría y sombría clavada en mí desde lejos. Sin necesidad de mirar, supe que era Sofía.
De repente, Mariana me preguntó: -María, ¿conocía usted a Patricio antes?
La miré y respondí sinceramente: -¡No lo conocía! Nos conocimos después de empezar a colaborar juntos.
-Oh… ¡ya entiendo!– murmuró para sí misma Mariana. Siempre he sentido que esta prima menor era un poco extraña, y a veces me resultó difícil entender sus pensamientos.
Estaba a punto de preguntarle por qué decía eso, cuando vi que Patricio regresaba del baño a grandes zancadas.
Mientras se sentaba, me miró de reojo y preguntó con indiferencia: -¿De viaje?
Me sentí un poco incómodo. Entendí que se refería a mi apariencia descuidada ese día, así que le respondí: —Sí, fui a Morelia. Apenas bajé del tren y vine directo aquí. Escuché a Mariana decir que fuiste a Orillana.
En realidad, solo lo dije por decir. Pero Patricio inmediatamente miró a Mariana con una expresión inexplicable en sus ojos. Instintivamente, dirigí una mirada a Mariana y ella respondió con una sonrisa muy tranquila.
Entre estas dos personas, siempre he tenido una sensación sutil.
Pero sin duda, entre los tres, yo era el forastero.
Aproveché la oportunidad para levantarme e ir al baño. Mientras me lavaba las manos, levanté la vista al espejo distraídamente. Lo que me sorprendió fue ver a Sofía parada detrás de mí como una espectra, sin saber cuándo había llegado.
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