Capítulo 77: Una Súplica Desvergonzada

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En medio de mis pensamientos turbios, me hundí en un profundo sueño. En mis sueños, todo

lo

que

veía eran imágenes de Hernán y Sofía teniendo un affaire, junto con las imágenes de ellos acosándome a mí y a mi hija.

Hasta que me desperté llorando, pero no podía liberar la rabia que llevaba dentro.

En la alborada, el canto de los pájaros me fue tranquilizando poco a poco.

Me levanté, me aseé y bajé las escaleras. Aún no había tenido la oportunidad de apreciar completamente este hermoso complejo, no podía dejar que semejante belleza se me escapara.

Fue entonces cuando Patricio me encontró. El sol ya había salido, y era un nuevo día.

-¿Dormiste bien? – me preguntó Patricio mientras me miró con preocupación.

Sonreí y le respondí: -¡Muy bien! ¡Gracias!

-No me agradezcas― dijo mientras tomaba mi mano-. ¿Tienes hambre? Vamos a desayunar. El desayuno aquí era abundante. Comí con gusto, necesitaba energía para enfrentar todo lo que venía.

En el camino de regreso, Patricio me recordó: -Cuídate y no seas demasiado terca.

No estaba segura de lo que quería decir con “terca,” y no profundicé en la pregunta. Esta era la primera vez que pasaba la noche fuera de casa mientras Hernán estaba allí, y hasta ahora ni siquiera había encendido mi teléfono.

Entre la oficina y la casa, elegí lo último. No quería enfrentar las miradas complicadas de esas personas en la empresa. Solo quería paz.

Pero lo que no esperaba era que, en el momento en que entré por la puerta de mi casa, me llevé un buen susto: toda la familia Cintas estaba allí.

En ese instante, me sentí culpable, como si hubiera hecho algo mal.

Hernán se acercó rápidamente cuando me vio entrar y me tomó de la mano, diciendo: -Mi amor, has vuelto. ¿Dónde estabas anoche? Te buscábamos por todas partes, y tu teléfono estaba apagado. ¿Sabes cuánto me preocupé por ti?

Hablaba con tanto sinceridad, ¿pero realmente se preocupaba por

mí?

Mirando su expresión, mi sentimiento de culpa desapareció de inmediato. Quería darle una bofetada, pero me contuve. Aún no había logrado mi objetivo, así que le pregunté: -¿ Realmente te preocupas tanto por mí?

Con calma, lo observé. Me quité los zapatos, entré y eché un vistazo a todos, preguntando

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-¿Y tu actitud? ¡Tú eres la que desaparece por la noche! – Sofía me miraba con desprecio en el

rostro.

–¿Y qué hay de extraño en desaparecer por la noche? ¿No es eso lo que siempre haces? ¿Tienes derecho a interrogarme?– Quería provocarla a propósito.

-Tu…

-¡Basta!– Hernán regañó bruscamente, y Sofía cerró la boca de inmediato.

–Mi amor, qué bueno que regresaste. Sé que te enojaste ayer. Sofía no sabe comportarse, estaba preocupada por nuestra situación y no pude controlarme. No te enfades, por favor.

Le lancé una mirada a Sofía y dije: -Realmente no sabes cómo comportarte.

-No te hagas la digna- dijo Sofía, no mostró ni un ápice de temor, ya que estaba rodeada de su familia.

-¡Cierra la boca! Deberías mejorar tu carácter- La madre de Hernán reprendió a Sofía y luego se dirigió a mí, diciendo: -María, no te enojes. Fui yo quien no educó bien a mi hijo, lo llevó a cometer un error tan grande. Pero su intención era siempre por el bien de esta familia. Por favor, perdónalo. Te ofrezco disculpas.

No dije una palabra más.

-La situación está empeorando. Sé comprensiva y perdónalo. Como familia, debemos trabajar juntos para superar esto― Las palabras de la madre de Hernán tenían sentido, y no tenía razón para discutir. Si seguía siendo desafiante, estaría equivocada.

-¿Cómo vamos a superar esto?— pregunté.

Ella miró a Hernán, y Hernán se acercó a mí, diciendo: -Mi amor,.¿por qué no celebramos nuestro aniversario de bodas juntos? De manera grandiosa, invitando a algunos socios de negocios, por supuesto… Siempre te he amado, y siempre he querido organizar una celebración así. Nunca te di una boda adecuada, y siempre me he sentido culpable por eso. Ahora tenemos la oportunidad…

-Como quieras- interrumpí las palabras de Hernán con indiferencia, sin ganas de escucharlo seguir divagando. Luego,me di la vuelta y regresé a la habitación.

Deliberadamente, eché un vistazo a Sofía, quien miraba a Hernán con rabia.

Al ver su actitud, juré en silencio que la haría enojar aún más.

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