Secreto de amor novela por ursula suarez -
Capítulo 4
Capítulo 4 Abortar
—No me mojé por completo a pesar de la lluvia. Además, estoy bien —objetó. Luego, caminó hacia el escritorio y le dejó el informe del día anterior—. Este es el resumen de ayer, ya lo ordené. Ahora, tengo trabajo que hacer, así que los dejaré para que continúen con la reunión.
Le echó un vistazo a Claudia, quien de inmediato le sonrió.
Cuando se fue, Alejandro frunció el ceño.
—¿Alejandro?
Solo recobró la compostura cuando Claudia lo llamó.
La reacción de él la confundió, pero sonaba amable y afectuosa al decir:
—Victoria no se ve muy bien. Puede que sea tu secretaria ahora, pero solía ser la hija preciada de los Selva antes de que quedaran en bancarrota. No puedes ser demasiado exigente con ella.
«¿Demasiado exigente con ella?». El hombre se rio. «¿Quién puede ser exigente con esa mujer?». Sin embargo, no dijo nada de eso y, en cambio, respondió con un murmuro.
Mientras tanto, Victoria se fue a su oficina con las piernas cansadas y dolor de cabeza. En cuanto se sentó, no pudo evitar desplomarse sobre el escritorio. De repente, sintió un mareo fuerte y perdió la noción del tiempo hasta que al final escuchó la voz de Jazmín.
—Victoria, ¿por qué no va a casa y descansa?
En ese momento, se sentía tan cansada y enferma que su única respuesta fue:
—Jazmín, déjame dormir un momento.
Luego, se quedó completamente dormida.
Soñó que tenía dieciocho de nuevo. Ese día, ella y Alejandro celebraban cumplir la mayoría de edad, así que las familias decidieron organizar juntas la fiesta. Esa noche, se puso su vestido azul favorito, se hizo ondas en el cabello y se pintó las uñas, ya que tenía pensado confesarle su amor.
Después de buscarlo por mucho tiempo en vano, lo vio en el jardín. Mientras caminaba hacia allí, escuchó que sus amigos bromeaban con él.
—Eres un adulto ahora, ¿hay alguna chica que te guste? Tal vez te puedes comprometer —dijo uno de ellos.
—Victoria es bastante bonita y siempre está alrededor tuyo —dijo otro.
Cuando Victoria escuchó eso, dejó de caminar por instinto, ya que quería escuchar lo que Alejandro iba a decir. Después de todo, su respuesta era esencial para lo que tenía pensado hacer. Sin embargo, no escuchó su respuesta ya que alguien habló primero.
—No es posible que sea Victoria, ya que Alejandro solo la ve como su hermana pequeña. Todos saben que la única en la que piensa es en Claudia.
«Claudia…».
Luego, le echó un vistazo a Alejandro. Esa noche, él estaba sentado en un banco de piedra, las piernas eran tan largas que apenas tocaban el suelo; sonreía de forma sutil y no objetó lo que dijeron.
—En efecto. Claudia es más femenina, más gentil y hermosa mientras que Victoria es solo una niña. Además, Claudia es la salvadora de Alejandro.
Quien habló fue Bautista Moreno, unos de los mejores amigos de Alejandro, a quien le encantaba bromear con Victoria. Cada vez que se veían, insistía en sujetarla de la coleta. También era una de las personas que ella más odiaba. «¡No soy una niña!».
—Así es —dijo unos de los amigos de Alejandro—. El agua estaba muy peligrosa esa noche y si ella no hubiera saltado a ayudarlo, Alejandro Calire no estaría con vida hoy.
Alejandro asintió y, al final, murmuró en acuerdo.
Debajo de la luz de la luna, el hombre se veía muy tranquilo.
—El lugar a mi lado siempre será de ella.
De repente, Victoria se afligió mucho. Se quedo de pie allí, aturdida, mientras empalidecía, ya que no se imaginó que la rechazaría antes de que pudiera confesarse.
Claudia le había salvado la vida a Alejandro y todos hablaban al respecto. Por lo general, los héroes salvaban a las damiselas en peligro, pero en el caso de ellos, una joven había rescatado a un hombre.
Por otro lado, Victoria no sabía nada al respecto. Ella también se había caído al río y había tenido fiebre alta. Cuando al final se despertó, se había olvidado de lo sucedido y no sabía cómo o por qué se había caído al río. Una de sus compañeras le había dicho que se había caído porque era demasiado traviesa.
Sin embargo, siempre le había parecido como si se hubiera olvidado de algo, pero por desgracia, por mucho que lo intentara, no se podía acordar de nada y a medida que pasaba el tiempo, se olvidó por completo.
Aun así, no se imaginó que Alejandro se obsesionaría con la persona que lo salvó.
«Hubiera sido maravilloso si yo lo hubiera salvado».
Las emociones del sueño se mezclaron con las de ese momento y sentía mucha angustia. Le dolía la cabeza mientras pensaba: «¿Por qué no fui yo quien lo rescató en ese momento? Si tan solo… si tan solo…».
De repente, Alejandro se le apareció en sus sueños; su mirada era distante e impasible.
—Aborta, Victoria.
Claudia estaba de pie a su lado y sus brazos parecían ramas que lo abrazaban.
—¿Te vas a quedar con el bebé porque quieres arruinar nuestro amor? —preguntó.
Cuando escuchó la palabra «arruinar» la mirada del hombre se tornó sombría. Dio un paso adelante y la tomó del mentón.
—Compórtate o actuaré.
La sujetaba tan fuerte que parecía que la lastimaría. Ella forcejeó mucho, pero al final se despertó del sueño, cubierta de sudor. En cuanto abrió los ojos, vio la autopista ajetreada por la ventanilla.
«¿Fue un sueño? ¿Por qué se siente tan real?». Luego, suspiró.
—Ah, estás despierta.
Victoria escuchó la voz dulce, levantó la mirada y vio a Claudia mirándola de forma preocupada.
—Gracias a dios. Estaba preocupada de que te hubiera sucedido algo.
«¿Por qué está aquí?». Recobró la compostura de inmediato y se dio vuelta para mirar al conductor; era Alejandro, y Claudia estaba sentada en el asiento de acompañante.
Cuando él escuchó que se había despertado, le echó un vistazo por el espejo retrovisor.
—Estás despierta. ¿Qué te duele? Dile al médico todo cuando lleguemos al hospital.
A Victoria le había estado palpitando el corazón por la pesadilla. Al final, se tranquilizó, pero lo que dijo hizo que volviera a acelerarse por los nervios.
—No, no necesito ir al médico. Estoy bien.
Él le echó otro vistazo cuando la escuchó.
—¿Por qué estás causando un escándalo? ¿No sabes que tienes fiebre?
—Sí, Victoria, tienes mucha fiebre, así que tienes que ir al hospital —dijo Claudia de acuerdo—. Ale dijo que te mojaste por la lluvia caminando a casa. ¿Qué sucedió?
«¿Qué sucedió?». Victoria se quedó mirándola. Hizo el intento de hablar, pero al final no dijo nada. «Sin duda que estuvo presente en la broma de ayer. ¿Por qué preguntaría si no es para insinuar algo?».
Después de pensar por un momento, Claudia se preocupó y preguntó de forma culposa:
—¿Es porque ayer…?
—Bueno, iremos al hospital —interrumpió Alejandro con tono grave y firme—. Descansa durante los próximos días hasta que te sientas mejor. No necesitas ir a la oficina por ahora.
Luego, Claudia lo miró de forma desconcertada por la interrupción.
Mientras tanto, Victoria bajó la mirada mientras se reflejaba en sus ojos hermosos un destello escalofriante. «Es muy protector con la persona que más le importa».
—No iré al hospital —respondió al final levantando la mirada después de unos minutos.
El hombre frunció el ceño. «Hoy está muy testaruda».
—¿Qué vas a hacer? ¿Cómo no vas a ir al hospital cuando estás enferma?
—Conozco mi estado de salud —le dijo con los labios fruncidos.
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