Capítulo 104

En lo más alto de la Mansión Acuática Imperial, solo había dos apartamentos de lujo, 3001 y 3002, separados por un balcón que dividía sus espacios con un elegante jardin francés suspendido.

Nerea intentaba alcanzar su ropa interior en el balcón vecino con una vara para colgar ropa, pero debido a que la vara era demasiado corta, no tuvo éxito. Al mirar hacia abajo, el vértigo la invadió por completo.

Decidió que era mejor ir directamente a la puerta del vecino, pensando que sería más embarazoso si el dueño la sorprendía en su intento.

Se dirigió a la puerta del 3001 y tocó el timbre.

Ding-dong…

Ding-dong….

Tras dos timbrazos y sin ninguna respuesta, justo cuando Nerea creía que no había nadie, se escuchó un ‘click’ y la puerta se abrió.

-Hola, disculpe la molestia, yo soy…

Nerea comenzó a hablar, pero al ver al hombre que aparecía lentamente detrás de la puerta, quedó absolutamente maravillada.

El hombre llevaba puesto un ligero pijama de color gris humo, que a pesar de ser de un tejido suave y holgado no lograba ocultar su impresionante figura, con una cintura estrecha y largas piernas. La parte superior del pijama estaba ligeramente abierta, revelando un collar de huesos tentador. Sus rasgos, enmarcados por unas gafas de montura fina, eran simplemente perfectos. Pero entonces…

Cuando sus ojos se encontraron con los bajo las gafas, ella se sorprendió, pasando de la admiración al asombro.

¿No era ese Roman?

Siempre lo había visto vestido de traje, distante y elegante, y ahora, viéndolo tan relajado y encantador, por un momento no lo reconoció.

Cuando se dio cuenta, su sorpresa se transformó en enojo.

Roman, al abrir la puerta, se encontró inesperadamente con una ‘pequeña conejita’, vestida de blanco, con grandes orejas caídas sobre sus hombros y un pequeño pompón como cola. Sus labios se curvaron en una leve sonrisa.

¿Señorita Nerea?

¿Estaba sonriendo?

Después de burlarse de ella y extorsionar a su tío con una tarifa por derechos de autor, ¿todavia podia sonreír al verla, burlándose de ella?

Nerea, irritada, apretó la cuerda de su pijama, y las dos orejas de su capucha se levantaron de golpe.

Cuando esas dos orejas de conejo blanco se levantaron repentinamente, los ojos oscuros de Roman se estrecharon ligeramente, como si encontrara la situación encantadora o le recordara a algún disfraz adulto peculiar.

Nerea, dándose cuenta de lo que implicaba su sonrisa, soltó la cuerda de inmediato…

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Se dio cuenta de que estaba riéndose de su pljama.

Qué ironía, ser vecina de él.

Habla imaginado que la próxima vez que lo viera, estaría en un escenario brillante, sosteniendo un trofeo de honor, demostrando su éxito indiscutible.

Y sin embargo, ahí estaba, en pijama de conejito, tocando su puerta.

-Se me cayó algo en tu balcón, dijo Nerea, con el rostro frio, sin mostrar ninguna emoción al hablarle, -solo vengo a recogerlo.

Roman levantó una ceja, echando un vistazo hacia el balcón.

Al ver que él no decía nada, Nerea se sintió aún más sospechosa, como si dudara de sus palabras, y rápidamente añadió, -¡Acabo de mudarme al lado, al 3002!

¿Qué pensaba él? ¿Que ella era una de esas mujeres que buscaban ascender socialmente, viniendo a su puerta a mitad de la noche vestida así? Ja, estaba demasiado engreido si lo pensaba.

Roman finalmente dijo: -Está bien, ayudare a la señorita Nerea a recogerlo.

-¿¿Qué?!

Al verlo dirigirse hacia el balcón, Nerea abrió los ojos, sorprendida, y de un tirón, agarró su mano.

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