Capítulo 445

Ella debía estar enfadada porque él no cumplió su promesa…

Quería explicarle, disculparse, pedirle perdón, pero cada vez que intentaba acercarse, ella huía como si él fuera un espectro, como si en su rostro aún estuviera aquella cicatriz de quemadura, horrenda y aterradora.

-Buuuua…

En el pequeño bosque, Nerea fue asustada por Emilio con una serpiente falsa otra vez, y se encontraba agachada en el suelo, abrazando sus rodillas y llorando de miedo.

Desde lejos, Roman vio su figura y corrió hacia ella, pero Samson lo detuvo antes de que pudiera acercarse.

-Roman, ¡ya déjala en paz a Nerea!

-¡Ella… te odia!

Esas palabras golpearon a Roman como un rayo, sus ojos oscurecidos brillaron con una luz fría y sombría, asustando tanto a Samson que retrocedió dos pasos, temblando.

-¡Apártate!

Roman lo empujó, haciéndolo caer al suelo. Samson lo miró con rencor mientras se alejaba; Roman era justo como decían las noticias, jun pequeño demonio!

-Uuuuu…

-¡Nea!

Al acercarse, Roman escuchó su llanto y entró en pánico.

Quería consolarla, quería saber quién la había lastimado; ¡no iba a perdonar a esa persona!

Pero antes de que pudiera tocarla, la escuchó llorar desconsoladamente, -¿Por qué no te

vas?

-Vete, ¡nunca seré amiga de un loco!

-¿Otra vez tú? Lárgate, te odio, ¡lo que más odio eres tú!

-¡No te me acerques más, nunca te voy a querer, nunca más quiero verte!

Las palabras de ella, cada una como un cuchillo envenenado, se clavaron profundamente en

su corazón.

Los labios de Roman se volvieron pálidos, sin rastro de color, y la voz que intentaba salir de su garganta era áspera y dolorosa, su corazón se sentía como si estuviera siendo desgarrado, sangrando profusamente, doliendo hasta casi sofocar.

Extendió su mano hacia ella, pero lentamente la retiró.

11:

Capitulo 445

La lluvia caía a cántaros, el cielo estaba cubierto de gris, y toda la ciudad se veía envuelta en una neblina sombría. La lluvia mojaba la ropa del chico y ahogaba sus sollozos reprimidos, como un animalito abandonado, perdido y sin hogar.

Había matado a alguien, sus manos estaban manchadas de sangre, había asustado a Nea.

Nea no lo recordaba, Nea lo odiaba.

Había hecho llorar a su pequeña angelita.

Desde entonces, nunca se atrevió a acercarse a ella, escondiéndose como un insecto en una zanja húmeda, observando furtivamente cualquier atisbo de luz.

La vio avanzar en sus estudios, graduarse, pararse en diferentes escenarios, desarrollar nuevos intereses, hacer más amigos…

Con el paso del tiempo, ella crecía poco a poco, y sus sentimientos por ella también

cambiaban.

De una fe devota hacia una santa suprema a… un deseo de profanar, poseer, hacerle todo tipo de locuras.

En la edad en que el deseo apenas brotaba, con una foto tras otra de ella, imaginando su figura sublime y su sonrisa radiante como la luz, en noches de soledad e insomnio, torturado por un amor y añoranza que se enredaban en sus huesos, experimentaba una alegría y tormento como nunca antes.

Amaba tanto a su Nea, deseaba tanto tenerla, quererla…

Pero la persona a su lado ya no era él, queria matar a Samson, pero a Nea le disgustaba esa versión asesina de él.

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