¿Tuvimos un hijo -
Capítulo 325
Capítulo 325
-Presidente Palomares, por favor cuide de la señorita Torres -le recordó Fernanda, quien estaba preocupada.
-Déjamela a mí - respondió Elías en voz baja. Luego, abrió la puerta del auto y entro.
Fernanda no pudo evitar alegrarse mientras miraba a Elias alejándose con Anastasia en su auto, pues ella sabia que él era la razón por la cual Anastasia bebió hasta embriagarse.
Anastasia se encontraba poco consciente y se sentó, pensando que estaba en el auto de Fernanda. Luego, puso su mano sobre su frente para reprimir el dolor insoportable de cabeza mientras decía: - Fernanda, llévame a cualquier hotel cercano.
Anastasia no quería que su padre y su hijo la vieran en un estado tan terrible. Si lo hacían, ella estaría satisfecha con no asustarlos con ese lado de ella. De pronto, una voz sonó desde el asiento del conductor:
-¿Hay alguien cuidando de tu hijo?
- Mi papá está en casa -respondió Anastasia se forma obediente.
Mientras el auto más se movía, más mareada se sentía, así que Anastasia se tumbó en el asiento de nuevo. Mientras Elías esperaba a que el semáforo se pusiera en verde, tomó el teléfono de Anastasia con sus dedos largos y le envió un mensaje a Franco en su nombre, donde decia que pasaría la noche con una amiga. Poco después, recibió una respuesta de Franco que decía que no debía preocuparse por su hijo.
Puede que Anastasia no estuviera sobria, pero seguía siendo capaz de pensar y sentir. Por ello, comenzó a murmurar hacia el chofer:
- Fernanda, déjame decirte un secreto. Elías es un imbécil! Es un hombre muy, muy malo...
Elías se quedó congelado por un segundo, pues estaba impactado de que ella lo estuviera maldiciendo a sus espaldas. Luego, inclinó su cabeza hacia ella y pregunto: -Entonces, ¿te gusta o lo odias?
-Lo odio - dijo Anastasia, sonando como si estuviera a punto de llorar.
Elías se sentía entretenido por su comportamiento en su estado de ebriedad e intentó indagar de nuevo.
-¿Quieres decir que lo odias a pesar de que estás ebria por él?
-No bebí por él... Sería una idiota si me gustara... -murmuró Anastasia - Lo odio... A el le puede gustar quien le dé la gana. No es asunto mio.
Al parecer, Anastasia no tenia idea de lo que estaba diciendo y, en definitiva, no tenia idea de dónde estaba. El auto solo estaba lleno de palabras como bastardo, basura y no quiero verlo nunca más antes de que todo se quedara en silencio. Anastasia se había quedado dormida y Elías se sentía un poco afligido.
«Seguro la lastime mucho esta vez
Al llegar a un semáforo rojo, Elías se giró para mirar a la figura tumbada en su asiento trasero antes de suspirar y decir:
-Lo siento. Todo es mi culpa. No debí castigarte con algo tan estúpido.
Elías llegó a hotel que era propiedad de los Mendoza. En cuanto cargó a la mujer ebria hasta el vestíbulo del hotel, el gerente le dio acceso a una suite presidencial de inmediato. Luego, Elias puso a Anastasia sobre la cama suave con gentileza antes de extender su mano para hacer a un lado los mechones sobre su frente. Después, le dio un beso en la frente y dijo:
- Duerme bien. Lo explicaré todo cuando despiertes.
En cuanto Elias cubrió a Anastasia con mantas, sus ojos cristalinos se abrieron y lo observaron. Ella pensaba que estaba soñando con el de nuevo. Su cabeza había estado tan ocupada con él en los últimos días que pensó que lo que estaba viendo era otro de sus sueños.
-Vete... Vete... Ya no quiero verte en mis sueños.
Luego de decir eso, Anastasia golpeó su propia frente un par de veces, como si pudiera hacerlo desaparecer de su vista al hacer eso. Elías no pudo evitar alarmarse cuando ella comenzó a golpearse de repente y enseguida la puso sobre su pecho para detener sus manos.
- ¿Por qué te estás golpeando?
La belleza de Anastasia era impresionante mientras se recargaba en su pecho. Tenía su cabello desordenado y tanto las esquinas de sus ojos como sus mejillas se habían puesto de un tono rosado debido al alcohol. La mente de Elías le estaba dando ideas mientras la observaba desde la punta de su nariz hasta sus ojos rojos y luego hasta su hermosa clavícula. Sin embargo, hoy de todas las noches, él no podía tocarla. Si volvía a tocarla sin su permiso, era probable que la mujer de temperamento fuerte le rompiera el cuello a primera hora.
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