¿Tuvimos un hijo -
Capítulo 69
Capítulo 69
Frente a Helen estaba Eva, quien con su cabello blanco expedía un aura dominante como la matriarca de la casa, por lo que no se atrevió a comportarse mal frente a la señora. Se acercó a ella y la saludó con educación.
-Saludos, señora Palomares. Mi nombre es Helen Sarabia. Soy la novia de su nieto.
-¿Eres la novia de Elías? -preguntó Eva, sorprendida y frunciendo.
-Bueno, Elías y yo comenzamos a salir hace poco, por lo que no habíamos tenido la oportunidad de venir a saludarla. Lo siento tanto por eso, señora Palomares -explicó Helen, i actuando como si se estuviese reprochando por eso.
Eva era consciente que Elias nunca le gustaban los arreglos o compromisos que ella hacía para él Se preguntó si Helen era la razón por la que él se rehusaba a casarse con Anastasia. -Helen, ¿me podrías contar como se conocieron?
La señora examinó a Helen de pies a cabeza. Notó que era de apariencia ordinaria y que no provenía de una familia rica; sin embargo, lo que más le preocupaba era si Elías de verdad estaba saliendo con Helen. Cuando ella mantuvo su cabeza agachada y frunciendo en silencio, Eva, con curiosidad, preguntó:
-¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan callada?
-Es vergonzoso -comentó Helen mientras se mordía el labio y miraba a la señora.
-¿Por qué? ¿Qué pudiera ser vergonzoso? Solo cuéntame -pidió Eva. Su curiosidad crecía aún más.
Helen pretendió tomar fuerzas y valor para compartirle el incidente que ocurrió hace cinco años. Debido a que era capaz de adivinar cómo fue la intimidad entre Anastasia y Elías, consiguió armar una historia similar, como si fuera la misma Helen quien la vivió. Al escucharla, Eva sintió que sus ojos se abrieron de par en par. No podía creer que su nieto fuera el responsable de tomar la virginidad de una joven. -El reloj fue la pista que le ayudó a encontrarme. Me dijo que pasaría el resto de su vida compensándome.
Los ojos de Eva se llenaron de simpatía luego de oír la historia de Helen. Después de todo, reconocía que ella se merecía su simpatía luego de sacrificar su virginidad para que su nieto estuviese bien. -Helen, quiero disculparme contigo en nombre de Elías; además, me aseguraré de que te lo compense.
<<Bueno, es probable que Helen tuviese 19 años cuando eso pasó. A esa edad una mujer está en sus años dorados, pero algo como eso le sucedió. Apuesto a que sufrió mucho por eso» pensó la señora mientras se ponía en los zapatos de Helen y fue capaz de empatizar como mujer con ella.
-No, aún no... -contestó Helen mientras negaba con la cabeza.
-iPrepárenle un desayuno, por favor! -ordenó Eva a las empleadas.
Helen conservó su cabeza agachada, pero una expresión complacida se posó sobre su rostro por un instante. En el fondo, creia que el cambio en la actitud de Eva era una señal positiva de que su lugar dentro de la familia Palomares se asentaba y se hacía más importante.
Por su parte, Anastasia se encontraba revisando unos documentos en su oficina en el edificio Burgués cuando su teléfono sono. Lo tomó y contesto:
-Hola, ¿quién habla?
- Te estoy esperando en la puerta. Ven de inmediato -habló Elías con su voz grave y carismática que ningún otro hombre podría imitar.
Ella sostuvo su respiración por una fracción de segundo, puesto que recordó como la había besado a la fuerza. Con eso en mente, no estaba muy comoda en ver a Elías, por lo que decidió rehusarse. -Estoy ocupada, así que hoy no iré a la casa de su abuela.
-¿Vendrás por tu cuenta o tendré que ir a buscarte? Tú decides -contestó el hombre, nada feliz.
Anastasia se mordió los labios al darse cuenta de que no seria correcto que se retractara en su promesa, por lo que guardó sus cosas y tomó su bolso antes de salir de la oficina. Cuando llegó al primer piso, vio el familiar carro de Elías. Abrió la puerta de este y tomó asiento. El hombre vestía un traje negro y proyectaba un aire intimidante.
Anastasia no le dirigió ni la mirada cuando entró al carro. Observaba hacia afuera por la ventana mientras sentía una descarga de adrenalina en todo su cuerpo, puesto que aún recordaba las reacciones inesperadas de Elias de la noche anterior. Él, por su parte, mantuvo su mirada sobre el perfil de la mujer mientras encendía el carro. En los siguientes momentos, el interior del carro se quedó en silencio hasta que acelero de repente en la carretera.
-Elias, el limite son 80 kilómetros por hora! -gritó Anastasia, horrorizada, mientras se abrochaba el cinturón.
Capítulo
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