UN MATRIMONIO INESPERADO… El día del divorcio by Jeda Clavo
UN MATRIMONIO INESPERADO… El día del divorcio Capítulo 6

Capítulo 6: Una salvadora.

La pregunta de Claudia flotaba en el aire, un peso invisible que hacía retroceder a Andrew a lo largo de los años. Con la mirada desenfocada, ya no estaba sentado frente a ella, frente a un vehículo, sino en el inicio de la edad adulta, con los rostros severos de sus padres, empujándole hacia la independencia.

-Te hará bien le había dicho su padre, con voz carente de calidez. Irte lejos de nosotros, te enseñará lo que es la vida real, así podrás madurar y ser

responsable, para cuando te toque asumir las riendas de las empresas de la familia.

Así que terminó cediendo, pero su partida no iba acompañada de dinero, solo del expectativas tan pesadas como para aplastarle.

Andrew se removió incómodo, sus dedos acariciando distraídamente el capó del coche. Por aquel entonces era un hombre larguirucho, desgarbado, que aún no había adquirido la confianza y la estatura que le llegarían con los años.

En ese entonces, su cuerpo no ayudaba, recordó los ángulos agudos de sus articulaciones, la forma en que su ropa colgaba suelta y torpe.

No era el más fuerte, del lugar, pensó Andrew, con una sonrisa apenada en los labios al evocar el recuerdo de aquella noche en que el destino decidió ponerlo a prueba.

Acababa de terminar su turno en la copistería a medio tiempo, un lugar que olía a tóner y sudor, su refugio a tiempo parcial. El tintineo del sobre en su bolsillo era un canto de sirena; cada billete que contenía cantaba a libros de texto y

conferencias.

Era el dinero destinado para pagar la matrícula de su universidad, por lo menos. eso es lo que había pensado, mientras sus pasos se aceleraban para irse a su residencia, pero la vida, como siempre, tenía otros planes.

Estaba caminando de regreso a su residencia, ya era tarde y un escalofrío se apoderó de él, como si los fantasmas de aquella noche aún estuvieran cerca.

Dos sombras se desprendieron de la oscuridad entre las farolas, sus intenciones. tan claras como el brillo de la malicia en sus ojos.

-¡Hey! ¡Dame eso! -gruñó uno de ellos, con voz ronca y

ansiosa de presa fácil.

El corazón de Andrew martilleaba contra sus costillas, las palmas de sus manos resbalaban al aferrarse a las correas de su mochila. Los instintos de lucha o huida gritaban en su interior, pero sus atacantes eran más corpulentos, más viejos,

hombres hechos de músculos y tendones, no de sueños y determinación.

Tranquilo, no quiero problemas, oyó su propia voz, sorprendentemente tranquila a pesar del temblor de sus manos.

-Entrégamela y no pasará nada dijo otro de los hombres, acercándose peligiosamente a él, a punto de golpearlo.

Con un suspiro resignado, dejó que la mochila resbalara de sus hombros, entregándola a las hambrientas garras de los ladrones.

-Allí, está todo lo que tengo–expresó, con palabras que sabían a derrota. Pero incluso mientras las pronunciaba, una parte de él sabía que solo era un

momento, una pincelada en el gran cuadro de su vida.

-Muy listo, chico se burló el otro hombre, terminando de arrebatarle la mochila.

Permaneció allí inmóvil, con la mente aún atormentada por la pérdida del dinero que tanto le había costado ganar, la llave de su educación, ahora en manos de unos desconocidos despiadados.

De repente, desde la periferia, una sombra esbelta se dirigió hacia ellos. Los ojos de Andrew se abrieron de par en par cuando una figura ágil y delicada, arrebató la mochila de las manos de uno de los ladrones con una gracia asombrosa.

Los ladrones, boquiabiertos, parecían estatuas de incredulidad, con sus rostros brutales marcados por la confusión.

Ella se regresó cuando vio que él no reaccionaba

-¿Por qué estás ahí parado como un tonto? ¡Huye!

La voz, aguda y dominante, pertenecía a su rápida salvadora: una chica de ojos. fieros que brillaban bajo las luces de la calle. Con una urgencia que no admitía discusión, se agarró al brazo de Andrew y lo puso en movimiento.

Sus pies golpeaban el pavimento al ritmo de la adrenalina. Andrew oía la sangre. retumbar en sus oídos, mezclada con los gritos lejanos de los ladrones frustrados. Le ardían los pulmones en busca de aire, pero siguió adelante, impulsado por una mezcla de terror y gratitud.

-Gracias jadeó cuando por fin aminoraron la marcha, mientras sus palabras luchaban por seguir el ritmo de su acelerado corazón. ¡Eres increíble! ¿Cómo puedo…?

Se interrumpió, con la timidez, haciéndosele un nudo en la garganta.

No hay tiempo cortó ella enérgicamente, retrocediendo ya-, agarra tu

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morral y ve, tengo que volver con mi madre.

-¡Espera! -soltó Andrew, desesperado por mantener aquella inesperada conexión.

Sin embargo, cuando le tendió la mano, la chica ya se estaba girando y su silueta se perdía en el anonimato de la noche.

-¡Tengo algo que hacer! Su voz volvió flotando, una promesa fugaz que se

llevó el viento.

Andrew se quedó allí, con el frío de la noche, calándole los huesos, viéndola desaparecer.

Ni siquiera sabía cómo se llamaba, pero su rostro estaba grabado en su memoria: un faro de valor cuando estaba a punto de rendirse.

Guardó la imagen en lo más profundo de su corazón, donde permaneció intacta y conmovedora, como testimonio de la bondad de una desconocida que se había convertido en su ángel de la guarda en los oscuros callejones del destino y a la que nunca pudo olvidar.

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Capítulo 7: Un hombre poderoso.

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