Despidiéndose de mi amor -
Capítulo 134
Capítulo 0134
Ante las miradas sorprendidas de los demás, Julio se dirigió
directamente hacia la puerta. Al pasar junto a Federico, detuvo en ese momento sus pasos.
-¿Qué te dijo ella hace un momento?
Federico le transmitió honestamente las palabras de Silvia. Julio no le preguntó más, se fue con rapidez,
No pasó mucho tiempo después de su partida que uno de los amigos presentes le informó a Natalia sobre el asunto de Marina.
Natalia estaba ocupada lidiando con la opinión pública en línea, suprindo las tendencias de búsqueda. De repente, escuchó que estaba intentando de seducir a Julio, y sus ojos se llenaron
Gracias por informármelo.
Natalia hizo una llamada de inmediato:
-Dale a una mujer llamada Marina en el club Sol una fuerte lección.
¿Cómo se atrevía cualquiera a competir con ella por Julio? La Natalia actual no era la misma niña pobre y tonta de antes; ahora era una gran estrella y naturalmente tenía sus sutiles trucos.
En la villa Oasis.
Cuando Julio regresó, las luces de la sala de estar estaban totalmente apagadas. Después de encender las luces, no estaba seguro si Silvia había regresado hasta que vio las cosas que ella había comprado sobre la mesa.
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Se acercó de inmediato y echó un ligero vistazo a los tres paquetes en la mesa de centro, que contenían algunas prendas de vestir. Julio no pudo evitar echar otro vistazo y se dio cuenta al instante de que eran prendas masculinas. Su mirada se estrech un poco.
Subió las escaleras y vio que la puerta del dormitorio de Silvia estaba entreabierta, dejando pasar un poco de luz. Levantó la mano y empujó suavemente la puerta, encontrándose con Silvia vestida con un ligero y claro vestido largo, sentada cómodamente en el sofá del balcón, mirando hacia la luna afuera con la mirada vacía. En ese momento, tenía una expresión que realmente Julio no podía comprender.
Ella se fundía por completo con la oscuridad de la noche, como una pintura. Julio la miraba absorto, sin poder apartar siquiera la mirada. Silvia giró la cabeza hacia él, con un leve enrojecimiento en los ojos. Just ando Julio pensaba que ella lo interrogaría como antes, la
aordinariamente tranquila.
Fui al club Sol y vi que ni tú ni tus amigos querían que entrara, así que mejor volví sola -le dijo Silvia, poniéndose de pie en ese momento y acercándose a él descalza.
-Estoy un poco cansada y quiero descansar. Si no tienes nada más que decirme, ¿podrías salir?
Pero Julio no se fue, mirándola profundamente con su rostro sereno:
-¿Realmente solo fuiste a comprar hoy?
Si solo hubiera ido al centro comercial, los guardaespaldas no la habrían perdido de vista. Silvia sabía que él en verdad no le creería.
-Agradezco que hayas aceptado el acuerdo. Compré ropa para ti de
paso.
Julio no esperaba que ella fuera a comprarle justamente ropa
ra él.
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A pesar de que la lógica le decía que Silvia le estaba mintiendo, al enfrentar su delicada mirada, Julio sofocó sus dudas. Después de un breve silencio en la habitación, Julio añadió:
-No tomes en serio lo que escuchaste en el club.
Era la primera vez que le decía palabras de consuelo. Sin embargo, Silvia con estas palabras no se sintió mejor. Sus dedos se apretaron ligeramente, luego forzó una sonrisa amarga.
-Sí, lo sé. Ya estoy acostumbrada.
Ya estaba acostumbrada...
Julio sintió un fuerte nudo en la garganta. Quiso explicárselo, pero en realidad no pudo encontrar las palabras adecuadas. Silvia pa muy despreocupada:
cupes por eso, me aseguraré muy bien de devolverte el ntes posible. Todo estará bien cuando resuelvas tus
mas emocionales.
lio no sabía cómo se había ido de allí.
Al regresar a su habitación, se sintió
especialmente incómodo. Ese malestar no era por culpa, sino por la fría actitud de Silvia. Ella parecía tan indiferente, tan diferente a antes. Cuando amas a alguien, puedes notarlo de inmediato; cuando ya no lo amas, también puedes
notarlo.
Julio no pudo conciliar el sueño. Se sentó en el balcón, sin darse
cuenta de que miraba hacia la
habitación de Silvia. Antes, nuncan Antes, nunca habría imaginado que la relación entre ellos llegaría a ese punto tan
crucial, con una pared de por medio.
Silvia tampoco podía dormir. A pesar de ser verano, se envolvió una manta para dormir. Cada vez que cerraba los ojos,
escuchaba las
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feas burlas en su mente.
La pequeña sorda...
Se tocó el oído y sintió un líquido
cálido. Después de limpiar la sangre
delicadamente con
on un pañuelo y
tomar un poco de mèdicina, se
acurruco para dormir con los
peluches que le habían dejado Juan y Oscar. Julio mantuvo su promesa de
no aparecer esa noche.
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