La Traición Silvia G. Rivero novela completa -
Capítulo 31
Capítulo 31
Pablo respondió de inmediato: “La secretaria de la Vega está en tu oficina, lleva ya media hora,”
Enzo sintió como si algo pesado hubiera golpeado su pecho. Su voz se tornó más grave: “Cancela el resto de
las reuniones.”
Dicho eso, avanzo rápidamente hacia su oficina con sus largas piernas. Al abrir la puerta de la oficina, lo primero que vio fue una silueta familiar frente a la ventana. La chica vestía de manera sencilla, con una camiseta negra y una falda corta de color verde oscuro. Su cabello estaba recogido de manera desenfadada en un moño. Dejaba al descubierto un cuello blanco y delicado.
Sus largas y esbeltas piernas brillaban por su blancura. Con solo echar un vistazo, Enzo sintió un fuego en su interior. Pero reprimió las emociones que surgian de lo más profundo. Se acercó a Ainhoa con aire despreocupado. Su voz era profunda y magnética al preguntar.
“¿Ya lo has pensado?”
Ainhoa giró lentamente, mirando a Enzo con indiferencia. Su delicado rostro parecía tener huellas de lágrimas secas. Sus ojos almendrados todavia conservaban un brillo acuoso. Pero todo su ser emanaba la determinación de quien se dirige a su propio martirlo.
Los labios de Ainhoa temblaban sin cesar, lo llamó suavemente y con voz ronca, dijo: “Enzo, deja a mi padre en paz”
Unas pocas palabras que contenian demasiado. Ella sabía muy bien lo que significaba dar ese paso. Pronto se convertiría en el tipo de persona que más detestaba, dispuesta a vender su cuerpo por un propósito. También sabia que ella y Enzo nunca podrían volver al pasado. La brecha entre ellos probablemente nunca se llenaria
en la vida..
Una sonrisa se dibujo en los labios de Enzo, sus manos definidas cubrieron los labios pálidos de Ainhoa. Su voz estaba cargada de un deseo irrefrenable.
“Si te portas bien de ahora en adelante, me aseguraré de que la familia de la Vega esté a salvo. Aseguró Enzo. Hablaba mientras besaba sus labios. Hacia mucho que no estaban juntos, y el más minimo contacto despertaba un intenso deseo en él. Sus manos ásperas acariciaban suavemente su cintura delicada.
Ainhoa tembló. Involuntariamente retrocedió un paso, mirándolo sin expresión.
“Mi padre está enfermo, no puede estar mucho tiempo en la cárcel, permite que salga pronto.” Le pidió a Enzo. Enzo se acercó un paso más, la abrazó y sostuvo su cara con ambas manos, murmurando con voz ronca: “Bien, en unos dias estará en casa.”
Luego continuaron dejando algunos puntos en claro: “Mi padre ha invertido mucho en ese proyecto, no permitas que lo dejen fuera.”
“Bien.”
“No seré la otra, me iré antes de que te comprometas con alguien.”
“¿Hay algo más? Dilo todo ahora para que no te arrepientas después.”
“Quiero volver a trabajar en la empresa, con el mismo puesto.”
Enzo soltó una risa suave, sus labios húmedos y calientes rozaron suavemente su oreja. Su voz sonaba como si tuviera arena caliente en la garganta, áspera y ronca.
“Lo que pidas te lo concederé, no es hora de que yo pida?” Le dijo.
Ainhoa dejó de hablar, bajando la mirada en espera de la tormenta que se avecinaba. Una mano ardiente se deslizó a lo largo de su cintura, subiendo hasta un punto critico antes de detenerse repentinamente.
Lapora
La voz fría de Enzo resonó en su oído: “Ainhoa, abortaste a mi hijo, ¿crees que te dejaré volver a mi lado tan fácilmente?”
Ainhoa abrió los ojos de golpe, algo desconcertada al mirar a Enzo. Pero lo que vio fue un par de ojos helados, carentes de cualquier deseo. Resultaba que toda su pasión había sido fingida. El propósito era hacerla revelar sus limites. Los labios de Ainhoa se curvaron friamente.
Capitulo 32
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