Mi Salvador el Sen or Wilson ( Amelia Suarez ) -
Capítulo 8
Capítulo 8
“¡Hermano…. Horacio también estaba asustado, pero al mismo tiempo sorprendido. Wilson siempre odió que los extraños se le acercaran, pero ese día estaba actuando de manera muy inusual.
“Lo siento, hermano, Carolina tuvo un accidente y necesita un trasplante de riñón. Ella me debe un favor, y para evitar que haga alguna travesura, la traje a casa por unos dias”, se apresuró a explicar Horacio Wilson no dijo nada, siempre había preferido no involucrarse en los asuntos ajenos, especialmente en los de Horacio.
“Niño, apartate ya!”. Al ver que Wilson permaneció callado, Horacio extendió su mano para apartar a Lázaro.
Pero Lázaro se aferró a la pierna de Wilson y lo abrazó con fuerza como un pequeño koala.
A pesar de su corta edad, Lázaro ya sabía leer la situación.
Se dio cuenta de que Horacio era una mala persona y alguien que maltrataba a su madre. Pero ese hombre malo temía al hombre que él estaba abrazando.
Aparte del pánico, Amelia también sintió miedo, su hijo era sólo un niño de cinco años…
“Lázaro, mamá te llevará con papá, ¿está bien?”, le susurró Amelia en voz baja.
“¡Entonces encuentra a ese hombre rápidamente y haz que se lleve a este niño salvaje!”. Horacio contuvo su enojo, no podía despegar a Lázaro de Wilson.
Wilson miró al pequeño, quien lloraba y se limpiaba las lágrimas y mocos en su pantalón, pero lejos de enojarse, casi se le escapó una sonrisa.
Un niño de cinco años…
“¿Eres mi papá? ¿Quieres ser mi papá y proteger a mi mamá?”. Lázaro levantó la mirada y preguntó con inocencia.
El rostro de Horacio se oscureció aún más. ¿Cómo podría creer que un niño de cinco años pudiera decir algo así? Seguro que Amelia se lo enseñó.
“Lázaro…”. Amelia se estaba ahogando en lágrimas, intentó calmar a Lázaro. “Obedece, él no es tu padre”.
Lázaro se sintió decepcionado al ver que el hombre no respondió a su pregunta y poco a poco soltó su abrazo. Capítulo 8
“¡Hermano…. Horacio también estaba asustado, pero al mismo tiempo sorprendido. Wilson siempre odió que los extraños se le acercaran, pero ese día estaba actuando de manera muy inusual.
“Lo siento, hermano, Carolina tuvo un accidente y necesita un trasplante de riñón. Ella me debe un favor, y para evitar que haga alguna travesura, la traje a casa por unos dias”, se apresuró a explicar Horacio Wilson no dijo nada, siempre había preferido no involucrarse en los asuntos ajenos, especialmente en los de Horacio.
“Niño, apartate ya!”. Al ver que Wilson permaneció callado, Horacio extendió su mano para apartar a Lázaro.
Pero Lázaro se aferró a la pierna de Wilson y lo abrazó con fuerza como un pequeño koala.
A pesar de su corta edad, Lázaro ya sabía leer la situación.
Se dio cuenta de que Horacio era una mala persona y alguien que maltrataba a su madre. Pero ese hombre malo temía al hombre que él estaba abrazando.
Aparte del pánico, Amelia también sintió miedo, su hijo era sólo un niño de cinco años…
“Lázaro, mamá te llevará con papá, ¿está bien?”, le susurró Amelia en voz baja.
“¡Entonces encuentra a ese hombre rápidamente y haz que se lleve a este niño salvaje!”. Horacio contuvo su enojo, no podía despegar a Lázaro de Wilson.
Wilson miró al pequeño, quien lloraba y se limpiaba las lágrimas y mocos en su pantalón, pero lejos de enojarse, casi se le escapó una sonrisa.
Un niño de cinco años…
“¿Eres mi papá? ¿Quieres ser mi papá y proteger a mi mamá?”. Lázaro levantó la mirada y preguntó con inocencia.
El rostro de Horacio se oscureció aún más. ¿Cómo podría creer que un niño de cinco años pudiera decir algo así? Seguro que Amelia se lo enseñó.
“Lázaro…”. Amelia se estaba ahogando en lágrimas, intentó calmar a Lázaro. “Obedece, él no es tu padre”.
Lázaro se sintió decepcionado al ver que el hombre no respondió a su pregunta y poco a poco soltó su abrazo.
Al ver que Horacio se llevó a Lázaro y Amelia al patio trasero, Wilson no dijo nada, sólo bajó la mirada a sus pantalones manchados.
“Señor Gallego…”, el asistente corrió hacia él nerviosamente y le ofreció ropa limpia para cambiarse. “Vaya a lavarse y póngase algo limpio, yo me desharé de estos pantalones”.
El asistente conocía bien a Wilson, lo que no estaba limpio tenía que ser descartado.
“No es necesario”, dijo Wilson con indiferencia y se marchó.
El asistente inhaló una bocanada de aire frío, ¿no era necesario?
El corazón del señor Gallego era un misterio tan profundo como el océano.
Ya en el auto, Wilson miró pensativo por la ventana mientras sus dedos largos y atractivos
tamborileaban levemente. “Fausto, han pasado seis años. ¿Todavía no hemos encontrado a la persona que estoy buscando?”.
El asistente apretó con nerviosismo el volante. Señor Gallego, aquel día en el hotel… las cámaras estaban dañadas, no captaron nada. Después de que usted se fue no me permitió investigar de inmediato…”.
Los ojos de Wilson se oscurecieron un poco. ¿Es culpa mía?”.
“No, señor Gallego, no quise decir eso. Es que después de tantos años, es difícil investigar”, pensó Fausto. Si encontraran a esa mujer, con el temperamento de Wilson, seguramente no le esperaría nada bueno.
Fausto había estado con Wilson durante siete años y lo conocía mejor que nadie. Wilson era una persona con una obsesión por la limpieza mental. Las mujeres que intentaban acostarse a él nunca terminaban bien.
¡Y hace seis años, una mujer había conseguido llevarse al intocable señor Gallego a la cama!
Por esa razón, varios altos ejecutivos de Grupo Gallego habían sido implicados injustamente, y hubo una gran purga interna en el grupo. Después de todo, no había muchos que pudieran tramar algo contra Wilson.
Al principio, Wilson no tenía intención de buscar a esa mujer. Pensó que era sólo una táctica de sus enemigos y que la mujer saldría a la luz en unos días con sus demandas.
Pero pasó un año, luego dos, y no hubo ninguna señal.
Eso hizo que Wilson perdiera la paciencia.
A tres años de la desaparición de aquella mujer, Wilson ordenó a su asistente iniciar una investigación, pero el tiempo había pasado y las pistas eran escasas. Fausto incluso empezó a sospechar si Wilson había bebido un trago adulterado aquella noche y todo había sido un sueño.
“¿Zacarías sigue sin hablar?”. La voz de Wilson se tornó cada vez más gélida.
“Admitió haber puesto algo indebido en su copa esa noche, pero niega haber llevado una mujer a su habitación”. El asistente se sentía impotente, Zacarías era un alto ejecutivo del Grupo Gallego y, por alguna razón, había osado tenderle una trampa a Wilson.
Wilson se frotó el entrecejo y cerró los ojos cansadamente. “Continúa buscando”.
No entendía por qué estaba tan obsesionado con encontrar a esa mujer, ¿acaso era para castigarla o había algo más?
Sin darse cuenta, empezó a soñar frecuentemente con los eventos de aquella noche.
“No me toques… te lo suplico, no me toques”.
“Te daré dinero, mucho dinero… por favor, déjame en paz”.
Sólo recordaba que la mujer lloraba y suplicaba.
Wilson tenía que admitir que en esa noche, no fue sólo debido al efecto del alcohol que había sentido un deseo irrefrenable por ella.
La habitación estaba a oscuras, ni siquiera pudo ver el rostro de la mujer, pero su esencia era como una tentación mortal.
“¡Para el auto!”. De repente, Wilson abrió los ojos y su voz resonó con firmeza.
10.
Capitulo 8
Amelia…
No sabía si era su imaginación, pero la voz de Amella y el suave perfume que emanaba de ella le recordaban enormemente a la mujer de aquella noche.
Al ver que Horacio se llevó a Lázaro y Amelia al patio trasero, Wilson no dijo nada, sólo bajó la mirada a sus pantalones manchados.
“Señor Gallego…”, el asistente corrió hacia él nerviosamente y le ofreció ropa limpia para cambiarse. “Vaya a lavarse y póngase algo limpio, yo me desharé de estos pantalones”.
El asistente conocía bien a Wilson, lo que no estaba limpio tenía que ser descartado.
“No es necesario”, dijo Wilson con indiferencia y se marchó.
El asistente inhaló una bocanada de aire frío, ¿no era necesario?
El corazón del señor Gallego era un misterio tan profundo como el océano.
Ya en el auto, Wilson miró pensativo por la ventana mientras sus dedos largos y atractivos
tamborileaban levemente. “Fausto, han pasado seis años. ¿Todavía no hemos encontrado a la persona que estoy buscando?”.
El asistente apretó con nerviosismo el volante. Señor Gallego, aquel día en el hotel… las cámaras estaban dañadas, no captaron nada. Después de que usted se fue no me permitió investigar de inmediato…”.
Los ojos de Wilson se oscurecieron un poco. ¿Es culpa mía?”.
“No, señor Gallego, no quise decir eso. Es que después de tantos años, es difícil investigar”, pensó Fausto. Si encontraran a esa mujer, con el temperamento de Wilson, seguramente no le esperaría nada bueno.
Fausto había estado con Wilson durante siete años y lo conocía mejor que nadie. Wilson era una persona con una obsesión por la limpieza mental. Las mujeres que intentaban acostarse a él nunca terminaban bien.
¡Y hace seis años, una mujer había conseguido llevarse al intocable señor Gallego a la cama!
Por esa razón, varios altos ejecutivos de Grupo Gallego habían sido implicados injustamente, y hubo una gran purga interna en el grupo. Después de todo, no había muchos que pudieran tramar algo contra Wilson.
Al principio, Wilson no tenía intención de buscar a esa mujer. Pensó que era sólo una táctica de sus enemigos y que la mujer saldría a la luz en unos días con sus demandas.
Pero pasó un año, luego dos, y no hubo ninguna señal.
Eso hizo que Wilson perdiera la paciencia.
A tres años de la desaparición de aquella mujer, Wilson ordenó a su asistente iniciar una investigación, pero el tiempo había pasado y las pistas eran escasas. Fausto incluso empezó a sospechar si Wilson había bebido un trago adulterado aquella noche y todo había sido un sueño.
“¿Zacarías sigue sin hablar?”. La voz de Wilson se tornó cada vez más gélida.
“Admitió haber puesto algo indebido en su copa esa noche, pero niega haber llevado una mujer a su habitación”. El asistente se sentía impotente, Zacarías era un alto ejecutivo del Grupo Gallego y, por alguna razón, había osado tenderle una trampa a Wilson.
Wilson se frotó el entrecejo y cerró los ojos cansadamente. “Continúa buscando”.
No entendía por qué estaba tan obsesionado con encontrar a esa mujer, ¿acaso era para castigarla o había algo más?
Sin darse cuenta, empezó a soñar frecuentemente con los eventos de aquella noche.
“No me toques… te lo suplico, no me toques”.
“Te daré dinero, mucho dinero… por favor, déjame en paz”.
Sólo recordaba que la mujer lloraba y suplicaba.
Wilson tenía que admitir que en esa noche, no fue sólo debido al efecto del alcohol que había sentido un deseo irrefrenable por ella.
La habitación estaba a oscuras, ni siquiera pudo ver el rostro de la mujer, pero su esencia era como una tentación mortal.
“¡Para el auto!”. De repente, Wilson abrió los ojos y su voz resonó con firmeza.
10.
Capitulo 8
Amelia…
No sabía si era su imaginación, pero la voz de Amella y el suave perfume que emanaba de ella le recordaban enormemente a la mujer de aquella noche.
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