Ya habían pasado casi cuatro meses desde la petrificación del Hufflepuff y el fantasma de Gyrfreplaceor, y parecía que todo el mundo creía que el agresor, quienquiera que fuese, se había retirado, afortunadamente.

Durante las vacaciones de Semana Santa, los de segundo tuvieron algo nuevo en que pensar. El momento de escoger optativas para el siguiente curso, había llegado. Hermione estaba muy nerviosa con el tema, pero la mayoría de los Slytherin ya estaban seguros de que elegir.

Finalmente, Hermione no siguió el consejo de nadie y escogió todas las optativas. Theo y Lily escogieron Cuidado de Criaturas Mágicas, Adivinación (por insistencia de Theo) y Aritmancia.

Aquel sábado, a Gryfreplaceor le tocaba jugar partido de quidditch contra Hufflepuff. Marcus estaba de muy buen humor al soñar con una victoria aplastante. Lilly abandonó el Gran Comedor con Theo y Hermione, quien se les unió con una sonrisa, para ir a recoger su equipo. A penas puso un pie en la escalera de mármol, se detuvo escuchando aquella voz:

—Matar esta vez...Déjame desgarrar...Despedazar...

—La voz.—susurró Lily mirando hacia todas partes.— La escuché de nuevo.

Hermione se llevó una mano a la frente.

—¡Lily, creo que acabo de comprender algo! ¡Tengo que ir a la biblioteca!—exclamó y se fue corriendo por las escaleras.

—¿Qué comprendió?—pregunto Lily.

—Ni idea, pero debe ser importante. Siempre te acompaña a prepararte para los partidos que no son contra su casa.—respondió Theo.— Será mejor continuar, son casi las once..., el partido.

Lily llegó hasta los dormitorios, tomó su Nimbus 2.000 y se mezcló con la gente que se dirigía al campo de juego. Se sentía ansiosa, como si algo malo fuera a pasar y no podía dejar de pensar en aquella voz.

Los equipos saltaron al campo de juego en medio del clamor del público. La señora Hooch sacó las bolas y los Hufflepuff se reunieron para repasar la táctica en el último minuto. Lily acababa de montarse en la escoba cuando McGonagall llegó corriendo al campo, llevando consigo un megáfono purpura.

—El partido acaba de ser suspendido.—gritó por el megáfono. Los equipos bajaron y la audiencia rompió en murmullos y quejas.— Todos los estudiantes tienen que volver a sus respectivas salas comunes, donde les informarán los jefes de sus casas. ¡Vayan lo más deprisa que puedan, por favor!

Luego bajó el megáfono e hizo una seña a Lily para que se acercará.

—Potter, creo que será mejor que vengas conmigo. —miró al equipo de Slytherin tras ella y vio a Theo— Sí, quizá sea mejor que tú también vengas, Nott.

Ambos se miraron confundidos, se despidieron de su equipo con un asentimiento de cabeza y siguieron a McGonagall. Al llegar al castillo, subieron con ella la escalera de mármol.

—Esto les resultará un poco sorprendente.— dijo McGonagall con voz amable cuando se acercaban a la enfermería.— Ha habido otro ataque...Un ataque doble.

A Lily le dio un brinco al corazón y tomó la mano de Theo con fuerza. McGonagall abrió la puerta y entraron a la enfermería. La señora Pomfrey atendía a una muchacha de quinto curso con el pelo largo y rizado, y en la cama de al lado estaba Hermione. Yacía completamente inmóvil, con los ojos abiertos y vidriosos.

Lily dio un paso atrás, con el corazón roto y Theo tuvo que sujetarla porque sus piernas temblaban. Ambos estaban realmente pálidos, asustados.

—Las encontraron junto a la biblioteca.—dijo McGonagall.— Supongo que no pueden explicarlo. Esto estaba en el suelo, junto a ellas...

Levanto un pequeño espejo redondo y ambos negaron con la cabeza.

—Será mejor que vuelvan a las mazmorras, el profesor Snape ya debe estarlos esperando.—dijo McGonagall con pesar.

Para cuando llegaron a su sala común, Snape ya los esperaba. Todos vieron entrar a Theo y Lily, pálidos como la nieve, pero Lily parecía que en cualquier momento colapsaría.

—Todos los alumnos estarán de vuelta en sus respectivas salas comunes a las seis en punto de la tarde. Ningún alumno podrá dejar los dormitorios después de esa hora. Un profesor los acompañará siempre al aula. Ningún alumno podrá entrar en los servicios sin ir acompañado por un profesor. Se posponen todos los partidos y entrenamientos de quidditch. No habrá más actividades extraescolares. Es probable que se cierre el colegio si no se captura al agresor. Si alguno de ustedes sabe de alguien que pueda tener una pista, infórmelo.

»Por otra parte, han caído dos alumnos de Gryfreplaceor sin contar a su fantasma, un Hufflepuff y una Ravenclaw, creo que no hace falta añadir que los Slytherin estamos en la mira de todo el colegio. No se separen, protejan a las mujeres y niños y manténganse unidos.

Todos asintieron con firmeza a las palabras de Snape y después de que este se fuera, no sin antes preguntarle a Lily si quería una poción calmante y que esta se negara, se fueron a sus habitaciones.

Lily tomó a Theo de la manga y lo acercó a el.

—Hagrid estudió aquí hace 50 años, ¿cierto?—pregunto Lily.

—Es probable, ¿porqué?—respondió Theo.

—Porqué la cámara fue abierta hace cincuenta años y que casualidad que Hagrid fue expulsado precisamente en esa época.

—¿Insinúas que Hagrid esta detrás de los ataques?—cuestionó Theo, escéptico.

—No es capaz.—admitió Lily.— pero si fue un Slytherin quien lo hizo, es obvio que buscaría a quien inculpar y que mejor que un semi gigante amante de criaturas peligrosas..— Theo abrió grande los ojos, comprendiendo.

—Creo que es momento de darle uso a la capa de tu padre.

Fueron a la cama a la hora habitual, esperaron a que sus respectivos compañeros se durmieran y entonces se levantaron, volvieron a vestirse, se encontraron en la sala común y se cubrieron con la capa.

El recorrido por los corredores oscuros del castillo no fue agradable. Cuando finalmente alcanzaron la puerta principal de roble y la abrieron con cuidado, suspiraron aliviados. Avanzaron con rapidez, guiándose por la luz de las ventanas de la cabaña de Hagrid y no se quitaron la capa hasta que estuvieron frente a la puerta. Unos segundos después de llamar, Hagrid les abrió. Les apuntaba con una ballesta y Fang ladraba furiosamente detrás de él.

—¡Ah!—dijo bajando el arma.— ¿Qué hacen los dos aquí?

—¿Porqué tienes una ballesta?—pregunto Lily entrando junto a Theo.

—Nada, nada...—susurró Hagrid.— Estaba esperando...No importa...siéntense, prepararé té.

—¿Estas bien, Hagrid?—pregunto Theo al verlo tan nervioso.— ¿Has escuchado lo de Hermione?

—¡Ah, sí, claro que lo he oído!—dijo con voz entrecortada.

Miró por la ventana, nervioso. Les sirvió sendas jarritas llenas sólo de agua hirviendo, se le había olvidado poner las bolsitas de té. Cuando les estaba poniendo en un plato un trozo de pastel de frutas, aporrearon la puerta.

Se le cayo el pastel. Lily y Theo intercambiaron miradas y se echaron encima la capa, retirándose a un rincón oculto. Tras asegurarse de que no se les veía, Hagrid cogió la ballesta y fue a abrir la puerta.

—Buenas noches, Hagrid.

Era Dumbledore. Entró, muy serio, seguido de otro individuo. Este era más bajo y corpulento, con el pelo gris y expresión nerviosa. Llevaba un traje de raya diplomática, corbata roja, capa negra larga y botas púrpura acabadas en punta.

—Es el ministro de magia, Cornelius Fudge.—susurró Theo.

Hadrig, pálido y sudoroso, se dejó caer abatido en una de las sillas y miro a ambos hombres.

—¡Feo asunto, Hagrid!—dijo Fudge.— Muy feo. He tenido que venir. Cuatro ataques contra hijos de muggles. El ministerio tiene que intervenir.

—Yo nunca...—Hagrido miro a Dumbledore.— Usted sabe que yo nunca, profesor Dumbledore, señor...

—Quiero que quede claro, Cornelius, que Hagrid cuenta con mi plena confianza.—dijo Dumbledore mirando a Fudge con el ceño fruncido.

—Mira, Albus.— dijo incomodo.— Hagrid tiene antecedentes. El Ministerio tiene que hacer algo...El consejo escolar se ha puesto en contacto...

—Aún así, Cornelius, insisto en que echar a Hagrid no solucionará nada.

—Míralo desde mi punto de vista. Me están presionando. Tengo que acreditar que hacemos algo. Si se demuestra que no fue Hagrid, regresará y no habrá más que decir. Pero tengo que llevármelo. Tengo que hacerlo. Si no, no estaría cumpliendo con mi deber..

—¿Llevarme?— Hagrid tembló— ¿Llevarme a dónde?

—Solo por poco tiempo.—dijo Fudge evitando sus ojos.— No se trata de un castigo, Hagrid, sino más bien de una precaución. Si atrapamos al culpable, a usted se le dejará salir con una disculpa en toda la regla.

—¿No será a Azkaban?—pregunto Hagrid con voz ronca.

Antes de que Fudge respondieran, llamaron con fuerza a la puerta. Lily enarcó una ceja al ver entrar a Lucius Malfoy con paso decidido y una gélida sonrisa de satisfacción. Fang se puso a aullar.

—¡Ah, ya está aquí, Fudge!—dijo complacido— Bien, bien...

—¿Qué hace usted aquí? ¡Salga de mi casa!—dijo Hagrid furioso.

—Créame, buen hombre, que no me produce ningún placer entrar en esta...¿la ha llamado casa?—repuso con desprecio.— Simplemente, he ido al colegio y me han dicho que el director estaba aquí,

—¿Y qué es lo que quiere de mí, exactamente, Lucius?— Dumbledore hablaba cortes, pero tenía los ojos inyectados de furia.

—Es lamentable, Dumbledore.—dijo perezosamente sacando un rollo de pergamino.— pero el consejo escolar ha pensado que es hora de que usted abandone. Aquí traigo una orden de cese, y aquí están las doce firmas. Me temo que este asunto se le ha ido de las manos. ¿Cuántos ataques ha habido ya? Otros dos esta tarde, ¿no es cierto? A este ritmo no quedarán en Hogwarts alumnos de familia muggle, y todos sabemos el gran perjuicio que ello supondría al colegio.

—¿Qué? ¡Vaya, Lucius!—dijo Fudge, alarmado.— Dumbledore cesado...No, no...lo ultimo que quería, precisamente ahora...

—El nombramiento y el cese del director son competencia del consejo escolar, Fudge.—dijo Lucius con suavidad.— Y como Dumbledore no ha logrado detener las agresiones...

—Pero, Lucius, si Dumbledore no ha logrado detenerlas...¿Quién va a poder?

—Ya se verá—respondió Lucius con una desagradable sonrisa.— Pero como los doce hemos votado...

Hagrid se levantó de un salto.

—¿Y a cuantos ha tenido que amenazar y chantajear para que accedieran, eh, Malfoy?

—Muchacho, muchacho, por Dios, este temperamento suyo le dará un disgusto un día de estos.—dijo Lucius.— Me permito aconsejarle que no grite de esta manera a los carceleros de Azkaban. No creo que se lo tomen a bien.

—¡Puede quitar a Dumbledore!—chilló Hagrid.— ¡Lléveselo y los alumnos de familia muggle no tendrán ni una oportunidad! ¡Y habrá más asesinatos!

—Cálmate, Hagrid.—dijo Dumbledore bruscamente y se dirigió a Lucius.— Si el consejo escolar quiere mi renuncia, Lucius, me iré.

—Pero...—tartamudeo Fudge.

—¡No!—grito Hagrid.

—Sin embargo.—continuó Dumbledore.— solo abandonare de verdad el colegio cuando no me quede nadie fiel. Y Hogwarts siempre ayudara al que lo pida.

Por un instante, Lily se convenció de que Dumbledore les había guiñado un ojo, mirando el rincón donde Theo y ella estaban.

—Admirables sentimientos.— dijo Lucius.— Todos echaremos de menos su personalísima forma de dirigir el centro, Albus, y solo espero que su sucesor consiga evitar los...asesinatos.

Se dirigió con paso decidido a la puerta de la cabaña, la abrió y le indicó a Dumbledore que saliera. Fudge esperaba, nervioso, a que Hagrid pasara delante, pero este no se movió, sino que respiro hondo y dijo pausadamente:

—Si alguien quisiera desentrañar este embrollo, lo único que tendría que hacer es seguir a las arañas. Ellas lo conducirían. Esto es todo lo que tengo que decir.— Fudge lo miró extrañado.— De acuerdo, ya voy.—añadió poniéndose el abrigo de piel de topo y antes de salir, dijo en voz alta:— Y alguien tendrá que darle de comer a Fang mientras estoy fuera.

La puerta se cerro de golpe y ambos se quitaron la capa.

—Menudo lío. —masculló Theo. —No soy fanático de Dumbledore, pero admito que no es la mejor idea destituirlo en este momento.

—Yo estoy más enfada de pensar en quien fue el idiota que acusó a Hagrid de esto.—dijo Lily.— No creí que mi teoría de que fue en el mismo año que Hagrid estudió fuera cierta y mucho menos creí que habrían inculpado a Hagrid, pero por dios, ¿Hagrid, el heredero de Slytherin? ¡Es un semigigante! Sería estúpido que el fuera quien purgara el colegio.

—Ni que decirte, mi padre y abuelo siguieron a un mestizo con aires de grandeza y pensamientos puristas.—Theo se encogió de hombros y ambos suspiraron.

—¿Ahora qué? ¿Se supone que debemos resolver este enigma? —cuestionó Lily, golpeando la mesa.— ¡Maldición! Si Hermione no estuviera petrificada ni siquiera me metería en este problema.

—Pero lo esta y ya que ya empezamos con esto, será mejor terminarlo.—dijo Theo.—Habrá que seguir a las arañas.

—Primero investiguemos un poco más. Después veremos que hacer.—suspiró Lily.

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