Suavidad, menta y bosque. Su subconsciente intentaba despertar por completo, pero por el momento, aquello era lo único que Lily podía sentir, escuchar y oler. Era una parálisis de sueño, esa extraña afección donde uno no puede moverse ni hablar, ya fuera cuando apenas te quedabas dormido o al despertar. Esa extraña afección donde estas dormido pero completamente consciente de lo que ocurre a tu alrededor.

Sabía perfectamente que se trataba de una parálisis de sueño, sufría de ese padecimiento desde que había escapado de Hogwarts hace casi dos años. No había sido de inmediato, por supuesto, pero comenzaron tres meses después de escapar, justo cuando se enteró de la muerte de Albus Dumbledore. Desde entonces, casi nunca dormía del todo, pues solía estar más que consciente por si llegaban a atacarlos.

Cosa que en realidad era estúpido, pues durante una parálisis de sueño era casi imposible salirse de dicha parálisis.

Inhalo profundo, llenando sus pulmones de aquel delicioso aroma. Minutos después, fue capaz de abrir lentamente los ojos. Lo primero que vio fue borrosamente una pared blanca, parpadeó un par de veces, inhalo profundo nuevamente y con el cuerpo entumecido se incorporó lentamente, escuchando en el proceso como los huesos de su espalda tronaban.

Llevaba días durmiendo en el catre de la casa de campaña, claramente su espalda resentía y agradecía en partes iguales que hubiera descansado en aquella mullida cama bajo ella.

Miró a su alrededor. La habitación era grande, amplia, espaciosa. Era una habitación de al menos 80 metros cuadrados, en promedio. Tenía paredes blancas con decoraciones en color negro. La cama era gigantesca de más de cuatro plazas, con sabanas blancas y almohadas negras. La cabecera y cortinas eran negras con detalles en negro. En el techo había un enorme y majestuoso candelabro de cristal.

Frente a la cama, en medio de la habitación, había una pequeña salita de muebles antiguos pero sumamente elegantes, alumbrados por el ventanal que había a su izquierda. Miró a su costado izquierdo, donde un buró y una silla descansaban junto a ella.

Un estremecimiento la recorrió y tensó su espalda. Cerró los ojos ante el presentimiento que sentía y giró el rostro hacía el lado lado derecho con lentitud. Su respiración se volvió errática, pero intento mantener el rostro estoico.

Ahí, en la silla que había del lado derecho, bastante más alejado de la cama a comparación de la otra silla, estaba sentado Draco Malfoy.

Sus ojos verdes chocaron inmediatamente con los ojos grises de Draco. Su corazón latía furiosamente y sintió sus manos temblar, pero se aferró con fuerza a la sabana y enderezó su espalda en un intento de no demostrar el revoltijo de emociones que sentía en aquel momento. Endureció sus facciones e incluso se permitió fruncir un poco el ceño.

Ninguno de los dos cedió en su guerra de miradas, pero aún así ella se permitió el analizarlo visualmente. Estaba más...grande, que antes. Por no decir que estaba más fornido, musculoso. Atrás había dejado a aquel Draco Malfoy del colegio que era delgado y de brazos fuertes, dando paso a este hombre más alto, de mayor musculatura y mucha más fuerza.

Vestía un pantalón negro, una camisa blanca arremangada con los dos primeros botones abiertos. Tenía abierta una túnica verde oscuro que permitía ver su ropa. Se levantó de su asiento, permitiendo así que Lily contemplara que había crecido al menos diez centímetros más desde que no se veían, lo que le hacía estimar que su estatura rondaba el metro noventa.

Draco caminó hacia ella sin apartar la mirada de sus ojos verdes. Ella apretó la sabana entre sus manos aún más y no pudo evitar estremecerse al sentir como la magia de Draco recorría la habitación. Su magia era muchísimo más oscura de lo que recordaba, y más pesada y abrumadora, tanto que no pudo evitar que un destello de terror inundara sus ojos.

—No me mires así.—dijo Draco. Su voz, grave e hipnotizante, resonó en la habitación. Al menos eso no había cambiado en el.—Sabes perfectamente que jamás sería capaz de hacerte daño.

—Hace mucho que no se realmente de que serías capaz. —replicó Lily, agradecida de que su voz logrará hacerse presente.

—Creo que hay temas más importantes a tratar que no sean tus dudas respecto a mi persona.—dijo Draco con sequedad.

—¿Cómo el hecho de que mataste a casi toda la Orden del Fénix, incluyendo a Dumbledore, así como también quizá a mi padrino?—lo miró con una ceja alzada y el se cruzo de brazos, parado frente a ella.

—Yo creo que más bien como el hecho de que un medimago te examino y tuvo que emplear al menos doce pociones distintas para sanar tu útero debido a que al parecer hace poco más de un año tuviste un aborto y se te realizo un legrado mal elaborado, provocándote una severa enfermedad uterina que, gracias a Merlín, ha sido resuelto. —replicó con frialdad.

Lily empalideció, sin poder evitar cerrar los ojos e inspirar hondo. Mordió su labio inferior e intento hacer acopio de toda su fuerza para controlar el temblor de su cuerpo.

—Respóndeme, Lily.—ordenó Draco con la mirada más seria que ella jamás le hubiera visto. —¿Cuándo tuviste ese aborto? ¿A los cuantos meses?

Ella mantuvo la mirada agachada, intentando evitar que las lágrimas descendieran de sus ojos.

—¡Respóndeme, Lily!

—Octubre del 97.—respondió Lily con voz temblorosa.— Tenía poco más de cinco meses.

—Poco más de cinco meses...—se pasó una mano por el rostro— tu te fuiste de Hogwarts en mayo de ese año, dos semanas antes habíamos dormido juntos...¡ese era también mi bebé, Lily! ¡Debiste habérmelo dicho! ¡Pude haberlos protegido!

—Estaba por hacerlo, pero el mismo día que descubrí que estaba embarazada me enteré que mi ex novio había asesinado a Dumbledore en el mismo colegio.—replicó Lily y lo miró con frialdad.—No tienes derecho a reclamarme nada, ¡¿Crees que quería que mi bebé muriera?! ¡¿Cómo querías protegernos si eras la maldita mano derecha de Voldemort?!

—¡Hubiera encontrado la manera!

—¡Y el nos hubiera encontrado y asesinado! ¡Theo intento protegernos lo más posible! ¡Hermione hacía las mejores medicinas que los pocos recursos! ¡Al final tuve un maldito aborto porque tuvimos un encuentro con Dolohov!

—Lo voy a matar en cuanto lo encuentre.—gruñó.

—Jamás lo harás.—el rostro de Lily ya estaba lleno de lágrimas.— Theo se encargó de eso. Por eso lleva tiempo desaparecido.

Un silencio inundo la habitación. Draco intentaba calmarse mientras que Lily sollozaba silenciosamente, limpiando sus lágrimas a cada momento en un vago intento de que estas dejaran de salir de sus ojos.

Draco miró a la mujer frente a el. No era la misma chica que recordaba. La chica de aquel entonces era seria, tranquila, sarcástica y siempre tenía una sonrisa amable para el mundo. Su cabello rojo e indomable brillaba de vitalidad al igual que sus ojos verdes y sus regordetas mejillas siempre estaban adornadas de un dulce rubor natural propio de su piel.

La chica frente a el, por otra parte, era al menos ocho kilos más delgada, su cabello estaba opacó y descuidado, sus ojos oscuros adornados por profundas ojeras y debido a su delgadez no quedaba nada de sus tiernas mejillas, mucho menos de su rubor debido a la extrema palidez de la chica. Esta chica ni siquiera tenía control de sus emociones.

Draco suspiro. Aún así la veía como el ser más hermoso del mundo.

Se sentó junto a ella en la cama, pero no hizo ademan de tocarla. Sabía que ella no quería que la tocara y el respetaba eso.

Unos minutos después, cuando el llanto de Lily cesó, la chica limpió su rostro y lo miró. Sus ojos verdes, rojizos por el llanto conectaron con los grises de Draco, los cuales no mostraban la frialdad que en un inicio, sino solo una sombra que a Lily se le antojo que fuera preocupación, pero no estaba segura. De entre su túnica, Draco sacó una bolsita de terciopelo que colocó en la mano de Lily y se levantó de la cama.

—Toma un baño, un elfo vendrá a traerte ropa y después vendré por ti. Mientras tanto descansa.

—¿Dónde están Theo y Hermione?—cuestionó Lily.

—Blaise está con ella. No le hará daño. —respondió.

—¿Y Theo?—pregunto rápidamente.— ¿Le has hecho algo?

—Si hablas de si lo dañe porque los vi cómodamente dormidos y abrazados junto al lago, pues no.—respondió con indiferencia.— Sé perfectamente que...bueno, a Theo le van las rubias.—dijo con sorna.—Esta con Luna. Ahora descansa otro rato.

Dicho esto, Draco salió de la habitación. Lily ni siquiera hizo el intento de intentar salir por la puerta, pudo sentir perfectamente cuando Draco selló la puerta con magia. Suspiró pesadamente, no estaba segura de lo que iba a pasar ahora.

Miró la bolsita de terciopelo y con las manos temblorosas la abrió, la volteó liberando el contenido sobre su mano.

Se trataba de un hermoso anillo de oro con un precioso diamante en forma de corazón. Su respiración se volvió errática. Reconocería ese anillo en cualquier parte. Lo había visto toda su vida.

Era el anillo de matrimonio de su difunta abuela, el mismo que su tía Petunia uso todos los días de su vida hasta su fallecimiento.

La última vez que lo había visto, Bellatrix Lestrange, una de las asesinas de su tía, lo portaba en su dedo anular.

—¿Cómo conseguiste esto, Draco?—susurró para sí misma.

Entonces, un plop resonó en la habitación y un elfo apareció en esta. Los ojos de Lily se abrieron con sorpresa, conocía muy bien a aquel elfo.

—¿D-Dobby?

—¡Dobby está feliz de volver a ver a su gran amiga, Lily Potter!

—¡Oh, Dobby!

Con una enorme sonrisa, sintiendo una alegría que no sentía desde hace mucho tiempo, saltó de la cama y corrió a abrazar al elfo, quién vestía colorida y excéntricamente tal y como lo recordaba.

—¿C-Como es que estas aquí, Dobby?—pregunto confundida.—¿Te han capturado?

—¿Capturado? ¡Claro que no! ¡El amo Draco regresó el trabajo a Dobby ahora que la familia Malfoy continuara creciendo gracias a su matrimonio con usted, Lily Potter!—exclamó Dobby alegre y la sonrisa de Lily se borró de su rostro.— Debe comenzar a arreglarse, Lily Potter. Vamos, vamos.

Dobby la tomó de la mano y la arrastró hacia el baño. Dobby se quedó afuera mientras Lily se daba un exhaustivo baño de agua tibia. Al salir, envuelta en una toalla, contempló que Dobby la esperaba pacientemente junto a la cama, donde estaba colocando un precioso, elegante y costoso largo vestido negro con incrustaciones de piedras negras.

Se vistió en el baño y al volver a salir, Dobby, en silencio, le extendió un par de horquillas de oro blanco con incrustaciones de esmeraldas. Las mismas horquillas que había usado desde los once hasta sus diecisiete años. Las mismas horquillas que representaban el cortejo con Malfoy.

—Dobby.—lo llamó suavemente mientras sujetaba su cabello desordenadamente con aquellas horquillas.

—¿Sí, Lily Potter?—Dobby sonrió colocándole unos largos aretes de diamantes negros.

—¿Qué ha...—tragó grueso— Qué ha pasado con Bellatrix, Rodolphus y Rabastan Lestrange? ¿Lo sabes?

—¿Los Lestrange?—Dobby la miró confundido por la pregunta y sonrió.— ¡Muertos, por supuesto! ¡El amo Draco se encargó de ellos!

Y entonces, Lily se sintió aún más confundida.

¿Qué demonios estaba pasando?

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