Contemplándose al espejo con gesto frio, así encontró Draco a Lily cuando fue por ella una hora más tarde. Compartieron una mirada a través del espejo y el hizo un ademán con la cabeza, indicando que lo siguiera.

Lily lo siguió con lentitud. Realmente no tenía más opciones que obedecerlo. No tenía su varita, ni la energía suficiente para realizar hechizos no verbales. Incluso si tuviera la energía para realizarlos, no se atrevería. En este punto, Draco emanaba un aura tan poderosa y atemorizante que hacía que sus antiguos encuentros con Lord Voldemort parecieran un simple enfrentamiento con boggarts.

Salieron de la habitación en silencio. Caminando a la par, Draco ligeramente un poco más adelante, anduvieron a través del extenso, oscuro, tenebroso pero opulento pasillo. Lily miró a su alrededor con poco disimulo.

Era más que obvio que estaba en una mansión, pues los cuadros, adornos, candelabros y el resto de decoraciones junto a la estructura, irradiaban grandeza, riqueza y poder.

—Es la Mansión Malfoy.—informó Draco al ver que la chica miraba todo.

—Lo suponía.—murmuro ella.

—Me sorprende que no hayas intentado escapar ya.—admitió el.

—No tengo mi varita, por lo que o la perdí en el bosque o tu la tienes, también puedo sentir tu magia en cada parte de este lugar, por lo que intentar huir sería una estupidez. Más aparte, aún no se donde están Hermione y Theo.

—Ya te dije que ambos están bien, —aseguró Draco soltando un suspiro cansado.— al menos dame un voto de confianza.

Ella no respondió y ninguno de los dos dijo más nada. Lily estaba a la defensiva, cosa que era normal considerando que no sabía si el hombre a su lado era enemigo o amigo. Draco, por otra parte, estaba resultando más indescifrable de lo que ella recordaba.

Aunque en el pasado tampoco es como que ella fuera buena leyéndolo. Ahora que lo pensaba, Draco en realidad siempre fue un enigma para ella. Incluso cuando eran pareja, Draco solo solía contarle pocas cosas de su vida, como que amaba a su madre Narcisa, que amaba las mentas porque su abuelo solía dárselas como premio cada que terminaba sus clases particulares y que siempre había deseado tener una gran familia, pero que su madre nunca pudo tener más hijos a parte de él.

Estuvo tan hundida en sus pensamientos, que cuando volvió a centrarse en el presente, se dio cuenta que estaban descendiendo por unas escaleras a través de un pasillo cada vez más oscuro que era alumbrado por antorchas.

Se maldijo internamente por ser tan despistada y no prestar atención al camino. Al llegar al final de las escaleras, anduvieron a través del extenso pasillo, el cual, a diferencia de los otros, este se encontraba sin ningún tipo de adornó pues solo había muchas celdas. Estaba claro que estaban en una mazmorra donde encarcelaban gente. Lily podía percibir que había algunas celdas habitadas, pero debido a la penumbra del lugar no era capaz de distinguirlos.

Un mal presentimiento la invadió. ¿Y si Draco iba a dejarla encerrada en una de aquellas celdas? La simple idea la hizo empalidecer.

Casi al final del pasillo, las celdas se terminaron y unos veinte metros más adelante, terminando el pasillo, se encontraba una enorme celda que, a diferencia de las otras que eran con barrotes, esta tenía dos gruesas puertas de metal negra sin ningún tipo de vista.

Ahí, esperando recargado en las puertas, estaba un hombre moreno de cabello negro cortado casi al ras, vestido con un traje negro similar al de Draco. El hombre tenía una sonrisa juguetona que se acrecentó al ver a Lily.

—¡Hola, mi reina!, ¿Disfrutando el recorrido?

—Blaise.—dijo Lily con sequedad.

—Vaya, tu y mi leona si que derraman dulzura.—dijo Blaise con una mueca y suspiro.— Espero que las cosas mejoren después de que veas el regalo de nuestro rey.

—¿Regalo?—repitió Lily con una ceja arqueada.

—Blaise, ve con Hermione y Theo. Mi padrino debe estar examinándolos. Lleva a Luna contigo.—ordenó Draco.

—Sí, jefazo.—asintió Blaise y guiñando un ojo a Lily, se fue.

—¿Por qué el profesor Snape examina a Theo y Hermione?—cuestionó Lily viéndolo con desconfianza.

—No lo se, quizá sea por la enorme desnutrición que se cargan los dos.—ironizó Draco y ella frunció los labios, fulminándolo con la mirada, a lo que Draco sonrió de lado, divertido.

Draco avanzó hasta la puerta y la abrió ligeramente, hizo un ademán con la mano, indicándole que entrara.

—Las damas primero.

Lily tragó y avanzó, ingresando a la celda seguida de Draco. Era una celda que, con la única diferencia de la puerta, era completamente idéntica a las demás. Oscura, húmeda y fría, con paredes y piso de piedra negra. En medio de esta había una especie de pequeño pesebre de madera vieja.

Confundida, miró a Draco, quién solamente se dedicaba a mirarla sin decirle nada. Frunció ligeramente el ceño y caminó lentamente hasta aquel pesebre. Los pasos de sus pequeños tacones resonaban en la celda.

Con el corazón latiendo a mil por hora, se asomó hacia dentro del pesebre y no pudo evitar soltar un grito de horror y sorpresa. Dentro del pesebre, con una daga maldita clavada en cada una de sus extremidades y con una larga y gruesa aguja brillante clavada en el corazón, estaba el bebé más feo que ella jamás hubiera visto.

Pero en realidad, ya lo había visto alguna vez, aunque ahora era ligeramente diferente. Tenía piel de serpiente y ojos rojos. Sus ojos verdes chocaron con los rojos de aquella grotesca figura.

Ese era Voldemort, justo como c

Dio dos pasos atrás, chocando contra el pecho de Draco, quién se había mantenido cerca de ella todo ese tiempo sin que se diera cuenta.

—¿Te gusta mi regalo, mi reina?—cuestionó Draco contra su oreja, sujetándola de la cintura tras ella. Ella se estremeció de solo escuchar aquel mote cariñoso que el siempre había utilizado con ella.

—¿Q-Qué has hecho, Draco?—tartamudeó con un hilo de voz.

—Tu me lo pediste, ¿recuerdas?—ella giró el rostro, viéndolo pálida y confundida. El sonrió de lado y recito: — «Quiero a Voldemort, destruido de la misma manera en que el me dejo a mí, para después yo matarlo con mis propias manos...»

Durante unos segundos ella no fue capaz de reaccionar. Mientras tanto, Draco deslizo sus manos de su cintura hacia su vientre, hasta rodearla completamente con sus brazos, abrazándola por detrás para posteriormente ocultar su rostro en el cuello de la chica. Entonces, recordó.

Esas son las mismas palabras que ella le había dicho en el viaje de regreso a casa al terminar su quinto año, después de la muerte de su tía Petunia y Dudley. Lo recordaba claramente, Draco había ido a verla a su vagón y la había consolado, y ella, en un arranqué de sinceridad, le había dicho que ese era su mayor deseo.

—D-Draco...¿Qué estas diciendo?...

—Te lo dije una vez, querida, yo te daría el mundo entero si esta en mi poder.—susurró contra su oído.

»Ingresé al círculo interno después de que te fuiste, pues logré cumplir mi primera misión: matar a Dumbledore. Ascendí lo suficiente hasta llegar a ser la mano derecha de Voldemort, entonces todo lo demás fue fácil.

»Lo destruí desde adentro, adueñándome de sus seguidores. No fue difícil considerando que se trataba de un mestizo que fingía ser sangre pura. Lo único que tuve que hacer fue que el rumor de su ascendencia se filtrara. El resto fue aún más fácil, el siempre fue despectivo con sus súbditos y ya todos estaban hartos de ello.

»Entonces aparecí yo: sangre pura, poderoso, joven, racional y políticamente correcto. Un golpe interno bajo el mando mío y de Blaise bastó para derrocar al círculo interno de Voldemort: los tres Lestrange y Snape. Snape estaba de nuestro lado así que los otros tres cayeron rápidamente. McNair y muchos otros que aún lo apoyaban, cayeron fácilmente.

»Me encargue personalmente de torturar y eliminar a los Lestrange en honor a tu familia. En cuanto a Voldemort, elimine a Nagini que era el último horrocrux, cuando eso pasó terminó así, desde entonces lo he torturado desde que lo capturé, aunque para el resto del mundo el esta muerto desde hace tiempo gracias a ti.

»Te estuve buscando por mucho tiempo, pero no fue hasta que dijiste mi nombre en el lago que la maldición Tabú me permitió saber donde estabas. Debo admitir que son muy buenos escondiéndose.

—Draco.—susurró Lily al tiempo en que Draco la abrazaba más fuerte.— ¿Me estas diciendo que todo este tiempo tu plan desde el inicio fue...darme la victoria?

—Exactamente.—confirmó y besó su cuello, provocando un pequeño respingó en la chica.— Así que ya deja esa actitud a la defensiva, me debes dos aniversarios que pienso cobrarme.

—P-Pero y-yo termine contigo antes de irme...—lo miró confundida.

—Y yo no acepte el rompimiento.

Un silencio se inundo en la sala al mismo tiempo que un quejido sonaba en el pesebre, proveniente del horrendo bebé que no era más que lo poco que quedaba de Voldemort.

Potter...—siseó débilmente Voldemort en pársel.

Lily se tensó y Draco la soltó.

—Te dejaré sola, cuando acabes con el puedes salir.—dijo Draco y salió cerrando la puerta tras de sí.

Lily, demasiado aturdida por la información recibida, solo pudo quedarse quieta en su lugar escuchando la puerta cerrarse.

Potter...—repitió Voldemort.

Inhalando profundo, Lily se acercó de nuevo hasta el pesebre y miró al horrendo bebé con expresión fría.

—Voy a matarte, lo sabes, ¿no es así?—dijo Lily con seriedad.

¿Se considera victoria si alguien más hizo el trabajo sucio por ti?

—No lo sé, dímelo tú.—replicó Lily con audacia y el bebé soltó un quejido de desdén.

—Antes de matarte, —Lily endureció su mirada.— quiero que me digas...—se detuvo un momento y reunió coraje—...quiero que me digas como fue la muerte de mis padres. Siempre he tenido solo una mínima información, la mitad especulación y la otra mitad gracias a lo poco que escuchó cuando los dementores me atacan. Es una etapa de mi vida que quiero y necesito conocer.

Murieron pidiendo clemencia, ¿Qué más esperas?—siseó Voldemort molesto.

—Vamos a descubrir si eso es verdad.—susurró Lily.

Voldemort tenía su magia prácticamente en ceros y por muy buen oclumante que fuera, sin fuerza no era nada. Lily tampoco estaba en su mejor momento, pero incluso así le fue bastante fácil emplear legeremancia para ingresar a su mente.

Pudo verlo, la fachada de la casa de los Potter en Godric’s Hollow se alzaba ante la visión de Voldemort, quién, sin problema atravesó el encantamiento Fidelio gracias a conocer la ubicación debido a la traición de Pettigrew.

Con un simple alohomora abrió la puerta de la casa. Inmediatamente pudo escuchar una voz masculina gritando:

—¡Lily, toma a la bebé y vete! ¡Es él! ¡Vete! ¡Corre! ¡Yo lo detendré!

Al filo de las escaleras de la planta alta, James Potter, sin varita, comenzaba a bajar dichas escaleras. Para Lily fue sorprendente notar que, pese a estar sin su varita, su padre lucía lleno de valor, sin ningún gramo de temor o arrepentimiento por estar por enfrentarse a Voldemort. El mencionado, por otra parte, soltó una risa despectiva alzando su varita.

—Eres un idiota si crees que puedes ganarme sin una varit...

Sus palabras fueron apagadas por el fuerte puñetazo que James lanzó a su rostro. Lily abrió la boca incrédula.

—¡Que no tenga mi varita no quiere decir que te dejaré pasar como si nada!—grito James.

Entonces, Lily observó incrédula como su padre lanzaba una ráfaga de golpes contra Voldemort, quien cayó al suelo aturdido. Finalmente, furioso, Voldemort lanzó un hechizo no verbal que lanzó a James contra las escaleras.

—Maldito traidor a la sangre, ya muerte.—masculló Voldemort furioso.

—Mi pequeña...Mi pequeña acabará contigo.—aseguró James momentos antes de que la luz cegadora del Avada Kedavra acabara con su vida.

Lily salió de la mente de Voldemort. No necesitaba ver más, sabía de memoria como había muerto su madre, pues eso si que lo había llegado a ver y escuchar gracias a los dementores, pero siempre había tenido la duda de como había caído su padre. Podía ser un deseo innecesario y extraño el querer saber la muerte de uno de sus progenitores, pero para Lily era importante.

Era demasiado importante, porque ella siempre había querido saber más sobre su padre y quería saber si, como muchos le habían dicho, ella también se enfrentaba con valor a las situaciones tal y como su padre.

—Me arrebataste a mis padres, —dijo Lily mirando fríamente a Voldemort— me quitaste a mi tía, a mi primo, a Daphne. Me arrebataste el derecho a tener una vida normal y tranquila, el derecho a una vida escolar común y divertida, el derecho a vivir serenamente. Tus acciones también me quitaron la posibilidad de vivir un noviazgo tranquilo y me arrebataron la vida de mi bebé antes de siquiera poder dar a luz.

»Ahora tu no tienes nada, has sido reducido a cenizas.

Tú tampoco tienes nada.—siseó Voldemort débilmente. Ella sonrió.

—Te equivocas. Acabo de confirmar que tengo a Draco conmigo, lo que significa que, entonces, lo tengo todo.

Maldita...

Nos vemos en el infierno, Tom.

Dicho esto, metió las manos dentro del pesebre y las enredo en el cuello del horrendo bebé.

Tenía la fuerza suficiente para asfixiarlo con magia pero, para alguien como Voldemort que detestaba todo tipo de acciones muggles, aunado a la reciente información de como su padre se había defendido, hizo que Lily se decantara por un método menos mágico.

Después de todo, esa horrenda criatura solo merecía retorcerse en su tumba hasta el final.

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