Al salir del calabozo, dejando atrás el cadáver de Voldemort, Lily se encontró con que Draco se había ido y en su lugar estaba Dobby, quién le informó que Draco tenía cosas que hacer y le pidió esperarla en su lugar.

Lily no volvió a ver a Draco en una semana.

Durante esos días, Dobby se encargaba de alimentarla cinco veces al día, tres comidas y dos meriendas. Pudo volver a ver a sus dos amigos: Hermione y Theodore, al segundo día, quienes fueron llevados por Blaise y Luna.

—¡Lily!—exclamaron Hermione y Theo al volver a verla, ingresando a su habitación.

—Te dije que nuestra reina estaba bien, mi leona.—se quejó Blaise cruzado de brazos desde el marco de la puerta.— Theito, tu también vuelve a hablarme, porfis.—hizo un puchero.

—¡Ya cállate!—grito Hermione molesta, tomando el primer objeto que vio en el tocador y lanzándoselo a Blaise en la cabeza, provocando que este se quejara y que Luna riera.

—Hola, Lily.—saludó Luna dulcemente.

—¡Deja de maltratarme, Leona!—se quejó Blaise, acariciando su frente con dolor.

—Ya cállate, Blaise, o lo próximo que te lanzará será la lampara.— intervino Theo, internamente divertido.

—Es cierto.—asintió Luna.— Ya lo vi.

—¿Podrían, por favor, sacarlo de aquí?—pidió Hermione con fingida exasperación.

Inmediatamente, Luna lanzó su mejor encantamiento repulsor a Blaise cuando este apenas iba a replicar, mandándolo a volar a cinco metros de la habitación. Luna cerró la puerta con seguro y sonrió divertida.

—¿Y cómo has estado, Lily?—cuestionó Luna amablemente.

Al parecer, Hermione y Blaise habían tenido un “encuentro” bastante amoroso al momento de volverse a ver, pero en cuanto el amoroso encuentro acabo, Hermione desquito todo su enfado con el chico y no pensaba parar su enfado hasta que Blaise se deshiciera de aquella chica del periódico.

En realidad, Blaise no tenía nada con esa chica, le había mostrado incluso sus recuerdos a Hermione para que ella pudiera creer en el, pero eso no quitaba que la chica si quería con el y Hermione era todo menos compartida, así que hasta que Blaise no se deshiciera de esa chica, ella no cedería en su actitud.

Theodore y Luna, a diferencia de los problemas que tenían las otras dos parejas, estaban en su momento más feliz. Theo al fin podía estar tranquilo porque sus dos mejores amigas estaban a salvo, por lo que podía relajarse en los brazos de su amada Luna.

Ese día, el trío junto a Luna, se pusieron al día con todo lo que habían vivido durante esos casi dos años. Ellos por su parte le contaron a Luna lo que era vivir como fugitivos, la época donde hasta el Ministerio a cargo de Voldemort buscaba a Lily colgando carteles con su rostro y nombre como «Indeseable N°1». Lo mal que lo pasaron buscando alimentos o medicina cuando no tenían oportunidad de sacar dinero de Gringotts ni aparecerse en ninguna tienda.

También le contaron sobre el embarazo de Lily, así como su aborto a los cinco meses y la depresión que tuvo después de ello. Lo horrible que fue no poder comunicarse con nadie y la poca comunicación que había con el mundo exterior.

Así mismo, Luna les contó todo lo que había ocurrido desde que se fueron. Para empezar, Draco siempre tuvo entre sus planes el derrotar a Voldemort y darlo en bandeja de plata para que Lily lo asesinara, por lo que Luna, quién fue reclutada por Draco al descubrir que esta era una vidente, lo ayudó a ir siempre un paso adelante en los planes de Voldemort.

Aunque, según las palabras de Luna, Draco no la necesitaba mucho en su trabajo como vidente, puesto que el solo tenía la capacidad y astucia suficiente para ir siempre delante de Voldemort.

Blaise y ella no la habían tenido fácil ayudando a Draco, pero quienes peor la habían tenido habían sido Cassius y Pansy. Para el mundo entero, Pansy había muerto combatiendo a unos rebeldes, pero la realidad es que, quién había muerto había sido Cassius, pero dicha información fue corregida tiempo después. Cassius había muerto protegiendo a Pansy y dejando atrás a Astoria con un bebé en camino.

Pansy se mudó a la mansión Warrington para cuidar de Astoria durante el embarazo, según lo que Luna sabía por boca de Blaise, a Astoria le faltaban dos meses para dar a luz.

Por otra parte, les contó respectó a una fuerte depresión que tuvo Blaise debido a la separación tan abrupta para con Hermione, puesto que llevaba enamorado de la chica durante años y cuando al fin están juntos, tuvieron que separarse de la noche a la mañana sin aviso previo.

Blaise había estado tan deprimido que no había vuelto a sonreír o bromear hasta anoche, cuando los encontraron en el bosque y pudo volver a tener en sus brazos a su amada Hermione, o como el la llamaba, su leona.

Draco no estaba tan distinto a su mejor amigo, al parecer el chico se había vuelto aún más duro, frío e insensible desde que Lily había desaparecido. Pero con el era más difícil saber algo respecto a como se sentía, puesto que no hablaba con nadie de ello.

Luna también les explicó que no habían asesinado, de ningún modo, a Sirius Black, sino que Draco había tenido que secuestrarlo con la única finalidad de presionar a Lily y que esta cometiera algún error para al fin encontrarla, puesto que ya se había desecho de Voldemort.

La información que Luna les había dado provocó en Lily y Hermione una punzada en sus corazones, pues aunque las chicas fingieran ser más fuertes de lo que en realidad eran, sus corazones pertenecían sin duda alguna a esos dos Slytherin que eran capaces de todo por ellas. Theo, por otro lado, también sentía dolor por el pesar de sus amigos, pues los tres se conocían y habían sido amigos prácticamente desde que nacieron.

Después de la visita de Luna, Theo y Hermione, Lily no tuvo más visitas aquella semana. Se dedico a ser bien alimentada por Dobby y no fue hasta el tercer día, cuando su antiguo profesor de pociones en Hogwarts, Severus Snape, fue a visitarla para brindarle una serie de pociones para su recuperación, así como una serie de instrucciones a seguir para que hicieran un correcto efecto en su cuerpo.

—Me alegra ver que estas bien, Lily.—comentó Snape al terminar de examinarla.

—A mi también me alegra verlo bien, profesor.—dijo Lily dedicándole una pequeña sonrisa, mirándolo fijamente.

—¿Deseas preguntarme algo?—cuestionó enarcando una ceja, al verla tan perdida en sus pensamientos.

Lily mordió su labio, pero asintió.

—Durante mi tiempo como fugitiva visite la antigua casa de mis padres en Godric’s Hollow.—comentó Lily recordando las ruinas del que fue su hogar durante su primer año de vida.

Snape asintió, instándola a continuar.

—Revisé las ruinas con la intención de encontrar algo que pudieran servirme, aunque no sabía bien que.—admitió con una mueca.— Al final no encontré nada de ese tipo pero...encontré...una carta que usted envió a mi madre.— lo miró a los ojos.— Una carta donde...usted le afirmaba que jamás iba a traicionarla y que podía siempre confiar en usted. Que no olvidaba los años de amistad que habían tenido, que ya no importaba que se hubiera casado con el «idiota de Potter» pues aún así los protegería a los tres y que...—trago grueso—...y que siempre la amaría.

Snape no dijo nada durante unos largos minutos hasta que suspiro pesadamente y acarició el puente de su nariz con ojos cansados.

—Usted jamás me dijo que fue amigo de mi madre...o que odiara a mi padre—continúo Lily con suavidad.

—Es porque no tenías por que saber eso.—dijo Snape con firmeza y la miro, ablandando su dura mirada.

—¿Acaso no tenía derecho a saberlo?—pregunto Lily con suavidad.

—Tu padre y yo no tuvimos la mejor historia. Éramos como tu y Weasley, por así decirlo, enemigos. Debo admitir que mucho tiempo guarde mucho rencor pero...cuando te conocí decidí que...primero que nada, que tu no eras tu padre y mucho menos tu madre. No tenía porque compararte con ellos, así que decidí tratarte como a una alumna más.—La miró fijamente.— El cariño y aprecio que te tengo es, debo admitirlo, en parte por ser lo último que queda de mi mejor amiga, pero mayoritariamente porque eras mi mejor alumna. Mi alumna más excepcional.

—Entiendo.—asintió Lily.— ¿Puedo preguntar algo más?—Snape asintió.— Sí mi padre era su enemigo...¿Quién fue mi madre para usted?

Snape guardo silencio unos minutos y finalmente respondió:

—Tu madre fue mi estrella favorita...incluso cuando decidió alumbrar un cielo diferente al nuestro.

El profesor Snape y Lily no volvieron a tocar el tema durante esa visita del adulto. Tres días después, cuando Lily había cumplido una semana en la Mansión Malfoy, se le fue informada, por medio de una carta de Draco, que esa misma tarde haría su primera presentación pública desde que escapo de Hogwarts.

El plan era simple: alguien iría a arreglarla y vestirla, sería llevada en carruaje hacia el Ministerio de Magia donde se encontraría con Draco y juntos se mostrarían ante el mundo mágico como la pareja de prometidos que el mundo creía que eran.

La Orden del Fénix ya había sido informada de toda la situación gracias a Sirius, aunque ellos creían, al igual que el resto del mundo, que quien hizo caer a Voldemort había sido Lily y no Draco, así como que Draco había tomado el poder correctamente con apoyo de Lily y que era la mejor opción. Sirius sabía la verdad, posiblemente también Remus, pero el resto de la Orden debía creer en aquella mentira o todo podría empeorar.

Al medio día, una hermosa mujer de cabellos cortos negros entró a su habitación con una sonrisa amable. Era Pansy, quién entraba seguida de serie de elfos que llevaban joyeros y un largo vestido, así como ella misma cargaba un gran bote.

—Es bueno verte, Pansy.—saludó Lily.—¿Para qué es el bote?

—Lo mismo digo, mi reina.—asintió Pansy y alzó el bote.—Esto es un litro de té con una infusión de poción calmante, discutir con tu cabello nunca es una batalla fácil para mí.—se burló y Lily río ligeramente.

Tardaron cerca de cuatro horas para arreglarla. Su cabello requirió de veinte pociones alisadoras y Pansy la trenzó ligeramente, los suficiente para solo despejar su rostro. Su maquillaje fue sencillo, utilizando únicamente el mismo kit de maquillaje que Draco le había regalado en Hogwarts: una ligera capa de polvo como base, poco rubor y un fuerte pero a la vez suave labial rojo.

Encima de su cabeza le colocaron una especie de velo bastante transparente que iniciaba como una rejilla diamantes y cubría todo su cabello, parte de su frente y sus mejillas. No utilizaba ni aretes ni anillos, pero si un collar de acero inoxidable que resaltaba en su piel nívea, pues era un collar que simulaba un dragón enroscado en su cuello.

El vestido era blanco con un pequeño tinte gris adornado con diminutos diamantes, como los ojos de Draco. Era de hombros caídos, de corsé, ceñido hasta la cintura y luego caía en corte princesa.

—Al fin estas lista.—suspiró Pansy, terminando su bebida. —Suerte, mi reina. Tori y yo estaremos observando desde el público.

Veinte minutos después, fue guiada hasta los jardines de la Mansión Malfoy donde la ingresaron a un elegante carruaje negro con el emblema de los Malfoy. Ahí estuvo en un silencioso y solitario recorrido de otros veinte minutos hasta el Ministerio de Magia.

En el trayecto, pudo observar discretamente a través de la cortina de la ventana del carruaje como la población mágica se arremolinaba a la par del carruaje. La gente parecía demasiado alegre, extasiada, lanzando flores y gritando de júbilo.

Como si esperaran a su reina.

Lily suspiró ligeramente, quizá no era una idea muy alejada, si para el público era la prometida del nuevo Ministro de Magia Supremo (que en realidad ahora era una monarquía disfrazada de democracia), ella vendría siendo una especie de primera dama.

El carruaje se detuvo y, ayudada de unos aurores, la puerta fue abierta y Draco, parado frente a el vestido con un elegante traje negro con decoraciones plateadas, la recibió ofreciéndole su brazo.

Draco lucía fuerte y poderoso, poderoso e intocable, pero sobre todo muy alerta. Parecía que al más mínimo intento de ataque sería capaz de eliminarlos a todos.

Lily camino escoltada del brazo de Draco hasta llegar al presídium del Ministerio de Magia donde fueron rápidamente fotografiados y recibidos por una horda de aplausos, gritos de júbilo y miles de flores.

Draco y ella inmediatamente sonrieron. No por nada eran Slytherin, sabían ser políticamente correctos y mostrarse perfectos ante la sociedad sin importar lo que sintieran.

Draco dio un discurso conmovedor y poderoso sobre como la sociedad mágica, sangre puras, mestizos y nacidos de muggles, eran uno mismo y que lo que más importaba era la magia. Aseguró que todo sería diferente a partir de ahora y que iniciaría una nueva era dorada sin retorno para la comunidad mágica.

—...y para finalizar esta rueda de prensa, quiero agradecer a mi prometida, mejor amiga y alma gemela, —miró a la pelirroja con ojos brillantes— Lily Potter, por acabar con el más grande dictador que ha existido en el mundo mágico y por regresar exitosamente la paz a nuestra comunidad mundial.

La rueda de prensa acabo y después de unas cuantas entrevistas, saludos a altos mandos del Ministerio, personal de Hogwarts y algunas fotos con la Orden del Fénix, Lily y Draco ingresaron al mismo carruaje donde ella había llegado y emprendieron camino de regreso a la Mansión Malfoy.

Lily miró a Draco, quién miraba por la ventana con gesto analítico, estaba aún bastante alerta. Al sentir la mirada fija de la chica sobre su persona, Draco la miro. Sus miradas chocaron y el ablando la mirada.

—Luces hermosa.—dijo Draco con suavidad.

—Parezco una especie de santa.—masculló Lily frunciendo ligeramente el ceño y Draco soltó una pequeña risa.

—Eso no te quita lo hermosa.—aseguró Draco con gesto divertido.

Ella se levantó de su asiento y se sentó en el regazo de Draco sin cuestionarle su opinión. El la recibió sin problema, tomándola firmemente de la cintura. Ella entrelazo sus brazos detrás del cuello de Draco y ambos se miraron profundamente.

Bajó el rostro y besó a Draco, quien ni lento ni perezoso, correspondió suavemente. El beso era casi una caricia, como el primer beso que se suelen dar los enamorados. El tipo de beso suave, lleno de amor, lento y delicado.

Draco recorrió su espalda con suavidad por debajo del velo hasta llegar a su cuello, donde arrancó el collar en forma de dragón, tirándolo al piso para después enterrar su rostro en el cuello de la chica.

Suspiro largamente, el aire caliente estremeció a Lily y ambos se aferraron más el uno al otro. Lily recargó su rostro en la cabeza de Draco, comenzando a acariciar su cabello y su rostro con ternura.

Entonces, sintió algo húmedo en su cuello, pero no era la típica humedad de los besos de Draco, sino que era otro tipo de humedad, más fría.

—Draco...—susurró Lily e intento mirarlo, pero este se aferró más a ella.

—Dame solo un minuto.—murmuró Draco con la voz ronca, pero Lily no obedeció.

Lo obligó a separarse de su cuello y acuno el rostro de Draco entre sus manos. Entonces lo vio: su Draco, su eterno protector, el hombre que jamás se doblegaba y derrotaba a todos sus enemigos, estaba llorando. No era un llanto desconsolado, sino unas gruesas pero castas lagrimas que resbalaban por su rostro.

—Te amo, Lily..., lo eres todo para mí. —susurró Draco con genuina desolación.

Los ojos de Lily también se llenaron de lágrimas que pronto resbalaron por sus mejillas.

—Yo también te amo, mi amor.—susurró Lily y le dedicó una pequeña sonrisa.— Nunca más separados...¿de acuerdo?

—Prometido, mi reina.

Inmediatamente, Draco se adueño de los labios de Lily. La chica sintió el tirón en su vientre que le informaba que Draco los había aparecido. Al abrir los ojos, vio que estaba en su habitación en la Mansión Malfoy.

—Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo...—susurraba Draco en cada beso, abrazándola con fuerza, casi con terror a que desapareciera en cualquier momento.

—Estoy aquí, mi rey.—murmuraba Lily contra su cuello, dejando largos y húmedos besos a su paso.— Soy tuya, siempre lo he sido...te amo.

—Mi reina.

—Mi rey.

Esa noche después de casi dos años separados, Draco Malfoy y Lily Potter volvieron a unir sus cuerpos, a ser uno solo. Ya nada más importaba, la guerra había terminado, sus mejores amigos estaban vivos y ya no había nada que pudiera separarlos. Nada ni nadie.

Al fin, después de tantos años, podrían amarse y ser felices.

Al fin lo tenían todo: a ellos mismos.

FIN

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