De repente, una mujer corrió hacia él y abrazó cariñosamente el brazo de Farel.

Farel giró la cabeza para verla.

La frialdad en lo profundo de sus ojos disminuyó un poco, y hasta su voz sonó más suave.

—¿Cómo llegaste aquí? —

—Vine a recogerte después del trabajo. — Evrie se frotó contra su brazo, mostrando una intimidad familiar, —¿No quedamos en que después de terminar el proyecto te iba a recompensar adecuadamente? —

Una sonrisa se dibujó en la comisura de los labios de Farel. —Oh, ¿y cómo planeas recompensarme? —

—Cosas de pareja, ¿adivinas? —

Los dos continuaron su conversación como si nadie más estuviera presente, pareciendo una pareja de recién casados profundamente enamorados.

Abena se quedó al margen, sintiéndose bastante incómoda.

Había pensado que un hombre tan distante como Farel nunca se abriría de verdad a nadie.

Quizá incluso su matrimonio fuera solo una fachada.

Pero vio claramente que desde el momento en que apareció esa mujer, los ojos de él se habían suavizado.

Aquellos ojos que normalmente eran tan serenos y tranquilos no se apartaron de Evrie ni un instante.

Su afecto era evidente.

Era realmente asombroso.

—Mi amor, ¿y quién es ella? —

Evrie posó su mirada en Abena, preguntándole con curiosidad.

Farel, agarrando su mano, no le apartó la vista ni un segundo. —Una víctima de estafa por internet por un enamorado, frecuentemente pasa por mi oficina. —

Abena—…—

Evrie asintió pensativamente. —El amor por internet tiene sus riesgos, hay que ser cauteloso al entregarse a los sentimientos, señorita, espero que haya la lección. —

—…—

El rincón de la boca de Abena se torció ligeramente, quedándose sin palabras.

—Vamos Sra. Haro, volvamos a casa. — Farel no le dijo más, se puso sobre sus hombros y juntos caminaron hacia el aparcamiento.

Desde la distancia, la pareja parecía perfectamente a juego.copy right hot novel pub

Abena se quedó parada donde estaba, con un sabor amargo en su corazón.

Un hombre como él, terminó casándose con una mujer que trabajaba en una obra como Evrie.

Era un desperdicio.

Evrie subió al coche, y Farel golpeó ligeramente la ventana del auto de Joan.

—Ella se va conmigo esta noche, puedes terminar tu turno. —

Joan, con buen juicio, asintió. —Entendido. —

Dentro del Range Rover, Farel conducía con una mano y miró a Evrie de reojo.

—¿Te pusiste celosa antes? —

—¿Qué? —

—Marcaste tu territorio de una manera impresionante. —

Evrie simplemente admitió con franqueza.

—Viendo a otra mujer codiciando a mi esposo, sería más peligroso si no me pusiera celosa, ¿no crees? —

—¿Oh? —

—Cuanto más celos me da, más demuestro que me importas. — Evrie parpadeó y miró a Farel, —Así que me importas mucho, ¿eso está mal? —

La mano de Farel en el volante se detuvo por un momento.

Una sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios. —Estás mejorando en decir palabras de amor, eres muy buena seduciendo a los hombres. —

Evrie se sintió un poco orgullosa. —Lo aprendí de ti. —

—Si te gusta aprender, ¿qué tal si aprendes algo nuevo conmigo esta noche? —

—¿Qué cosa? —

—Lo descubrirás en la cama. —

—…

La luna era clara y las estrellas brillantes, iluminando la noche con su luz pura.

La noche en el hospital psiquiátrico era completamente silenciosa.

La luz de la luna se colaba por la estrecha ventana, iluminando su cuerpo lleno de marcas de agujas.

Margarita abrazaba sus rodillas, completamente inmóvil.

Parecía un animal herido y agotado después de ser torturado.

—Clic. —

Se oyó el sonido de una llave al abrir la cerradura.

—Tac, tac, tac. —

Luego, unos pasos se acercaron desde la entrada, paso a paso, deteniéndose frente a ella.

Desde arriba, un hombre le preguntó.

—¿Quieres salir de aquí? —

Esas palabras resonaron con claridad en la silenciosa sala.

Margarita tembló y rápidamente levantó la mirada.

En la oscuridad, solo podía ver la silueta de un hombre, su rostro era indistinguible.

Pero las palabras que acababa de decir golpeaban una y otra vez su tímpano.

Los ojos de Margarita comenzaron a enrojecer.

Ya habían pasado dos meses.

Durante dos enteros meses, había sido torturada hasta el punto de perder su humanidad.

Sedantes, jeringas, cuerdas, electroshocks..

.

Poco a poco, devoraba lo poco que le quedaba de su cordura.

Ya estaba loca.

—Te doy un minuto para pensarlo, cuando se acabe el tiempo, me iré. —

El hombre le habló con calma y sin prisa.

Debía ser alguien importante.

Y además tenía el poder de sacarla de allí.

Margarita mordió su labio, la animosidad en sus ojos se intensificaba cada vez más.

Cada día estaba llena de odio.

Odio hacia todos.

Odio hacia el mundo.

El tiempo transcurría segundo a segundo, desapareciendo rápidamente.

Cuando llegó la hora, aquel hombre se dispuso a marcharse con decisión.

De repente, Margarita se aferró a la pernera de su pantalón, hablándole con una voz ronca.

—Quiero salir de aquí. —

—Haré lo que sea con tal de salir de aquí. —

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