Era viernes otra vez, y la semana había llegado a su fin.

Apenas Evrie llegó a casa, recibió una llamada impaciente de Marcela, quien le exigía que volviera temprano al día siguiente para una cita a ciegas. De no hacerlo, amenazaba con echarla de la casa y destruir su acta de nacimiento.

Eso, sin duda, tocaba el talón de Aquiles de Evrie, quien se encontraba sin opciones.

Tenía dos debilidades: su padre y sus documentos de identidad.

Había pasado un tiempo viviendo como indocumentada.

Hubo un año, necesitaba su identificación para el examen de bachillerato de la escuela, pero Marcela solo quería que dejara los estudios para casarse. Evrie se resistió y le plantó cara, lo que resultó en que Marcela, furiosa, rompiera su certificado en pedazos.

—¿Todavía piensas en la universidad? Tu hermano ni siquiera pasó el examen, ¿qué te hace pensar que tú puedes? Si no obedeces, mejor vete de esta casa; no necesitamos una desobediente aquí. —

Fue entonces cuando Pablo intervino, pidiendo muchos favores y con gran esfuerzo, logró finalmente renovar el documento y restaurar la identidad de Evrie.

Desde aquel día, fue expulsada de su hogar y se le cortó toda ayuda económica.

Después de conseguir entrar a la universidad y recibir felicitaciones de todo el pueblo, solo Marcela se quedó apoyada en el marco de la puerta, comiendo maní y burlándose de ella.

—No creas que ser admitido a la universidad significa que seas inteligente, seguro fue suerte. De todas formas, no hay dinero para tu matrícula… —

Evrie cerró los ojos y luego los abrió de nuevo.

Esta vez, tenía que recuperar sus documentos y mantenerlos a salvo consigo misma.

No tenía otra opción que volver.copy right hot novel pub

Al día siguiente, temprano, Evrie empacó sus cosas y compró un boleto para regresar a casa.

Al salir, la puerta de enfrente se abrió y una figura alta y erguida apareció ante sus ojos.

Al mirar hacia arriba, vio a un hombre saliendo a tirar la basura, vestido solo con una simple camiseta blanca y pantalones largos holgados de color gris claro. Su cabello estaba algo desordenado y su expresión mostraba una pizca de pereza despreocupada.

Sus miradas se cruzaron y él la observó sin disimulo.

Evrie bajó la vista instintivamente, evitando el escrutinio descarado de Farel, pero sin querer vio el bulto prominente entre sus piernas y contuvo la respiración.

Se sonrojó hasta las orejas.

—¿Qué miras? —dijo Farel con cierta irritación—. Es una erección matutina, una reacción fisiológica normal, ¿nunca has visto una?

Evrie no sabía qué decir.

Qué sinvergüenza.

Desvió la mirada, decidida a no mirarlo más.

Pero Farel se inclinó repentinamente hacia ella, casi rozando su mejilla con la suya, y el olor a hormonas masculinas la hizo perder el ritmo de su corazón.

—¿Te sonrojas así de fácil? Recuerdo que en la cama me espiabas más de una vez; ¿ahora te da vergüenza solo porque hay una tela de por medio?

Evrie quedó sin palabras.

¡Qué palabras tan atrevidas!

No lo había visto en días y él parecía haberse vuelto más descarado.

Evrie no podía manejar este tipo de coqueteo indiferente y educado, así que lo empujó en un estado de pánico y huyó con su maleta.

En el ascensor, su corazón seguía latiendo descontroladamente mientras las puertas se cerraban lentamente, como si quisiera salir de su pecho.

En el pasillo, el hombre esbozó una sonrisa de victoria y con un gesto preciso, lanzó la bolsa de basura al contenedor.

Luego, bajando la vista hacia su entrepierna ligeramente hinchada, masculló para sí mismo:

—¿Así de fácil te delatas? Qué falta de control…

Sentada en el autobús, Evrie no podía sacarse de la cabeza la imagen reciente, y las palabras de Farel resonaban en sus oídos.

—¿Nunca has visto una? ¿Eh?

—Si quieres mirar, mira todo lo que quieras…

—No muerdas, más suave, guarda los dientes…

Como en un sueño, imaginó los brazos definidos del hombre y su torso fuerte enredándose con ella, sosteniéndola mientras ella se aferraba a él como una enredadera dócil.

Evrie se cubrió la cara con las manos, sintiendo las orejas arder de calor.

Era insoportable, no podía olvidarlo.

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