Marcela respondió de inmediato—Para nada, esta chica tiene un tornillo menos en la cabeza, se la pasa estudiando todo el día, ¿cómo va a pensar en novios?—
La casamentera se mostró aún más satisfecha—Eso está bien, si una chica ya ha tenido novio, se devalúa, aquí lo que se busca es a mujeres limpias y puras.—
—Así es, si esta niña llegara a ensuciarse, yo misma le rompería las piernas.—
Evrie—……—
De repente, sintió ganas de reír.
Si Marcela supiera que, por necesidad, ella ya había compartido su cama con un hombre, y no solo una vez, sino de varias maneras, quizás se volvería loca de la rabia.
Al final, ser vendida resultaba igual con cualquiera.
Si no se hubiera vendido a Farel, hoy Marcela la estaría vendiendo al funcionario de los quinientos mil.
Al parecer, su existencia solo servía para cambiar su cuerpo—”limpio”—por dinero.
……
Evrie no recordaba cuándo se fue la casamentera, estaba de mal humor y ni siquiera cenó.
Pablo estaba internado en el hospital del condado, su hermano Óscar trabajaba de noche y solo estaban Marcela y Evrie en casa.
La noche era silenciosa, Marcela, después de un día entero de cháchara, finalmente se fue a dormir a su habitación.
Evrie se quedó tumbada en el sofá de la sala, inquieta.
La vieja casa tenía solo dos dormitorios, uno para los padres y otro para Óscar, y ella desde pequeña dormía en el sofá de la sala que hacía de cama por la noche y recogía los cojines durante el día.
El armazón del sofá estaba medio roto, con hendiduras que hacían incómodo el descanso y le provocaba dolor de espalda, lo que la hacía aún menos capaz de dormir.
Evrie se levantó silenciosamente, se puso un suéter ligero y salió al patio para tomar un poco de aire fresco.
La luna colgaba en el cielo, brillante y clara, como una capa de sal fina esparcida en el tranquilo patio, sereno y pacífico.
Su celular vibró dos veces, recibiendo un mensaje.
En la pantalla parpadeaba el nombre de Farel y un mensaje sencillo.
[Nombre, número de teléfono, documento de identidad, por favor].
[?]
[Censo de población de la propiedad].
Luego, había adjuntado una foto de un empleado con un chaleco de trabajo parado en la entrada.
Evrie recordó que había recibido un aviso días atrás, la administración del edificio haría un censo de población ese fin de semana por la noche, pero no imaginó que llegarían a contactar a Farel.
En esos complejos residenciales de alta seguridad, se actualizaba la información de los residentes cada ciertos meses y hasta su tarjeta de acceso al elevador se desbloqueaba mensualmente.
Sin embargo, Evrie se preguntó por qué la administración había contactado a Farel por información sobre su apartamento, cuando normalmente se dirigirían directamente al propietario.
Confundida, pero obediente, Evrie envió la información a Farel; no tenía sentido ocultarle nada, él ya conocía todo sobre ella.
Al apagar el teléfono, su mirada se detuvo en una transferencia bancaria en la pantalla.
Era el dinero que le había enviado a Farel por la camisa.
Miró fijamente esos números por un buen rato, sus pensamientos divagando mientras las palabras de él resonaban en sus oídos.copy right hot novel pub
—Vender a una persona por solo quinientos mil, qué barato te vendes.—
—Evrie, piénsalo. Irte conmigo significaría que al menos a corto plazo no tendrías que preocuparte por dinero, no sufrirías la presión de tu familia y tu padre recibiría el mejor tratamiento. Sería un trato claro y sencillo, cada quien obteniendo lo que necesita. —
—Dime tu precio, no importa cuánto y eso será tu mensualidad.—
—……—
Tomó una profunda respiración, arrojando esos pensamientos fuera de su mente, intentando calmarse antes de volver a la sala.
Evrie, deja de pensar en eso.
No puedes caer tan bajo.
……
Al día siguiente.
Evrie se levantó temprano, preparó el desayuno para Marcela y Óscar.
Después de desayunar, Óscar se fue a dormir; trabajaba en una fábrica y le había tocado el turno nocturno ese mes, durmiendo de día y laborando de noche.
Una vez que Evrie terminó de lavar los platos, Marcela le entregó un vestido largo con estampado de flores verdes hasta la rodilla.
—Ponte esto.—
Evrie preguntó con duda—¿Para qué me cambio de ropa?—
—Hazlo y ya, ¿para qué tanta pregunta?, mírate, pareces que te hubieras metido en un costal con esa ropa tan grande.
Este es un vestido que compré ayer en el pueblo, no seas malagradecida.—
Marcela había terminado de hablar y, sin más, empujó a Evrie hacia el dormitorio y cerró la puerta con un sonoro clic.
No le dejó ninguna oportunidad de rechazo.
Evrie conocía su temperamento; si no se cambiaba de ropa, Marcela no le abriría la puerta, ni en broma.
Sin emitir palabra, se despojó de la holgada camiseta y los jeans y se puso el vestido que Marcela había escogido. Al salir, Marcela le extendió un lápiz labial y se empeñó en aplicárselo.
Evrie se dejó manejar por la voluntad férrea de Marcela hasta que por fin ella dio por terminada la sesión de arreglo.
Marcela observó a Evrie, con sus labios rojos y dientes blancos, su rostro delicado y su piel brillante como miel, y solo entonces esbozó una sonrisa de satisfacción.
—Así está bien —dijo con una ceja levantada—. Dentro de poco llegará la casamentera con el muchacho a nuestra casa. Quiero que te comportes, que seas dulce y obediente, ¿me entendiste? Nada de hacer travesuras, ¿estamos?
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