Durante la comida, Evrie apenas probó un bocado, se la pasó sirviendo bebida a todos sin parar.

Sin importar quién fuera la otra persona, tenía que tratar a los clientes con entusiasmo. Era una oportunidad que Leandro había conseguido para ella personalmente, y ella tenía que valorarla.

—Bella, es la primera vez que nos vemos, tienes que tomar un trago con nosotros. Bebemos para hacer negocios, esa es la costumbre de nuestra tierra. —

Un hombre tatuado le habló a Evrie.

La mano de Evrie se tensó al servir la bebida y, sin querer, miró hacia Leandro.

—Ella tiene mal el estómago, no puede beber alcohol. Yo beberé por ella. —

Leandro levantó su copa de licor, pero el hombre tatuado lo interrumpió antes de que pudiera seguir hablando, su tono se volvió cortante.

—Sr. Reyes, aunque quieras proteger a alguien, también tienes que seguir las reglas, ¿no es así? Conoces bien cómo somos nosotros. Hoy, ya es mucho respeto para ti con solo pedir que ella beba. Si fuera como antes, ella tendría que…—

—Ya dije que yo voy a beber por ella, el doble o el triple si es necesario. —

Leandro interrumpió al hombre tatuado con voz fría, su mirada se llenaba de descontento.

—Esa es la regla, no puedes reemplazarla. —

El otro parecía estar retándolo, sin ningún signo de querer ceder.

Al ver esto, Evrie rápidamente arrebató la copa de las manos de Leandro, se puso de pie y brindó a la distancia con el hombre tatuado.

—Disculpen, recién fui una ignorante. Si esa es la regla, entonces yo debería ser quien beba. Les brindo una copa a cada uno de los jefes. —

Dicho esto, levantó su copa y lo vació de un trago, con movimientos decididos y sin dudar.

El hombre tatuado parpadeó y una chispa de admiración cruzó su mirada —tiene agallas.copy right hot novel pub

Evrie tomó una botella de aguardiente de alta graduación, se llenó la copa y miró al siguiente hombre, que llevaba una camisa floreada y tenía la cabeza rapada— Brindo por usted. —

Leandro sujetó su brazo —Evi, ese licor es muy fuerte, tú…—

—Maestro, usted me trajo hoy para que viera cómo es el mundo, ¿no es para que madure rápido? Entiendo las reglas que debo seguir, y haré lo que tenga que hacer para adaptarme. En nuestro negocio, estas son cosas que tarde o temprano pasan, ¿no es así?—

Evrie sostuvo su copa y lo miró seriamente.

Leandro no sabía qué decir al ver su expresión.

Entonces, Evrie continuó bebiendo sin detenerse, el alcohol ardía en su garganta y estómago, una sensación de quemazón se extendía por todo su abdomen.

Ella aguantó el malestar y siguió sirviéndose bebida.

Una copa, dos copas, tres copas…

Después de cinco copas, había brindado con todos los hombres del frente, cumpliendo con su regla.

—Bien, eso es tener agallas, digna de ser la protegida del Sr. Reyes. —

—Cuídala bien, tiene futuro. —

Las voces ruidosas de los hombres resonaban en sus oídos mientras Evrie se sentaba en su silla, sintiendo su cabeza cada vez más pesada.

Sentía un calor abrasador en su estómago, que se extendía a través de sus intestinos, a su abdomen superior, y luego hacia abajo, todo su abdomen palpitaba con un calor sutil.

—Evi, ¿estás bien?— Leandro la miró preocupado.

Evrie negó con la cabeza, haciendo un gran esfuerzo por mantener la lucidez—No pasa nada. —

Antes de que acabara la comida, Leandro ya no quería quedarse más, se levantó y la ayudó a salir.

—Te llevo a casa ahora mismo. —

Evrie no se olvidó de mirar hacia atrás a los clientes —pero ellos…—

—No te preocupes, ya que te han aceptado, no tendrán problemas contigo.

Leandro se volvió, dejó una tarjeta dorada sobre la mesa y sin mirar atrás dijo—Yo me llevo a la chica, ustedes sigan disfrutando, yo invito esta noche. —

……

Saliendo del salón privado y sentada en el auto, la cabeza de Evrie aún daba vueltas.

Pero lo que más la molestaba no era el mareo, sino su estómago, que ya comenzaba a doler, como si estuviera a punto de perforarse.

Leandro encendió el motor y aceleró el auto.

—Si te sientes muy mal, te llevo al hospital. —

—No hace falta, maestro, solo estoy un poco mareada y muy cansada, llévame a casa a descansar y estaré bien. —

Evrie se esforzaba por mantenerse consciente, deseando llegar pronto a su hogar.

—Está bien, hoy trabajaste mucho, no te preocupes, luego te daré un bono extra. —

Al oír la palabra “bono”, los labios de Evrie se curvaron ligeramente.

—Entonces, gracias maestro. —

—No hables más, cierra los ojos un rato, cuando lleguemos te aviso. —

Leandro suspiró y siguió acelerando el auto.

Evrie tenía un dolor de estómago terrible y no podía pegar un ojo, pero no quería preocupar a Leandro, así que aguantaba el dolor y cerraba los ojos, fingiendo estar dormida.

Siempre que comía algo indebido, le dolía el estómago.

Aguantarse toda la noche era su forma de lidiar con ello.

Esta vez no sería diferente.

El tiempo parecía pasar lentamente, como si durara una eternidad, hasta que finalmente Leandro la despertó en medio de un aturdimiento.

—Evi, llegamos. Sal del carro, te acompaño a tu casa. —

Evrie, casi sin pensar, se quitó el cinturón de seguridad y abrió la puerta del auto. Al extender el pie para salir, se tropezó y casi se cae al suelo.

Por suerte, Leandro la agarró a tiempo, sosteniéndola contra él.

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