Capítulo 57: Matando a la gallina de los huevos de oro

Entonces, me di cuenta de que Patricio salía de la habitación y oí que alguien hablaba por la puerta, seguido de un portazo y de alguien que volvía a entrar.

-¿No te sientes sofocada? –resonó nuevamente la voz de Patricio. Al cabo de un rato, me resultó difícil respirar y, con cautela, abrí las sábanas para encontrar que me observaba con una sonrisa radiante que le daba un aspecto sorprendentemente atractivo.

¿Era este el mismo Patricio tan serio y distante que yo conocía?

Al verme mirándolo atónita, él extendió su brazo y me tiró hacia él, envolviéndome en sus brazos. De inmediato, me entró un pánico de mil demonios. —¡Oye! ¿Q–qué estás haciendo?

Estaba tan cerca que su aliento me envolvía. Su rostro estaba cada vez más cerca, lo cual me costaba trabajo respirar.

De repente, se me ocurrió el apasionado beso que compartimos la noche anterior junto al río. ¡ Qué vergonzoso! Siempre decían que después de beber, uno perdía el juicio, y esta vez lo

comprobé.

Me miró con ojos ardientes y respondió: -Estás pensando demasiado. Tranquila, no soy de los que se lanzan a lo que sea cuando hay oportunidad. Sólo te ayudé a desvestirte y bañarte. Te

vomitaste encima y oliste mal.

Ante esas palabras, mi mente me quedó instantáneamente en blanco y sentí una vergüenza insoportable. ¿Qué diablos había hecho yo la noche anterior? ¿Realmente fui yo la que actuó de manera tan descarada? ¡Qué mal de su parte como confidente!

-Bueno… mejor me pongo la ropa primero -dije tartamudeando, mientras luchaba por salir

de su abrazo. 1

Pero él apretó su agarre y me miró. -¿Sabes qué? Estás matando a la gallina de los huevos de

oro.

-¿Desde cuándo las gallinas de los huevos de oro son tan atractivas como tú? -repliqué sin pensarlo, pero me arrepentí tan pronto como las palabras salieron de mi boca. (2)

Sonrió y dijo con orgullo: -Tienes toda la razón.

No obstante, se comportó como un caballero y, después de tomar su propia ropa, salió de la

habitación en dirección a la sala de estar.

Al ver eso, me apresuré a salir de las sábanas y temblé mientras me ponía la ropa, revisando con atención para asegurarme de que todo estuviera en su lugar.

Una vez lista, tomé mi bolso y me dirigí hacia la puerta con la intención de irme. Lamentablemente, Patricio me detuvo como si hubiera anticipado mis movimientos. Su agarre

dejándome mareada.

+15 BONUS

¿Qué estás haciendo? ¡No me toques! -protesté mientras intentaba resistir.

-Anoche compartimos trago y misma cama, y cuidé de ti toda la noche. ¿No crees que merezco un premio? -preguntó con una sonrisa juguetona.

Apoyé las manos contra su pecho y lo fulminé con la mirada. -¿Premio? ¡N–no te pases!

Él me miraba con unos ojos profundos como un lago, atrayéndome como un imán que me hicieron incapaz de apartar la mirada de ellos. Pasados unos instantes, se aferró a mí y volvió a besarme. Empecé a sospechar que me había embrujado.

Después de mucho tiempo, finalmente me soltó. -Mantente en tus cabales, yo te ayudaré.

Al oír eso, lo miré con conmoción mientras él volvía a acercarse, pero esa vez fue un simple

beso.

Sin esperar a que hablara de nuevo, me di la vuelta y salí corriendo por la puerta. Todo pasó como un sueño, tan repentino y desprevenido. Mi mente se convirtió en un caos. En un momento como este, en una situación así, con emociones tan confusas, me quedé totalmente perdida. ¿Realmente lo hice por venganza?

Pero percibí claramente una sensación de embriaguez y excitación.

Bajé corriendo las escaleras, tomé un taxi y regresé directo a la empresa.

Aún no podía tranquilizar completamente mis emociones hasta que me sentaba en mi escritorio, ni distinguir lo que realmente estaba sintiendo.

Respiré hondo varias veces, recordándome a mí misma que no debía olvidar mis propósitos. La batalla en mi matrimonio podría durar mucho tiempo, así que debía mantenerme enfocada y no perderme a mí misma. Tenía que asegurarme de un buen futuro para mí y mi hija.

Antes de que pudiera recuperar mi equilibrio emocional, Hernán abrió la puerta y entró en la

oficina.

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