Capítulo 80: Un Secretos Inconfesabl

Cuando dijo eso, su rostro parecía lleno de malicia. No podía ser nada bueno, eso estaba claro.

-No veo ninguna diferencia al venir aquí. Si tienes algo que decir, ¡dilo directamente! No hay necesidad de rodeos, aquí no están tus parientes–repliqué confrontacionalmente.

—Jaja, cuñada, siempre te comportas como si estuvieras por encima de todos. Mi hermano está harto de esa actitud tuya. Me dijo que siempre te comportas como una princesa, ¡pero en realidad eres aburrida!-dijo Sofía con una maliciosa sonrisa.

-¿Sabes siquiera qué es la vergüenza, Sofía? ¡Nunca he conocido a alguien tan sin vergüenza como tú! Su actitud me enfureció profundamente-. ¿Cómo te atreves?

-María, recuerdo que eras bastante paciente. ¿Qué pasa? ¿No notaste los condones en el bolsillo de Hernán? No puedo creer que no te sorprendiera o te molestara en ese momento. Hernán me dijo que nunca usan condones- agregó con una sonrisa burlona.

Sus palabras me hicieron sentir nauseas. No podía creer que Hernán hubiera compartido con ella estos pequeños detalles íntimos entre nosotros dos. Era completamente repulsivo.

Sofía agitó su copa de vino en su mano. Al verme furiosa, rio descaradamente y me dijo: -¿Te enfadaste? Déjame decirte, puse los condones en el bolsillo de su ropa a propósito. Él ni siquiera lo sabía.

Después de su confesión, se rio como si hubiera logrado una gran travesura. Su risa era estridente y desagradable.

Ella realmente trastornó mi percepción de ella. No sabía cuándo se había vuelto tan vil y

despreciable.

Cuando llegué a la familia Cintas, ella estaba flaca, su rostro pálído como la cera. Me miraba con sus pequeños ojos de arriba abajo, siempre distante y poco amistosa. Sin embargo, siempre nos seguía de cerca.

Solo porque era la hermana de Hernán, la llevaba a todas partes. Incluso la llevaba a ver películas y ella nunca se negaba. Siempre estaba cerca de nosotros, especialmente de Hernán.

Ahora me di cuenta de que era una zorra astuta, desde el principio tenía la mira en Hernán, y parecía que no era tan inocente como aparenta. Era arrogante y desafiante.

Después de reír, dio un sorbo a su copa y me hizo una seña, diciendo: -Toma un poco, ¡ relájate! Deberías aprender a disfrutar la vida. Aunque normalmente no te soporto, a veces siento lástima por ti. Además de los niños y ese desastroso hogar, ¿qué más tienes en tu vida? ||

Sus palabras fueron certeras, me dejaron sin habla. Ni siquiera pude encontrar las palabras adecuadas para contradecirla. Ella no tenía una mente común, de lo contrario, ¿cómo podría

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-¡Ah, por cierto! A mi padre le encantan los niños. Si tuvieras una niña, él estaría muy decepcionado. Hernán realmente quiere un hijo, pero no puedo permitirte que le des un hijo. Así que, jaunque no uses condones, no quedarás embarazada! Jajaja, ¿no lo sabías?

-¡Sofía!– Grité, levantándome de repente.

-¡No te alteres, aún no he terminado! ¡Siéntate, cuñada!– Extendió la mano para agarrarme, pero la aparté bruscamente y la dije: –. No me toques, ¡me das asco!

Nunca imaginé que tuviera a una mujer tan venenosa a mi lado.

Tenía las llaves de mi casa y entraba y salía a su antojo. De repente, me invadió un escalofrío de

terror.

Después de que la aparté, Sofía tropezó y cayó en el sofá. Sin embargo, no mostró la misma furia que antes. Me miró, furiosa, pero con una sonrisa burlona en su rostro, y me dijo: -Me encanta verte enfadada.

Se incorporó y tomó una botella de vino, sirviendo una copa para sí misma y otra en otra taza,

diciendo: Cuñada…

-¡No me llames cuñada, no lo soy!– Grité con resentimiento.

Estaba temblando, sentada en el sofá.

—Está bien, está bien, no te llamaré así. La verdad es que nunca he querido llamarte cuñada– dijo con arrogancia-. Hernán ya no siente nada por ti, aunque te lo parezca. Pero aún así, no puede tomar una decisión. Bueno, hay negocios que discutir ahora, y sigues siendo útil. 2

Estaba luchando por controlar mi enojo. No quería quedar demasiado mal delante de ella. Al menos, Hernán aún no sabía lo que ella había hecho.

Pero entonces, dio un sorbo de vino, me miró, se acercó un poco y con ojos maliciosos brillando en la penumbra, me dijo en voz baja: -María, ¡te contaré un secreto!

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